Nadie hubiera pensado hasta ahora en el CETI como un lugar de vacaciones.
No hay nada más alejado del típico destino de sol, playa y diversión preferido por una gran mayoría de turistas, especialmente, por los más jóvenes. No se encuentran entre estos últimos los voluntarios de las colonias urbanas de María Inmaculada. Una docena de ellos ha elegido el CETI de Melilla para compartir parte de su tiempo de ocio con los inmigrantes. Muchos de ellos no conocían que pudieran existir unas instalaciones de este tipo hasta que los saltos de la valla empezaron a difundirse en todo el país a través de los medios de comunicación. Hoy, después de conocer esta realidad, la mayoría de los voluntarios estaría dispuesto a continuar compartiendo sus días de vacaciones con los niños del CETI para no tener que despedirse de estos pequeños.
Los jóvenes que colaboran con las hermanas de María Inmaculada han llegado a Melilla desde distintos puntos del país. Están entre nosotros desarrollando una altruista labor social sin hacer ruido. Su presencia hubiera pasado casi desapercibida para el conjunto de los melillenses de no haber puesto El Faro rostro a su trabajo. Son voluntarios que han venido a ofrecer su solidaridad, pero probablemente vuelvan a sus domicilios con mucho más ‘equipaje’ del que han traído. Han conocido la realidad de la inmigración. Han puesto caras a tragedias que a veces no superan alguna breve referencia en los periódicos o unos segundos en el telediario. Han conocido a niños que les han robado el corazón, pequeños que aún conservan la inocencia propia de su edad a pesar de que han atravesado por duras experiencias, hijos de familias que huyen de la guerra y la miseria. Los jóvenes voluntarios de María Inmaculada van a tener la suerte de no volver a contemplar esas tragedias con la frialdad de la mayoría de los telespectadores. Cuando cojan un periódico y lean qué sucede en Siria, Mali, Nigeria, Camerún... comprenderán la angustia de sus ciudadanos, sus esperanzas, sus aspiraciones.
La visita al CETI, como a otras muchas instituciones sociales, debería ser una asignatura obligatoria para cualquier ciudadano. La experiencia que han vivido estos voluntarios en el CETI es la mejor medicina contra los prejuicios, la xenofobia, los tópicos... y la ignorancia y el egoismo que están detrás de tantas tragedias.
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