Nadie mejor que yo sabe que hasta para nacer hay que tener suerte. Vamos a los hechos: tenemos el país paralizado por el estado de alarma y el cierre de fronteras terrestres decretado por el Gobierno de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Ellos no son ni pueden ser responsables de la llegada del coronavirus aunque podamos afearles que no hayan cerrado Madrid a tiempo para evitar que el virus viajara a todos los rincones de España y se propagara como la pólvora en las manifestaciones masivas por el 8M y de Vox en Vistalegre. Todo eso debió suspenderse, pero o nuestro Gobierno no tiene buenos asesores o los asesores que tienen están colocados a dedo y nuestro Ejecutivo se pasa sus consejos por el mismísimo forro. Suele pasar.
Podemos o no estar de acuerdo en criticar la lentitud en la toma de decisiones, pero desde luego los Sánchez y compañía son responsables de las medidas económicas que implementen desde ya para hacer frente a esta catástrofe.
Mientras el Ejecutivo italiano ha propuesto una moratoria para los pagos de hipotecas y facturas de agua y luz; Alemania ha aprobado un paquete de subvenciones para empresas y Donald Trump ha declarado el estado de emergencia en Estados Unidos con la movilización de 50.000 millones de dólares (45.000 millones de euros), aquí queremos resolver el problema con buenas palabras, llamadas a la calma y acupuntura ideológica.
Para empezar el primer paquete de medidas económicas del Gobierno PSOE-UP no contempla rebajas de impuestos en nuestro país. Me pregunto cuántas empresas españolas van a aguantar quince días sin ingresos y con los mismos gastos. Cuántas aguantarán un mes y cuántas podrán reabrir si esto dura más de 30 días. No me planteo un escenario superior, pero tampoco lo descarto.
Tengo una hermana que es autónoma y lleva tiempo advirtiéndome de que la cosa está mala. Ahora se ha quedado en shock con este cierre forzoso. No es la única que ve nubes negras en el horizonte. Ella no tiene empleados a su cargo, pero qué pasa con los pequeños empresarios que viven al día y tienen que pagar cotizaciones de la Seguridad Social, sueldos, agua, luz, teléfono… ¿Qué pasa con ellos?
En la península ya han empezado a llover los expedientes reguladores de empleo. Al temor a enfermar se suma también el pánico a una nueva crisis como la de 2008 (2012 en Melilla). En definitiva, el miedo al paro. Y aquí lo tenemos muy, muy difícil. Nos ha costado años bajar de 13.000 a 9.000 desempleados, ¿qué pasa si desandamos el camino?
Este ‘impasse’ sin ingresos lo aguantarán malamente las grandes empresas. Lo harán con los dientes apretados, pero el pequeño y mediano empresario tendrá que apretarlo todo, a lo bestia, para salir con vida de ésta. Especialmente en nuestra ciudad donde empresas como los medios de comunicación llegamos a esta nueva crisis con las habas contadas y las reservas bajo mínimo. Al final, una parte de este Gobierno del cambio se va a salir con la suya.
Por eso es importante que nuestros políticos aporten ideas para que entre todos busquemos soluciones a la enorme presión que tenemos encima. Empresarios, sindicatos y políticos deberán hablar sobre este tema. Las videoconferencias, de momento, son seguras. La idea es que entre todos aportemos aquellas soluciones que creamos pueden ser las más adecuadas para evitar que nuestras empresas suspendan pagos. Queremos sobrevivir al coronavirus y, además, conservar nuestro tejido productivo, nuestras empresas y nuestros empleos.
El coronavirus no le viene bien a nadie, pero a los melillenses nos cae como un cubo de agua fría. Al desplome del tráfico de mercancías portuarias tras el cierre de la Aduana de Beni Enzar, debería haberle sucedido un Plan Estratégico de recuperación que, a estas alturas, no tenemos.
Y cuando creíamos que lo habíamos visto todo, zasca. Nos cae el coronavirus encima. Pero de esto se sale. Aunque el pesimismo nos invite a pensar que somos víctimas de las diez plagas de Egipto, es importante pedirle a nuestros políticos que se vengan arriba. Que se crezcan, que nos demuestren que han venido a la política a trabajar por esta tierra. Y para eso hay que levantar el teléfono y contarle a Madrid que en Melilla los euros no van con mascarillas por la calle ni crecen en las ramas de los árboles. Los euros están en busca y captura y necesitamos un rescate urgente.
De eso se trata, de pedir, de exigir, de reclamar, de no cruzarnos de brazos. Sabemos que ahora lo realmente importante es la salud y poner en marcha los Servicios Sociales para que los más vulnerables no sean doblemente castigados por esta pandemia. Pero que no se nos olviden nuestros empresarios. De ellos comemos todos los que no estamos chupando del bote. Ellos (y nosotros) necesitamos una bajada de impuestos urgente. Esto es de vida o muerte.
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