Como era de esperar, los juzgados de Melilla han echado para atrás las órdenes de la Consejería de Salud, que decretaban el confinamiento de los centros de menores, mayores, extranjeros y de la residencia de mayores, durante 14 días, y que, entre otras medidas, prohibía fumar en la vía pública si no se puede mantener la distancia de seguridad de dos metros.
Todos dábamos por hecho que iba a ocurrir lo que ha ocurrido porque, como dice un empresario de Melilla, a veces se nos olvida que no somos autonomía sino ayuntamiento plus. Si un juez tumbó una orden similar en una comunidad como Madrid, ¿qué nos hacía pensar que no iba a ocurrir lo mismo en Melilla? Pues eso, que estaba claro que la cosa no pintaba bien.
Aún así, me tomo la libertad de alabar la valentía de la jueza Alicia Ruiz Ortiz, del juzgado de primera instancia e instrucción número uno de Melilla, porque una cosa es poner los puntos sobre las íes en la Audiencia Provincial de Madrid y otra cosa es hacerlo desde las Torres de Melilla.
En una ciudad pequeña, como la nuestra, las decisiones judiciales no sólo llevan nombre y apellidos, también llevan cara, dirección y se graban muy bien en la memoria. Así que no creo, ni remotamente, que nos hayamos subido al carro de Madrid a la ligera. Quienes hemos leído los autos no vemos sólo un error de forma, fácil de subsanar, como dicen desde la Ciudad. Creemos que no sólo habrá que justificar mejor la proporcionalidad de las medidas adoptadas sino dictarlas de acuerdo a derecho, respetando los límites que nos marcan la Constitución y la Administración del Estado. Si somos un “término municipal”, como recogía el BOME el viernes pasado, pues habrá que llegar hasta donde llegan los municipios: hasta aquí.
Tenemos tantos marrones encima, que no terminamos de poner sobre la mesa el reclamo de convertirnos en comunidad autónoma, pese a lo marcado de nuestra identidad. De momento podemos decir que tenemos bastante autonomía, pero no es suficiente. A día de hoy no somos lo que queremos ser ni tampoco lo que deberíamos ser hasta el punto de que ni siquiera podemos convocar elecciones sin contar con Madrid.
Siempre hemos hablado de las ventajas que tendría entrar en la Unión Aduanera y quizás deberíamos hacerlo como comunidad autónoma y no como ayuntamiento plus. A Marruecos, del disgusto, se le marchitarían las ambiciones de ‘okupar’ lo que ellos consideran una “ciudad ocupada”. Aunque sólo fuera por eso deberíamos ir a más dentro de España. Por nosotros y por la españolidad de nuestra tierra.
Volviendo al varapalo judicial que nos colocó ayer en los telediarios nacionales, valdría la pena valorar la solución de dictar dos nuevas órdenes, como plantea la Ciudad Autónoma, para frenar el crecimiento descontrolado de los casos positivos de coronavirus en Melilla con la anuencia de los juzgados.
El presidente De Castro hablaba de renunciar a la vía del recurso que, como hemos comentado desde esta misma columna, se dilataría en el tiempo y ahora urge tomar decisiones, pero, sobre todo, urge que sean legales y que consigan el aval judicial.
Estamos de acuerdo con el jefe del Ejecutivo local en que no es el momento de solicitar la declaración de estado de alarma. Estamos mal, es cierto, pero peor está nuestra economía. Tenemos que hacer, por tanto, un esfuerzo por mantener abiertos los pocos comercios, empresas y establecimientos que han conseguido levantar la persiana. Un nuevo encierro colectivo sería un suicidio y hay que agotar todas las posibilidades antes de optar por volver a enclaustrarnos.
Pero no es fácil controlar la expansión del coronavirus si no podemos restringir, por ejemplo, que se fume en las calles si no hay distancia de seguridad. Tendríamos que apelar a la responsabilidad personal de todos y cada uno de los melillenses, pero también deberíamos cambiar de urgencia los protocolos que impiden que algunos funcionarios de nuestra ciudad bajo sospecha por haber tenido contacto con algún positivo en coronavirus no puedan ponerse en cuarentena hasta que no llegue la confirmación a través de una PCR. Es de locos. ¿A qué estamos jugando?
Mucho me temo que en esta tierra (y me refiero a España) no vamos sobrados del sentido de la responsabilidad. La gente sospechosa de coronavirus se cree que está de vacaciones y que una mascarilla es suficiente para no regar el virus como la pólvora.
Ser asintomáticos te libra de los síntomas, pero no de contagiar a quien sí se juega la vida con esto: los diabéticos, los hipertensos, los mayores.
Ayer la cara del consejero Mohamed Mohand era un poema durante la comparecencia de Eduardo de Castro. Ha dilapidado su buena gestión durante la primera ola de la pandemia en Melilla y está haciendo una incursión peligrosa que va de lo sublime a lo ridículo. Ahora se pone a la espalda del presidente, chupando rueda hasta que llegue el momento de ponerse la medallita.
De la misma manera que a él atribuimos el mérito de controlar los casos de Melilla durante el estado de alarma, ahora le corresponde asumir la responsabilidad de un rebrote descontrolado que no hay forma de controlar. Que apechugue.
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