Melilla ha registrado dos nuevas víctimas mortales a causa del coronavirus, un paciente que se encontraba hospitalizado en planta y otro en la UCI. Las dos muertes son un funesto recordatorio de que el virus es un riesgo mortal al que todos estamos expuestos y al que no podemos minimizar.
Además, el número de nuevos contagios ha subido en 111 en un solo día, una de las peores cifras que se registran desde el principio de la pandemia y en los últimos 14 días se han contagiado 48 sanitarios.
El coronavirus está mostrando lo frágil que es la vida humana y también nuestro sistema sanitario, que podía estar más o menos ajustado a las exigencias médicas anteriores al Covid-19 pero que claramente se ha visto sobrepasado por la pandemia.
Los contagios no dejan de crecer, de manera exponencial y descontrolada, y parece mentira que después de la experiencia adquirida desde marzo nos encontremos en esta situación. También sorprende, e irrita, el comportamiento de muchos ciudadanos, especialmente jóvenes, que siguen comportándose como si nada sucediera, reuniéndose en grupos grandes sin respetar la distancia de seguridad y sin portar la mascarilla. Aquí entra también la responsabilidad de los padres, que deberían concienciar a sus hijos del riesgo que están corriendo, y se echa de menos alguna campaña didáctica por parte de las autoridades para hacer ver el peligro que conlleva no respetar las normas sanitarias. Algo ha fallado en la comunicación de la Ciudad cuando son muchos los que no tienen la percepción real de la amenaza que supone el coronavirus.
Hoy se reúne el Consejo de Ministros y todo apunta a que se tomará la decisión de decretar el estado de alarma en los territorios que lo han solicitado, entre ellos Melilla, para que se pueden imponer una serie de nuevas medidas con el fin de frenar la expansión del virus. Medidas que, visto lo visto se han dilatado demasiado en el tiempo, esperemos no lleguen demasiado tarde. Si no logramos controlar la situación nos veremos obligados a un nuevo confinamiento como el de marzo, un escenario que sería el final para muchas empresas de la ciudad y convertiría el estado de la económica de Melilla, que ya es delicada, en catastrófica.