Las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social. Así viene recogido en el artículo 25 de nuestra Constitución. En algunos casos éste es un objetivo inalcanzable. Así ocurrió ayer, cuando la etarra Inés del Río abandonó el centro penitenciario de Teixeiro. Dejó la cárcel como entró: Sin la menor señal de arrepentimiento por sus crímenes a pesar de que en su historial asesino figuran 24 víctimas mortales. Fue condenada a 3.800 años de prisión, pero desde ayer está libre. El tiempo que ha pasado entre rejas ha servido para poco. No recupera la libertad porque haya sido “reeducada” ni porque esté “reinsertada” en la sociedad. Ha ocurrido qu una ley se ha puesto de su lado y ha dado la espalda a sus víctimas.
Al verla salir de la cárcel coruñesa, a los familiares y amigos de los fallecidos debió de darles ayer un vuelco el corazón, como tuvo que sucederle a los vascos de bien cuando observaron cómo los ‘compinches’ de la asesina la recibían con una ikurriña, una bandera que ETA ha teñido de sangre durante años.
Fue un día triste para los ciudadanos que defendemos la justicia y la libertad. Afortunadamente, los melillenses que nos soliviantamos ante esa clase de acontecimientos pudimos compensar nuestra decepción en la Justicia con otra noticia que ayuda a creer que no todo está perdido y que a veces el sistema funciona. Ayer una docena de reclusos del centro penitenciario de Melilla recibió los diplomas que acreditan que han realizado un curso de camareros. Esta formación hará que cuando salgan de prisión les sea un poco más fácil rehacer sus vidas. La iniciativa ha sido posible gracias a ‘la Caixa’, que a través de su Fundación vuelve a demostrar que no todo son números cuando hay que hacer el balance anual. La crisis económica tampoco ha sido excusa esta vez para no continuar ‘invirtiendo’ en las personas. Gracias a estos principios y al apoyo de ONGs como Melilla Acoge, una docena de hombres y mujeres dejará la prisión y volverá a estar entre nosotros contribuyendo al progreso de nuestra sociedad.
Queda así demostrado que la cárcel nos devuelve todo tipo de personas. Algunas están de nuevo en la senda y regresan con el objetivo de intentar no volver a extraviarse. Otras son bestias orgullosas de sus crímenes que no dan señal de menor signo de arrepentimiento. Lástima que la Justicia no sepa diferenciar siempre entre ambas clases de personas y que las trate del mismo modo. Otra vez queda demostrado que las leyes son imperfectas y que a veces se equivocan quienes las dictan creyendo que la capacidad de arrepentimiento y el propósito de enmienda son generales. No siempre aciertan. Hay días que para atinar doce veces hay que equivocarse una.
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