Sociedad

Vika y Anna, ucranianas: “Queremos vivir como europeos y no como soviéticos”

Vika Kyslova (Jerson, 26 años) y Anna Shulha (Kiev, 28 años) ficharon por el MSC Torreblanca hace un par de años, poco antes del comienzo de la guerra de Ucrania.

Son, según cuentan, de los pocos ciudadanos de esa nacionalidad que viven en Melilla aparte de una médico que trabaja en la clínica Rusadir u otra chica que juega en el segundo equipo del club. También hay algunos niños ucranianos acogidos por familias españolas. De hecho, el entrenador del filial tiene acogida -en principio, hasta verano- a otra chica de esa nacionalidad. Así que, como son tan pocos, no tienen formado ningún grupo ni nada parecido.

De las dos, es Vika quien domina mejor el castellano. De hecho, durante la entrevista es ella quien ejerce de portavoz y traduce cuando habla Anna, quien está aprendiendo el idioma a distancia con una profesora ucraniana que habla español. Vika también está estudiando, en su caso para ser preparadora física y rehabilitadora, en una universidad ucraniana, igualmente, claro está, a distancia.

Eso sí, lo primero es lo primero, en su caso el entrenamiento con sus compañeras de equipo, quienes escuchan sus preocupaciones, porque, para ellas, es una situación “muy difícil”, cuenta Vika. La deportista explica que cada día se preguntan cómo estarán su familia y sus amigos, porque ya va mucho tiempo de guerra y de bombardeos sin discriminación entre civiles y militares y que destruyen hospitales, escuelas y universidades.

Además, replica las noticias que salen en televisión, que cuentan “que no hay muchos bombardeos y que está bien” y, sin embargo, “hay ciudades de Ucrania bombardeadas cada día”. Es más, la futbolista se atreve a apuntar que “casi todas las ciudades han sido bombardeadas”.

Es el caso de su familia, en territorio ocupado y tampoco el de la familia de Anna, que vive cerca de Kiev, es una excepción.

Con palpable tristeza, con dificultad para que las palabras salgan de sus labios y tras un breve intercambio con su amiga en ucraniano, Vika relata que cada día ven por televisión los bombardeos y el “terror” a que está sometida Ucrania, y se acuerdan entonces de toda la gente que ha muerto. Es algo que, dice, al final les afecta en su trabajo, porque pasan mucho tiempo pensando en ello. Lugares como Bajmut o el Donbás ya apenas tienen edificios en pie. “Está todo destruido y queda muy poca gente”, sostiene Vika, quien cifra en unas 5.000 personas, por ejemplo, las que quedan en Bajmut solamente.

Además, dice, los hombres tienen muchas dificultades para salir del país, ya que, además, muchos de ellos, como un primo de Anna, llevan un año luchando en este frente.

La resistencia ucraniana

La resistencia de los ucranianos, pese a todo, es fuerte, hasta el punto de que, aunque el Donbás o Donetsk están ocupadas, han recuperado algunos territorios como la región de Kiev o Jarkov. El problema, arguye Vika, es que, cuando los rusos pierden algún territorio -ahora hay frentes abiertos en Donestk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia-, vuelven a bombardear infraestructuras y población sin discriminar entre civiles y militares.

Resisten los ucranianos, empero, gracias, también, a la ayuda proporcionada por países europeos o los Estados Unidos. Vika agradece los tanques Leopard enviados por España, por ejemplo, y añade que “muchos países apoyan a Ucrania porque piensan que Rusia es un país terrorista”. Dice que ni su madre, ni sus hermanos, ni nadie en general en el país quiere “cambiar de pasaporte” -utiliza esa expresión-. “Nosotros no queremos vivir como vivían los sociéticos. Nosotros queremos vivir como europeos. Rusia vive como vivían antes los soviéticos, pero nosotros no lo queremos”, expresa de la manera más gráfica posible.

Tampoco lo “ven bien los europeos”, recuerda Vika, antes de reiterar que, acaso por eso, Ucrania está recibiendo mucha ayuda, porque “cualquier país normal quiere que gane Ucrania”.

Ambas regresaron al país una semana al poco de comenzar la guerra en febrero del año pasado a recoger una serie de documentos. Estuvieron una semana apenas, pero ya no pueden hacerlo, porque “la situación no está bien”, explica Vika, al tiempo que incide en que, aún hoy, piensan mucho en lo que pueda pasar con los bombardeos, sobre todo porque pueden suceder de manera inesperada, de noche o de madrugada.

Además, hay que tener en cuenta que en Ucrania no siempre hay luz y cobertura para poder hablar con su familia y amigos por WhatsApp. Ahpra, puntualiza Vika, parece que la situación está algo mejor, pero antes había apenas seis horas de luz al día, porque había muchos bombardeos. Por el momento, afortunadamente, los familiares de ambas se encuentran bien.

Según parece, tardarán mucho tiempo en regresar al país, dado que ya no hay vuelos directos a Kiev desde Madrid, sino que tendrían que llegar a Polonia o Hungía y, desde allí, coger varios trenes y autobuses. Sería demasiado tiempo. Un tiempo del que, dice Vika, no disponen, porque cada semana tienen partido.

De cualquier forma, si de algo están seguras es de que Ucrania va a ganar la guerra, además de por la ayuda europea y estadounidense, porque su gente “quiere ganar”. “No quieren a los rusos ni ser rusos nunca”, reitera Vika.

Y después, ¿qué?

Cuando acabe la guerra -sea cuando sea-, Vika y Anna desean ir a Ucrania a ver a su familia y amigos, pero por poco tiempo. “Queremos volver a Melilla, porque España tiene un gran campeonato, el mejor del mundo y mejor que en Ucrania, donde hay poco deporte, porque la gente no puede entrenarse al no haber campos por los bombardeos”, afirma Vika, compungida.

“Nosotras queremos pensar en estar aquí y ganar el campeonato, para el que quedan nueve partidos, y además tenemos la Copa de la Reina y el MSC Torreblanca puede ganar”, añade.

“Sí, sí”, repiten las dos, convencidas.

Que haya mucha suerte también en eso.

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