Aseguran que vivían en el centro de menores La Purísima hasta la semana pasada. Casi todos tienen una orden de expulsión de España, tras la prueba de su mayoría de edad.Duermen en chabolas y comen lo que les ofrecen los sirios y los subsaharianos.
Cerca de medio centenar de inmigrantes marroquíes y argelinos duerme en chabolas levantadas junto al Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Melilla. Casi todos residían hasta la semana pasada en el centro de acogida de menores La Purísima, pero el pasado 23 de mayo los llevaron al hospital, les hicieron las pruebas que determinan su edad y pese a su aspecto infantil, éstas arrojaron que todos tenían cumplidos los 18 años. “En Marruecos tengo 16 y aquí dicen que son 18. Sólo me cogieron la mano y me hicieron una prueba”, señala Omar a El Faro.
El joven, con voz y rostro aniñados, es alto y fornido. Casos como el suyo han llevado a la ONG Pro Derechos de la Infancia (Prodein) de Melilla a poner en duda la fiabilidad de estos test de edad practicados en el Hospital Comarcal de la ciudad.
Según publicó El Faro el pasado domingo, Prodein considera que las pruebas de edad a menas (Menores no Acompañados) son “poco fiables” ya que tienen un margen de error de dos años por arriba y por debajo de la edad real y se realizan marcando como pautas, medidas base de niños europeos.
La prueba consiste en realizar una radiografía isométrica sobre la muñeca de los jóvenes para determinar su tamaño. Estos resultados se contrastan con un cuadro de medidas básicas que cataloga la edad de los inmigrantes por intervalos de centímetros de la muñeca. “La estructura ósea de un niño magrebí no es igual a la de un noruego”, señaló el domingo José Palazón, responsable de Prodein.
Otras organizaciones no gubernamentales critican desde el anonimato que Melilla abra la horquilla de edad del menor siempre al alza (sumando dos años a la supuesta edad real del menor). Eso, según han comentado a El Faro, hace que la mayoría de los niños que se someten a las pruebas terminen siendo mayores de edad.
Es más o menos lo que le ha ocurrido a Omar. Él asegura que es de Meknes y que tiene 16 años, pero la prueba dice que tiene 18 (dos años por encima).
El chico entró en Melilla hace cinco meses, después de intentar colarse por Beni Enzar durante dos días seguidos. Desde su entrada en la ciudad se alojó en La Purísima, hasta que la semana pasada asegura que cayó en una redada de la Policía Nacional en las escolleras, lo llevaron a los calabozos, de ahí al Comarcal y en cuanto la prueba de edad arrojó que tiene 18 años, le abrieron un expediente de expulsión de España y lo dejaron en la calle.
El viernes pasado la Consejería de Bienestar Social informó de que ese día habían tenido lugar las últimas redadas policiales en las escolleras del puerto y otros puntos de la ciudad en las que fueron localizados 63 jóvenes de los que sólo siete eran menas. El resto, aseguró la consejera María Antonia Garbín, había sido puesto a disposición de la Policía Nacional para tramitar su expulsión de España.
Viviendo en la calle
“Paso el día de un lado a otro de Melilla. Sólo vengo al CETI a dormir y a comer. Los sirios y ‘los negros’ nos dan la comida que les sobra y así sobrevivimos”, comenta.
Omar afirma, además, que no tiene familia. Sólo le queda intentar colarse en un barco como polizón para salir de Melilla en dirección a la península. Lo tiene más difícil ahora que “las escolleras del puerto están cerradas”. “Voy a intentar colarme en un barco para ir a la península. Si no lo consigo, seguiré por aquí, por el CETI”, dijo.
El chico no está solo en su desgracia. En una situación similar a la suya hay cerca de medio centenar de jóvenes argelinos y marroquíes, malviviendo en los alrededores del CETI. Casi todos tienen una orden de expulsión de España emitida la semana pasada, pese a que juran ser menores de edad.
Todos apuntan a un nombre cuando se les pregunta por qué los echaron de La Purísima. “Lo dijo un trabajador del centro. Él decide quién se queda y quién sale”, dicen.
En la calle los chicos se someten a la única ley que rige: La del más fuerte. El Faro fue testigo de cómo uno de los menas fue acusado de robar un teléfono a un subsahariano y éste, ante la impotencia de no encontrar su móvil, le arrebató las pertenencias al más pequeño del grupo. Éste intentó parar en dos ocasiones a la Policía Local y a la Guardia Civil para denunciar el abuso y ningún agente les prestó atención.
Niños de La Purísima critican los castigos y la mala comida
¿Por qué niños tutelados por la Ciudad Autónoma prefieren la calle, incluso en invierno, a la cama y la comida caliente del centro de acogida de menores La Purísima? Puede que ésta sea la pregunta del millón. La respuesta la dan los propios niños a El Faro: “En La Purísima siempre comemos lo mismo, patatas fritas y hamburguesas”, señalan a este periódico.
Lo de la dieta equilibrada y balanceada les suena de lejos. “La fruta no está buena. Todos los días hay manzanas”, añaden.
En cuanto a la carne, los pequeños de entre nueve y catorce años, admiten que es poca y que casi nunca la ven en el plato y en este punto atribuyen el hurto de este producto a determinadas personas del centro.
En cuanto a las cosas que no funcionan en La Purísima, los niños creen que el problema que más les afecta es que no tienen zapatos. “¿Por qué los niños de La Gota de Leche van bien vestidos y nosotros llevamos los zapatos rotos y el mismo chándal desde hace un año”, se preguntan.
También les molesta que no les dejen dormir la siesta y los echen a la calle por las tardes. Los trabajadores sociales no quieren que nos acostemos a dormir y nos dicen que tenemos que irnos”, apunta uno de los entrevistados por este periódico.
Pero sin duda lo que más les molesta son las duchas de agua fría (porque no hay agua caliente) y los castigos: “No encierran dos y tres días, sin darnos de comer”, apunta uno de ellos.
Entre los puntos positivos los niños señalan el hecho de que los educadores no les pegan. Eso sí, a la hora de hablar de lo que no les gusta siempre sale a relucir el nombre de un mismo trabajador del centro.
En la diana de los niños de La Purísima que deciden vivir en la calle está la Policía Nacional, a quien achacan porrazos, golpes y abusos. Todos muestran algún hematoma, corte o herida para afirmar que durante la redada de menas de la semana pasada hubo algún que otro exceso.
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