Margot Ortega fue la primera en meterse en el agua para ayudar a las dos inmigrantes que quedaron en la patera.
Muertas del frío, sin parar de temblar y empapadas de agua salada. Así encontró a la mujer y a la niña que iban en la patera. A Margot no le dio miedo ni reparo meterse en el mar frío para llegar a estas dos personas. Les dio la mano y las calmó mientras que las olas seguían empujando la embarcación hasta la costa. Les sonreía para que ellas vieran que estaban a salvo. Vio sus caras descompuestas por el miedo. Tenían la mirada perdida y no paraban de llorar. Imagina que las dos inmigrantes pensaban que el sufrimiento se había terminado, que ya estaban en la orilla y que nada malo podría pasarles. No paraban de tiritar de frío y tampoco entendían lo que sucedía a su alrededor. De esta forma define Margot Ortega lo que vio al acercarse a la patera que estaba en la orilla de la playa del Hipódromo, muy cerda de donde estaba con su marido tomando el sol. Ella está de vacaciones en la ciudad. Es de Madrid, pero ha venido con su marido Pedro Falcón a visitar a una hija que vive en Melilla. Nunca habían visto una patera, excepto por la televisión. Los dos estaban muy impactados con este suceso.
No fue hasta que Margot se metió en el agua y se acercó a estas dos inmigrantes cuando el resto de personas que miraban la escena se animaron a ayudar. Margot, a sus más de 65 años, no tenía fuerza suficiente como para coger a las dos inmigrantes para bajarlas de la embarcación, pero sujetó como pudo la patera mientras que la Guardia Civil llegaba. Unos instantes más tarde los agentes se metieron en el mar y cogieron en brazos a las dos mujeres de origen subsahariano que apenas podían moverse.
Margot se quedó con ellas. Junto a los agentes le quitó algunas prendas de ropa a la niña que estaban empapadas de agua. Asegura que llevaba puesto tres pantalones y cuatro camisetas. Cree que era para aguantar el frío de la madrugada. También la mujer que iba en la patera llevaba puestas varias prendas de ropa.
Una cosa que le llamó la atención a Margot fue que las dos inmigrantes llevaban un solo guante en las manos. Sólo tendrían un par de guantes y lo estaban compartiendo, porque los dos eran iguales. Explica a El Faro que la mujer le pedía una y otra vez, con gestos porque no hablaba castellano, que buscara en la patera el sombrero de la niña. Quizás eran las únicas prendas de ropa que tenían y no quería dejarla ahí, apuntó.
Margot es voluntaria en Cáritas, en la parroquia cercana a su casa de Madrid. Ha colaborado con muchas personas que lo están pasando mal por culpa de la crisis y que necesita ayuda social. Pero jamás se había imaginado que iba a ver en directo cómo llegaba una patera a la playa. Tampoco, que iba a echar una mano a los inmigrantes que viajaban en esta embarcación.
Esta madrileña aseguró que le dio mucha pena que todos los hombres que iban en la patera saltaran sin mirar que la mujer y la niña se quedaban abandonadas cerca de la orilla. No comprendía por qué ninguno de los ocupantes de esta embarcación ayudó a bajar a estas dos inmigrantes.
Una vez que la Guardia Civil se llevó a las mujer y a la niña, se quedó junto a la patera. Miró y remiró esa barca de madera endeble que estaba rota en su base. Estaba llena de ropas y telas. También dentro estaba el gorro de la menor.
Margot se fijó en que, junto al motor de la barca, había un gran cubo de plástico repleto de piedras. Atónita comentaba con otros ciudadanos que estaban en la orilla que esas piedras hubieran acabado en las lanchas de la Guardia Civil si hubiera interceptado antes la patera.
Mientras todo esto sucedía en la orilla, decenas de curiosos se paraban para mirar desde el Paseo Marítimo lo que ocurría. Algunos aseguraban que por mucho que se levantara una valla con pinchos, nadie iba a ser capaz de parar a estas personas que, con desesperación, deseaban llegar a España. Si consiguieron atravesar andando desiertos, subirse a una barcaza medio derruida o escalar una valla no iban a ser impedimentos para llegar a Melilla, apuntaron.
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