Tanto fuentes de la Policía Nacional como de la Policía Local coincidían en señalar el pasado viernes en El Faro que la Feria de este año estaba siendo muy tranquila.
A penas se habían registrado hasta entonces incidentes de importancia. Sin embargo, miembros de ambos Cuerpos advertían de que podía haber cambios de cara al fin de semana. Al analizar lo ocurrido un año antes, estaban de acuerdo en que en 2013 podía haber influido la coincidencia de fechas de la Feria y el Ramadán. Esta circunstancia, en su opinión, había provocado que un mayor número de ciudadanos del país vecino se animara a cruzar la frontera para acudir al recinto ferial en Melilla. Al ser mayor la afluencia de marroquíes, era más fácil la aparición de altercados, sobre todo teniendo en cuenta que entre los ciudadanos del país vecino también se había introducido algún grupo de indeseables.
El diagnóstico policial que hacían efectivos de ambos Cuerpos el pasado viernes era totalmente acertado, a la vista de los lamentables sucesos de la madrugada del sábado al domingo. La pregunta es evidente: ¿Quién es el responsable policial de que los melillenses hayamos visto perturbada nuestra tranquilidad después de días sin ningún altercado reseñable en el recinto ferial? ¿Por qué no se adoptó ninguna medida ante lo que muchos agentes veían como más que probable?
Por fortuna, no ha habido que lamentar ningún hecho irreparable. El suceso más peligroso, la puñalada recibida por un joven cerca del pulmón, tuvo más de aparatoso que de grave. Y además, el número de incidentes ha sido muy inferior al de año pasado. Sin embargo, ninguno de estos hechos por separado ni los dos juntos son suficientes para hacernos sentir satisfechos. La Feria de Melilla debe desarrollarse de principio a fin con la tranquilidad que estaba siendo la nota dominante de este año. Para que este deseo se materialice el próximo año está claro que la mayor parte del trabajo policial hay que centrarla en la frontera. Las entradas a la ciudad deben convertirse en un filtro infranqueable para quienes llegan con la intención de aguar la fiesta a los melillenses y marroquíes que nos reunimos en el recinto ferial.
El primer propósito de los controles fronterizos debe ser siempre la seguridad, por encima de la fluidez y de los intereses económicos. Este objetivo adquiere una importancia aún mayor ante acontecimientos como la Feria, donde en un recinto se reúne un alto número de personas haciendo que pueda ocurrir una tragedia a partir de un incidente que en otras circunstancias no tiene porqué revestir demasiada importancia.
Si hay que sacar alguna lección de los sucesos de la madrugada del domingo es que ya no cabe ninguna duda de dónde está el problema y cuál es la solución. El siguiente paso es descubrir quién es responsable de no haber sabido valorar la gravedad del primero ni de haber sido capaz de dar las directrices adecuadas para poner en práctica la segunda.
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