He percibido mucha sorpresa en la opinión pública en torno a la exclusión de los puertos españoles de la Operación Paso del Estrecho (OPE) de este año. A Melilla y Ceuta no nos coge desprevenidos. Sabíamos que era muy difícil que las cosas volvieran a ser como antes de la pandemia. En cualquier caso, se equivoca quien crea que el castigo es sólo para nosotros. No podemos pensar únicamente en el perjuicio que esto representa para nuestros ingresos por concepto de tasas portuarias.
El castigo va dirigido, también, a los miles y miles de migrantes marroquíes que vuelven a casa por vacaciones. Ahora, su país les obliga a pagar más por el viaje de siempre. A Marruecos no le importa su gente y eso no es noticia sino efemérides. El Majzén sigue sin entender que lo que la gente se gasta en billetes de barco y avión no se lo deja luego en casa, con la familia. Básicamente están pateando a la gallina de los huevos de oro.
Con la crisis de la marcha sobre Ceuta aún reciente, Estados Unidos empezó este lunes sus ejercicios militares African Lion 21 en territorio marroquí. Supuestamente se trata de maniobras multinacionales centradas en la lucha antiterrorista.
Hay analistas que dicen que España se bajó del carro ante los rumores de que estas operaciones abarcarían el territorio saharaui. De esta forma, nuestro país evitaba legitimar la soberanía marroquí sobre El Aaiún. Ahora desde el propio Marruecos descartan el desarrollo de estos ejercicios militares en el Sáhara sin aclarar que se debe al conflicto armado que se vive en la zona desde el fin del alto al fuego a finales del año pasado. Quieren ocultar la guerra y no pueden. Es lo que tiene la globalización: todo se sabe.
Hasta el próximo 18 de este mes, habrá en Marruecos 7.800 militares participando en maniobras multinacionales en las que destacan las fuerzas europeas de Italia y Países Bajos. Aparte han entrado también Reino Unido junto a Canadá, Brasil, Túnez y Senegal.
Por ahí hay perdedores disfrazados de analistas que dicen que en la African Lion 21 está todo el mundo menos España y es mentira. Estados Unidos sólo ha conseguido arrastrar a dos países europeos, uno de América Latina que no es ni siquiera una potencia militar; Canadá, que tampoco puede dar lecciones de guerra a nadie; y un par de africanos (aparte de Marruecos), que son, en esencia, dos repúblicas bananeras (Túnez y Senegal).
A modo de observadores, entran los socialistas portugueses, los conservadores polacos, la siempre indescriptible Dinamarca y los imparciales noruegos. No está todo el mundo. Ahí no están los grandes de Europa: Ni Alemania, ni Francia. Vendan la burra como la vendan, aquí no hay motivo para llorar.
Pero evidentemente nos preocupa que Estados Unidos nos dé la espalda y nos obligue a quedarnos, incluso en contra de nuestra voluntad, en el bando liderado por Rusia y Argelia. Si los americanos se ponen del lado de Marruecos nos echan de su vera porque en estos momentos Madrid y Rabat son incompatibles. Hemos pasado de aliados y socios comerciales a ser simplemente dos países que comparten frontera geográfica sin voluntad de compartir nada más. Eso tiene que cambiar.
Los rusos, para presionar, utilizan su canal propagandístico en español (RT) para fomentar el miedo a la alianza americana-marroquí advirtiendo de que habría pactos secretos (ya no tanto) para que Estados Unidos presione a España en aras de que nuestro país renuncie a su soberanía sobre Melilla y Ceuta.
Cuando las cosas se tuercen, cabe la opción de creer en el destino; ponerse vikingo como Rajoy y esperar que pase lo que tenga que pasar sin mover un dedo. Pero en el mundo moderno la diplomacia gana y para guerras. Eso sí, tiene que ser creíble.
Por eso entiendo que ante la inminencia de una remodelación del Gobierno, Sánchez debe pensar en sustituir a la ministra Arancha González Laya. Está más que amortizada con la crisis que le ha estallado entre las manos. Probablemente ni siquiera fue ella la que tuvo la última palabra, pero el que por su gusto muere, la muerte tiene que saberle a gloria. Ya no pinta nada en Exteriores.
Para reconstruir los lazos con Marruecos hace falta una conversación a tumba abierta, liderada por un perfil más político que técnico. Si hace falta repescar al risitas de Moratinos, se repesca, pero no podemos dejar que la crisis vaya a más porque en Melilla y Ceuta hay mucha gente con la vida en stand by a la espera de lo que pueda pasar. ¿Quién se va a comprar una casa en las ciudades autónomas si las cosas no se aclaran?
¿Quién va a invertir sus ahorros en un negocio si no hay un futuro creíble a la vuelta de la esquina? Hay que pensar en eso y en la necesidad de mantener nuestras tierras de ultramar con la misma firmeza con que las mantiene Francia a miles de millas de distancia de Europa.
Pero para conseguir todo eso, tenemos que creérnoslo. Y, sobre todo, necesitamos que nuestros políticos crean en ello. Creer es poder.
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