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“O vas a España o regresas a tu país”

Alto, joven y de expresión tranquila. Así es Armand (nombre ficticio), uno de los 26 migrantes que saltaron el jueves por la valla de Melilla a la altura de Rostrogordo.

Viene desde Camerún, un país dividido por una guerra entre una mayoría francófona y una minoría anglófona... Los residuos del colonialismo aún marcan el día a día de muchos países de los que sus habitantes se ven obligados a huir.

Aún dolido en la parte de atrás del cuerpo con la que cayó al suelo desde la vaya, explica que cada vez se sienten “más asfixiados” los migrantes que esperan al otro lado para cruzar la vaya porque hay más guardias de seguridad.

“Hace tiempo que intentaba saltar la valla, pero no pude porque los guardias ya sabían que íbamos”, comentó el joven. “Estoy en el monte Gurugú desde hace un mes y dos semanas y tras intentarlo varias veces, decidimos pasar por Mariguari”.

Explicó que la policía marroquí de la frontera agarra a las personas que intentan saltar de los pies y les golpean la cabeza. Cuando fallaba los saltos, Armand explicó que “reflexionaba” sobre los errores cometidos y volvía a pensar cómo podía conseguirlo. “Tuve que esperar un mes para que se me calmara el dolor”, ya que cuando lo intentó anteriormente se hizo contusiones.

Volvió al bosque donde se reunió con un grupo con el que formo un ‘max’, una forma de hablar entre los migrantes que hace referencia a los que saltan en grupo.

El día a día en el bosque del Gurugú hasta que saltan la valla es una lucha continua. Forman grupos numerosos para que cuando venga la policía marroquí a buscarlos se puedan dispersar y esconderse en algún lugar del bosque. “O vas a España o regresas a tu país”, explicó.

Fue así que tras una redada de la policía, al día siguiente decidieron saltar la valla “A primera hora rezamos para que Dios nos ayudase a cruzar”. Cuando vieron que el coche de la policía se iba hacia la ciudad, salieron del bosque y se escondieron abajo de la colina, porque aún existía el riesgo de que fueran avistados.

“Pasamos por los primeros alambres de púas y caímos sobre una agujero, eso fue lo que más nos cansó porque es de tres metros. Fuimos saltando las siguientes y en el lado español ya nos estaba esperando la Guardia Civil”.

“Es cierto que saltar la valla es difícil, pero cuando el hombre está determinado por su fuerza y su rabia, no hay nada que pueda con él. Es lo esencial del hombre, la voluntad y el valor”, declaró Armand. “Cuando tienes esto, no hay nada imposible para ti”, concluyó como reflexión. Añadió que, en realidad, la valla la puedes saltar en dos minutos, pero lo importante es que “tenga la fuerza”.

Ahora cuenta que, tras saltar la valla, se encuentra bien de salud, aunque tiene un poco de dolor. “Recé mucho a Dios para poder pasar la valla sin heridas graves”.

Se sabe de memoria todas y cada una de las partes de la frontera que separa África de Europa. Dibujando un croquis, comenzó a hablar sobre un agujero que hay antes de las vallas, luego que hay que saltar una con concertinas de dos metros, la siguiente es de tres con alambres, le siguen dos de cuatro y finalmente está la de siete metros , la última barrera antes de poder pisar suelo español y pedir asilo. Otra dificultad es la seguridad tanto de Marruecos y España. En los dos lados, tanto la policía fronteriza y la Guardia Civil intentarán que no crucen y los migrantes saben que no les pueden atacar “porque tendrían derecho a defenderse”, declaró Armand.

“Una vez que ya lo he intentado, ¿por qué no seguir hasta conseguirlo?”. Habló de la determinación de un objetivo, de como aprendió de los errores y que una vez que estás en frente de la valla solo puedes seguir hacia delante. Y tiene 21 años.

Él quisiera pedir el asilo en España y viajar a Madrid. Tras saltar cuatro vallas distintas protegidas hasta los dientes, aún le quedan muchas batallas burocráticas por librar que pueden durar años: ahora comienza otra etapa.

El reencuentro

Con él se encontraban dos compañeros más, Fernand y Regis. El primero saltó la valla hace tres días él solo a las tres de la mañana. Llegó al CETI a pie cinco horas después. A los migrantes que saltan solos se les llama ponchá-k’ y a los que van en grupo ‘max’.

El otro, Regis, fue uno de los que consiguió saltar el pasado 19 de julio. Se conocen desde Marruecos y ahora se volvieron a reencontrar. Contó que estaba a punto de salir del CETI de Melilla para ir la península. “Enfermería me bloqueó porque tenía cita, si no me hubieran dado ‘salida’”, relató. La razón por la que se fueron de Camerún, es que “hay la guerra. Fue colonizada por los ingleses y los franceses, estos son la mayoría y los otros la minoría. Este grupo minoritario está sufriendo discriminación, por lo que querían dividir el país. Si uno de la parte francesa ve a uno de la inglesa, lo matará. Si uno de la zona francesa ve a otro de la inglesa, lo matará. Todo comenzó como una manifestación y ahora es una guerra”. Siguió relatando que “a los jóvenes como él y yo, nos obligan a unirnos al ejército para luchar, pero nos da miedo porque no queremos morir”.

Regis pertenece a la parte inglesa y Armand a la francófona, pero estudió en la otra zona porque tienen escuelas bilingües. Él no podría volver porque lo matarían, Regis no puede hacerlo porque lo obligarían a meterse en el grupo militar separatista Ambazonia. Explicó que en Youtube se puede ver vídeos de cómo las balas perdidas están matando a la gente.

“Ahora vamos a vivir en España porque tenemos asilo. Necesitamos protección porque a nuestro país no podemos volver”, declaró Regis.

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