Manolo Sarria, el alto del Dúo Sacapuntas, representa el jueves ‘1 más 1 no son dos’ en el Kursaal, una obra que trata mil temas cuyo único objetivo es hacer reír al público sin más
Asegura que la obra de teatro era lo que le quedaba por hacer. El humorista Manolo Sarria representa este jueves en el Kursaal la obra ‘1 más 1 no son dos’, una comedia que creó hace un año con otro grande del mundo de los chistes, Justo Gómez. Sarria explica a El Faro que se tratan mil y un temas en la obra, pero que su única intención es que la gentes se ría en la butaca del teatro. Nada de hacer pensar al público que ya tiene mucho sobre lo que reflexionar en su vida, añade.
Este gran humorista es muy conocido porque es el alto del Dúo Sacapuntas, junto con su compañero Juan Rosa, que falleció hace unos años, creó frases y latiguillos que la gente utilizaba en sus conversaciones, entre ellas: “¿Cómo estaba la plaza? ¡Abarrotá!”.
Manolo Sarria afirma que la comedia va a gustar mucho a los melillenses. El jueves sólo estará en el teatro el colectivo de la tercera edad, ya que esta obra se ha incorporado como una actividad más de la semana dedicada a los mayores de Melilla que organiza la Ciudad. Sarria asegura que está abierto a volver a la ciudad para ofrecer esta obra a todo el público y que de esta forma, más melillenses puedan sonreír y reír sin más.
–¿Cómo surge la idea de hacer ‘1 más 1 no son dos’?
–La obra nace porque Justo Gómez y yo teníamos muchas ganas de hacer teatro. En 2012 decidimos hacer una comedia. Maduramos la idea, la reescribimos mil veces hasta que dimos con la tecla y a finales de ese año, comenzamos a representarla, pero en teatros y salas pequeñitos para ir probando y ver la reacción del público. Ya a principios de 2013 empezamos la gira en los teatros grandes y hasta ahora.
–La comedia es muy curiosa porque va de un estudiante, pero que en lugar de ser ‘un jovencito’ tiene 60 años. Eso sí, está a la espera de una beca Erasmus. ¿Cómo se les ocurrió hablar de este tema?
–Es una comedia como la vida real. Y como está la vida ahora, que el personaje a sus 60 años pida una beca Erasmus puede sonar rocambolesco, pero precisamente de eso se trata, de sacar ahí la comedia. Yo interpreto este personaje que es una persona mayor que está estudiando y vive en un piso muy cutre, precisamente de estudiantes. Justo (Gómez), por otro lado, interpreta a un hombre muy extrovertido que se viene a vivir a mi piso. Yo creo que su mujer lo echa de casa por ponerle los cuernos, pero luego me doy cuenta de que no, que le ha echado por ser extremadamente supersticioso, lo cual desatará también muchas risas en el público. A todo esto se le suma que Justo se trae al piso a su hermano gemelo que es homosexual. De ahí lo de ‘1 más 1 no son dos’. Se lo trae a la casa y yo no lo sé. Además mi personaje es un hombre muy chapado a la antigua y muy pendiente de lo que la gente opine. De esta forma, en la comedia se aborda algo que nos pasa a todos, esto es, que no te importa cómo es la gente para convivir con ella, pero sí el qué dirán los vecinos y los conocidos.
–En la comedia, ¿también habláis de política, de familia y de la sociedad actual?
–Sí, sale a relucir todo. Yo estoy estudiando y Justo me dice que no lo haga que me ponga a trabajar que con la edad que tengo no debo hacer otra cosa. Y yo le digo que no hay quien trabaje. Y al final, como todo el mundo cuando hay un problema, le acabamos echando la culpa a los políticos, sino a quién se la vamos a echar, pues a ellos. También hablamos de la independencia de Cataluña, de la forma de hablar que tenemos los andaluces... de muchas cosas.
–¿Lleva muchos años con Justo Gómez compartiendo escenarios?
