Musa (nombre ficticio) no quiere dar la cara. Vive en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Melilla desde hace tres meses. Entró en la ciudad “con la ayuda de Dios” por la frontera de Farhana. A pie, “bien vestido”, y tuvo suerte. No lo pararon. Llevaba ya dos años viviendo en el monte Gurugú y no tenía dinero para pagar ni a los de las pateras ni a los que meten inmigrantes en España en dobles fondos de coches.
El joven es cristiano y viene de un país de mayoría musulmana donde él no podía aspirar a casarse con ninguna chica porque no había una sola familia que le quisiera entre los suyos.
Por eso se fue de casa, a pie, rumbo a Argelia. Tardó cuatro años en llegar a su destino. Por el camino escapó de todos los peligros. “En Argelia vi a gente que disparaba a la cabeza a personas que no les daban dinero porque no lo tenían”, cuenta a FaroTV.
Cuando Musa llegó a Marruecos su vida no mejoró. En el monte Gurugú pasaba noches enteras en vela, porque a las cuatro de la madrugada llegaban las Fuerzas Auxiliares Marroquíes, justo cuando las ONGs repartían mantas o ropas, y les destrozaban los campamentos.
Allí, en la montaña, explica a FaroTV, es fácil encontrar cobijo “si eres buena persona y no buscas problemas”. Pero a los que se deprimen nadie los quiere. “No duermen por las noches, no comen, hablan solos. Se vuelven locos y buscan peleas”.
Hogueras contra el frío
En las noches de frío, todos los inmigrantes se juntan en los campamentos del Gurugú, hombro con hombro, alrededor de una hoguera para aguantar las bajas temperaturas.
En las montañas de Marruecos, cuenta Musa, pasó hasta cuatro días sin beber agua. No sabe cuánto tiempo pudo estar sin ducharse. Tampoco cuánto dura un día en el monte. “Mucho. No lo sé. No puedo contarlo”, responde a FaroTV.
Su tristeza es infinita. Salió de su país en 2010 y seis años después lo más lejos que ha llegado es al CETI de Melilla. Pero él tiene las esperanzas puestas en encontrar un trabajo de cocinero. Se le da bien la cocina europea. Quiere conseguir dinero para ayudar a su madre, que ya sabe que su hijo está en España.
Este país, comenta Musa a FaroTV, le ha dado la posibilidad de dormir en una cama, con sábanas limpias y poder comer y aunque en el comedor no tienen agua, siempre se está mejor en Melilla que en el Gurugú.
Cuando él decidió probar suerte e intentar entrar en la ciudad por Farhana, dejó tras de sí casi 2.000 personas viviendo en las montañas de Nador.
Hoy no sabe cuántos quedan. Ni cómo vivieron la nevada del monte hace unos días. Pero cree que las cosas no han cambiado mucho allí. Cada vez lo tienen más difícil en Marruecos. Ni siquiera les dejan mendigar. No los quieren ver por las ciudades. Y si lo intentan, los apalean. O lo que es peor, los recogen y se los llevan a miles de kilómetros de Nador.
Ahora a Musa le preocupa que las salidas del CETI de Melilla estén paralizadas. “Desde hace un mes no sale nadie de aquí”.
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