Un triunfo para los mediocres

LAS personas inteligentes no se atornillan a un puesto. Llegan a la política y en cuanto empiezan a amargarles la vida, se marchan, convencidas de que pierden más quienes no les valoran que ellos mismos. No es que pretendan morir matando, sino que prefieren hacerse el haraquiri a soportar el acoso silencioso no sólo de quienes les atacan sino también de quienes les ignoran. Ponerse de perfil duele tanto como negar la mirada.

Julio Liarte ha dimitido como presidente de Promesa. Para algunos personajes de esta ciudad era raro que compatibilizara su puesto de funcionario con el de Proyecto Melilla S.A., pero si nos ceñimos a lo que dice la ley, no estaba infringiendo ninguna norma. Los que hemos compatibilizado dos o más actividades a la vez sabemos que es difícil sacar todo el trabajo adelante. Pero si la persona que los hace está altamente cualificada, no hay barreras insalvables. Yo siempre he defendido que es mejor un listo al 50% que un mediocre a jornada completa.

Todos dábamos por hecho que Liarte estaría poco tiempo en Promesa. Sabemos lo importante que es su aportación en temas económicos especialmente ahora que Melilla atraviesa una de sus grandes crisis. Estoy convencida de que sólo profesionales como él están capacitados para sacarnos del socavón. Pero se ve que soy de las pocas que piensan así. Los cerebros privilegiados de nuestro Gobierno local no lo han tenido muy claro. Aunque, por más que me digan que CpM y PSOE no veían con buenos ojos a Liarte, sigo pensando que detrás de esta dimisión hay una mano negra y adelanto que no es la mía. Algo habrá tenido que ver el acoso de personajes pequeños y ridículos. No hace falta pronunciar sus nombres. A estas alturas todos les hemos puesto cara.

Nadie dimite exclusivamente por problemas personales. Esos están siempre ahí. La política es un oficio ingrato. Mientras dedicas tu vida a los ciudadanos de tu ciudad, privas a tu familia de tu compañía. Es un sacrificio que siempre pesa a la hora de tomar decisiones. Por eso no dudo de que evidentemente Liarte haya tenido motivos personales para dimitir. Pero también sé que una persona como él, que lleva muchos años enamorado de la política, no lo dejaría sólo por eso. Entiendo que ha tirado la toalla porque ha sentido que no contaba con la confianza de la mayor parte del Consejo de Administración al que pertenecen Emilio Guerra, Paz Velázquez, Esther Donoso, Rachid Bussian, Javier Mateo, Mohamed Ahmed Al-Lal, Francisca Ángeles García Maeso e Ignacio Ramírez Sempere. Vamos, que hay avisperos más tranquilos que éste.

Liarte llevaba meses en el cargo sin que nadie se acercara a dialogar con él. En cuanto consiguió sentarse con un representante de CpM, le quedaron las cosas meridianamente claras y en consecuencia, tomó la decisión de dimitir. Ojo, no estoy diciendo que ese encuentro hubiera sido agrio, ni que Coalición por Melilla pidiera ahí su cabeza. Estoy diciendo que tras ese encuentro, Liarte lo tuvo más claro. ¿Por qué hemos tenido que esperar tanto para llegar hasta aquí? ¿Por qué no supimos ahorrarnos este período transitorio?

Quienes vivimos con emoción la llegada del cambio a esta ciudad, sabemos que Liarte fue una apuesta arriesgadísima porque llegaba al cargo de consejero con un enemigo mediático abriéndole un fuego encarnizado. Aun así, De Castro no se arrugó y lo nombró consejero. Pero las cosas no han mejorado desde entonces. Por eso hoy estamos como estamos. Nada pasa por casualidad.

A Liarte, quienes no le quieren bien podrán achacarle miles de defectos, pero nadie puede decir a día de hoy que haya metido la mano en la caja; ni que apeste a corrupción; ni que haya venido a la política a cobrar a fin de mes o a comprar trajes para pasearse por la ciudad. Mucho menos podrán decir que no está preparado intelectualmente para asumir el difícil reto de sacar a Melilla del socavón en el que estamos.

Es verdad que él no se presentó a las elecciones y no ser un cargo electo ha pesado en su contra. Encima de la mesa se deja varios proyectos interesantes: como el de sacar adelante una escuela de construcción; el uso intensivo de la Hostelería, la promoción del teletrabajo y del capital de riesgo, aplicar cambios en el sistema de pagos de los cursos, sacar adelante un programa de mentoring o elaborar un Plan Estratégico para esta ciudad.

Me pregunto si hay alguien con cualidades similares o iniciativas en mente para sustituirle. Cuando era muy joven una profesora de la Universidad me regaló un consejo que he recordado toda mi vida. Me dijo que tuviera siempre claro que a los mediocres se les puede dar la vuelta, podemos saltárnoslos, pero nunca, nunca podremos ocupar su sitio porque harán hasta lo imposible por defenderlo. Es la Ley de la Mediocridad, me dijo y durante mis 46 años he podido comprobar en múltiples ocasiones hasta dónde es capaz de llegar un mediocre herido. Liarte ha podido comprobarlo también. Su dimisión suena a jaque mate. Gana el mediocre… por ahora.

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