Eran alrededor de las diez y cuarto de la mañana cuando el esperado gran acontecimiento se producía: los pasos de La Pollinica y de María Santísima de Gracia y Esperanza, de la Cofradía del Flagelado, salían a la calle desde su casa-hermandad, ante la alegría de los cientos de melillenses que los esperaban y querían disfrutarlos desde hacía ya dos años. Por fin la Semana Santa postpandemia
Se acabaron las duras restricciones de la pandemia y, además, el tiempo acompañaba. Mañana de sol y buena temperatura para recibir a los titulares de la cofradía que inaugura nuestra Semana Santa. Primero, Jesús a lomos de la borriquilla que representa su entrada triunfal en Jerusalén; después, María Santísima de Gracia y Esperanza con su hermoso palio luciendo como nunca.
Ambos acompañados por decenas de penitentes, muchos de ellos niños de corta edad portando la tradicional hoja de palma en la mano. La cofradía dispone de una numerosa guardería que, a la postre, viene a garantizar la continuidad, tan necesaria para preservar nuestras tradiciones.
La comitiva, encabezada por su Cruz de Guía, contó con la participación de la agrupación musical, un grupo de chicas y chicos jóvenes que interpretaron magníficas marchas procesionales con una interpretación a la altura de las mejores de toda Andalucía.
Y, por supuesto, la procesión estuvo acompañada por el Tercio Gran Capitán I de La Legión. Escuadra de gastadores, una sección y la Banda de Guerra hicieron las delicias de los melillenses, sobre todo en los tramos en los que entonaban "El novio de la muerte".
Uno de los momentos clave del recorrido fue su paso por el Parque Hernádez, donde la comitiva era esperada por innumerables ciudadanos. Familias enteras aguardaban la entrada en el recinto de los pasos, que este año tuvieron que modificar su itinerario como consecuencia de las obras que se desarrollan en la zona colindante a la iglesia de la Medalla Milagrosa, a la que pertenecen estos tronos.
Tras un rato de descanso en el parque, la procesión encaró la Carrera Oficial (Avenida Juan Carlos I), en cuya tribuna esperaba el vicario, Eduardo Resa, para realizar la estación de penitencia ante la iglesia arciprestal y orar con el Padre Nuestro.
Cumplido el acto central de esta procesión, la comitiva continuó su camino de regreso hacia la casa-hermandad para proceder a su recogida ya por la tarde.
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