Está transcurriendo un verano horribilis para Melilla. No ya sólo por el conflicto reeditado en torno a la Pascua musulmana del Sacrificio y que, ayer, sorprendentemente, no mereció mayor aclaración por parte del viceconsejero de Salud Pública, muy a pesar de los nuevos interrogantes que han desatado sus últimas declaraciones.
El verano no está siendo bueno porque las colas fronterizas, que parecía que no podían ir a peor, son aún más lentas, largas y costosas de aguantar para los sufridores que las padecen, entre ellos los emigrantes que retornan a Marruecos con motivo de la OPE.
Porque en materia de seguridad ciudadana, aunque ahora haya menos protestas que en otros tiempos, tampoco parece que vayamos mejorando y hasta en el ámbito de lo ilícito se suceden hechos insólitos, como el abandono ilegal en la cuenca del Río de Oro de unos 40 borregos muertos al parecer por asfixia.
Y, sobre todo, no lo está siendo por los negros nubarrones que se ciernen sobre el comercio fronterizo, motivo de titulares variados en la prensa nacional que, con un mensaje coincidente al del Presidente de la CEME, sostienen que Marruecos está poniendo en práctica medidas que contribuyan a desahuciar Melilla.
No es cuestión de ser pesimista ni agorera, pero este lento Gobierno del tripartito que ahora defiende nuestros intereses, está llamado a ponerse las pilas en una situación de agudo trance para el futuro de nuestra ciudad.
Más pronto que tarde, y si me apuran nada más pase la Feria, al Ejecutivo local le toca hacer una inmersión en la conveniencia o no de integrarnos en la Unión Aduanera y convertir con ello nuestras lindes con Marruecos en auténticas fronteras europeas.
Eduardo de Castro, desde su designación como Presidente el pasado 15 de junio, no ha hecho mucho más que nombrar los cargos de su Gobierno y conformar la nueva plantilla de puestos de alta dirección de la CAM, así como de personal eventual que, en este último caso, ha reducido de los 25 máximos que admite la ley a un total de 17, diez de ellos para cubrir secretarías de las 7 Consejerías y 10 Viceconsejerías que conforman el organigrama del nuevo Ejecutivo.
A partir de ahí, los nuevos responsables han ido tomando posiciones, conociendo poco a poco el terreno, retomando lo que ya dejaron en marcha sus antecesores y afrontando las tareas pendientes que sus predecesores no les han facilitado, entre estas los preparativos de la OPE que, normalmente, se acometían en las fechas coincidentes con la transición de poderes pero que, no obstante, merecen por sistema de más previsión y planificación.
Sin embargo, más allá del día a día, por mucho que ocupe, los retos de la Melilla actual van mucho más lejos y merecerían la creación de una Comisión de Futuro en el seno de la Asamblea, que analizara pormenorizadamente los riesgos de nuestra dependencia extrema de Marruecos en materia comercial y bucease en otras alternativas, que bien podrían pasar por la integración completa o parcial en la Unión Aduanera.
El verano, como decía al principio, está siendo horribilis para Melilla en materia económica y en muchos otros ámbitos dependientes de la gestión pública. A la ciudad le faltan perspectivas de futuro y la escasa estabilidad de la que hace gala el Gobierno De Castro tampoco favorece la gestación de un mejor clima que ilusione y nos haga creer en la bonanza de posibles alternativas.
Le queda mucha tarea a este Gobierno que, salvo error, aún tiene que completar su staff una vez ha designado su nueva plantilla de cargos de confianza y que sigue pendiente incluso del esperado Pleno en el que se fije el sueldo del nuevo Presidente de la CAM.
Cuestiones trascendentales para la imagen final que acabe proyectando a los ciudadanos pero nimias frente a los retos de futuro que, cada día, se plantean de manera más acuciante.
Desde mi experiencia como periodista desde hace ya muchos años no me llegan como nuevos los ecos que cargan las tintas sobre Marruecos, acusándolo de querer asfixiarnos hasta provocar un cierre por derribo de Melilla. Pero aún así, no sé hasta qué punto tiene fundamento esa facilidad con que cargamos sobre otros los problemas propios.
Nos guste o no, el comercio atípico no deja de ser para el país vecino puro y duro contrabando que, como tal, solo es susceptible de ser tolerado y, en esa tesitura, está bien claro quien lo regula y quien lo consiente. Luego, de nuevo, y aunque pueda parecer una utopía, por encima de dimes y diretes, gobernantes y opositores demostrarían mayor altura si fueran capaces de afrontar conjuntamente con las fuerzas vivas nuestros retos más inmediatos. De lo contrario, seguiremos prolongando una situación sin visos de continuidad en un plazo no muy lejano y ya no nos quedará otra que atenernos a las consecuencias.
Rompamos pues el inmovilismo porque nuestra zona de confort cada vez es menos confortable y agranda en mayor medida las diferencias y desigualdades en el conjunto de la sociedad melillense.
Como último apunte, no quiero terminar sin lamentar la falta de visión del Presidente De Castro, que el pasado lunes dio con la puerta en las narices a los bomberos aún siendo él por decisión propia quien ha querido encargarse del área de Seguridad Ciudadana, de la que tradicionalmente también ha dependido el servicio de extinción de incendios. Creo que con el portazo perdió una oportunidad de demostrar ese distinto talante que tanto publicitó como sello de identidad de lo que sería su gestión. Al menos, si él no podía recibirlos debía haber delegado en alguno de sus consejeros. Es cierto que los bomberos podían haber solicitado cita previa pero también hay que comprender que ante situaciones límite lo mejor es darle visibilidad a los problemas. Y al fin y al cabo, no fueron a la Prensa, ni a la oposición sino en busca del Presidente para exponerle una realidad que tampoco es responsabilidad suya sino más bien del Gobierno saliente.
Por lo demás, solo me queda decirles que me despido por unas semanas con la esperanza de retomar esta sección en el próximo mes de septiembre. Entre tanto, mis mejores deseos, queridos lectores.
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