Ya ha empezado prácticamente la campaña electoral. No formalmente, que será cuando toque conforme a la legislación electoral vigente quince días antes del día de reflexión previo a las votaciones. Aún así, aunque nuestros políticos no lo crean, son muchos los que aún no saben cuándo será exactamente la cita con las urnas. “¿Son en mayo, no?”, me preguntaba ayer una amiga y de paso una señora que la oía interrogarme en tal sentido en una cafetería.
Los ciudadanos ya andan poniéndose el chip electoral, poco a poco, en medio de los enredos a los que nuestros políticos -unos más que otros, hay que reconocerlo- nos tienen acostumbrados, y por supuesto con mucho menos estrés y ansiedad que la clase política y periodística de esta tierra nuestra.
Los ciudadanos se resisten al bombardeo que de un modo u otro los partidos en liza intentan lanzarles día a día, a base de ruedas de prensa, mensajes continuos, polémicas o inauguraciones, lícitas como dije ayer, al menos hasta el próximo martes, en que la ley electoral pondrá cerrojazo a cualquier actividad institucional que pueda interpretarse como un intento de influir sobre el electorado para beneficio de quienes gobiernan las instituciones.
Por eso, hoy ya se presentarán los nuevos Museos de las Peñuelas, como ayer se presentaron las nuevas obras de la plaza a construir -con parking público incluido- en parte del antiguo solar de Cruz Roja, o los trabajos en marcha para que no se arruine nuestra preciosa Mezquita del Toreo, única por demás en activo en todo el continente africano.
El presidente Imbroda presumió a costa de ello de las muchas obras que ha realizado su Gobierno en estos cuatro años. Asegura, y es de creer a la vista de lo hecho, que de los mil millones de euros que su Gabinete ha gestionado desde 2007, 250 se han destinado a inversiones para mejorar el patrimonio arquitectónico e histórico de Melilla y dotar a la ciudad de nuevas infraestructuras y equipamientos.
Hubo quien me dijo alguna vez que Imbroda soñaba con pasar a la historia como 'el Álvarez Claro de la Democracia', es decir como un alcalde recordado por lo que contribuyó a la transformación de la ciudad.
A su favor tiene su largo período al frente a la Presidencia de la Ciudad. Una década larga que da para mucho y que, en verdad, ha logrado transformar Melilla, en concordancia con las exigencias y sinergia de cambios y avances de los nuevos tiempos
En estos diez años se podría haber hecho también otra política, más comprometida con el Medio Ambiente, como han venido exigiendo los ecologistas, pero posiblemente no en los estrictos términos que esos mismos ecologistas han venido demandado, muchas veces por convencimiento y otras por intereses políticos partidistas a los que tampoco son ajenos.
Y es que el recurso fácil de abominar del hormigón y el ladrillo no es tan convincente en una ciudad con una escasez de suelo determinante para su menor desarrollo y convergencia con el resto de nuestro país. No obstante, sí que se podría haber abogado por una ciudad más saludable, con más calles peatonales y menos coches.
En estas demandas a favor de una ciudad más humana siempre es más fácil hablar que actuar. Sin embargo, nunca es tarde ni nada de lo que se ha hecho lo impide. Para triunfar en tal sentido, no vale únicamente con crear calles peatonales, como bien dice con mucho sentido común en esta misma edición un activo melillense, José Cobo, a quien publicamos un artículo en nuestra sección 'Tribuna Pública'. Hay que tomar otras medidas que ya se están adoptando como la creación de parkings públicos que permitan dejar el coche bien aparcado y poder seguir la ruta a pie, sin mayor inconveniente a la hora de retornar a casa.
Todo cambio de hábitos exige fases y por eso ni podemos abogar por una ciudad que de la noche a la mañana quiera emular a Amsterdam sembrando de repente bicicletas entre los que nunca se apean del coche, ni podemos tampoco obviar una saturación que nosotros mismos favorecemos y provocamos casi tanto como a la vez nos quejamos.
En suma, que la transformación de Melilla es un hecho innegable, pero también que de lo bueno podemos sacar aún lo mejor y abogar por un planteamiento que, más allá de la dotación de nuevas infraestructuras, recuperación de nuestro patrimonio, construcción de nuevas y necesarias viviendas o creación de mejores equipamientos, nos permita dar un paso en firme hacia una ciudad más vivible, saludable, amable y grata para todos. Una ciudad que combine mejor nuestras necesidades con nuestros deseos. Una ciudad, si pudiera ser, que también ayudara a cambiarnos a mejor y para bien.
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