–Pues unos 35 años. El tenía un grupo de humor y yo estaba en el Dúo Sacapuntas. Coincidíamos mucho en salas de fiestas y en bolos de teatros. Luego hemos coincidido trabajando cada uno en solitario. Y aunque cada uno ha hecho su carrera profesional llegó el día en que decidimos unirnos y la verdad es que nos va bien. El público está encantado con la obra y estamos muy contentos.
–¿Esta comedia no surge como una forma de buscarse las habichuelas en estos tiempos de crisis económica?
–No exactamente. Llevo 400 programas de ‘Menuda noche’ de Canal Sur. Desde hace cinco años que estoy en este programa y la verdad que es nunca me ha faltado el trabajo. Sí es cierto que las contrataciones están más flojas que antes y te llaman menos porque hay menos dinero para hacer actuaciones. Esta obra de teatro nos ha servido para llenar el hueco que deja el invierno, pero incluso en la época de vacas gordas se reducían las actuaciones durante ese tiempo. Ya decidimos emprender este proyecto por hacer algo que nunca habíamos hecho, teatro, y con una comedia dirigida y escrita por nosotros y que además, nos ha servido para trabajar aún más en el invierno.
–¿Debe tener mucha memora un humorista? Es que resulta casi incomprensible cómo se saben tantos chistes de mil y un temas y son capaces de sacarlos a colación en cualquier momento.
–Bueno, no sé si otras personas no tienen memoria o tienen menos que los humoristas. Pero creo que esto va implícito con la profesión. Si eres bueno en tu trabajo, te implicas en él, acabas teniendo muchos recursos y herramientas. Y eso es lo que nos pasa a nosotros, aunque también venga acompañado de memoria para poder almacenar los chistes. Eso sí hay veces que de repente te acuerdas de uno que hacía años que no se te ocurría. Pero también hay un trabajo de campo importante. Hay que estar pendiente de lo que pasa en la calle y de lo que se cuece a nivel político para luego contarlo en clave de humor.
–¿Es complicado hacer reír a la gente?
–Claro que es complicado hacer reír al público. Cuando la gente va a ver a un cantante porque le gusta sus canciones, cuanto más las escucha, más les gusta. En el humor es al contrario, cuanto más escuchas un chiste menos te gusta porque te lo sabes y ya no te ríes. Los humoristas tenemos que utilizar chistes que no estén muy usados, escenas cómicas que no se hayan visto. Todo eso lo haces y lo diseñas con ilusión y luego, lo mismo, cuando lo representas no tiene gracia. Por eso, nosotros siempre antes de subir a un escenario, como con esta comedia, representamos la obra para un grupo de amigos o en salas más pequeñas.
–¿Lleva una libreta o algo así para anotar las ideas que le surgen cuando se está tomando un café o está haciendo la compra?
–No llevo libreta, pero sí que me apunto las cosas en algún papelillo. Si es un chiste, lo suelo recortar, porque me hace reír. Pero se ha dado el caso de estar en la Seguridad Social, ver una escena que me ha llamado la atención y la he apuntado para que no se me olvide y así, añadirla a alguna escena de mis actuaciones.
–Son muchos los años que lleva haciendo reír a la gente. ¿Ha notado si ha cambiado nuestro sentido del humor?
–Creo que el humor va por modas. Y evidentemente no cambia nuestro humor, sino la forma de hacer humor. Hace unos años recuerdo a cómicos acompañados de una actriz que salía ligera de ropa. El humor de aquellos tiempos era de cabaret y en tono burlesco. Era una forma de hacer un espectáculo bonito y de hacer humor, que no es que ya no se pueda hacer, pero ahora nos cogemos las cosa con papel de fumar. Hay que tener cuidado de no herir los sentimientos de la gente. Yo tengo una compañera que actúa conmigo en algunos espectáculos y no hace falta que vaya ligera de ropa, sino simplemente que interprete su papel, ya sea de enfermera o de monja.
–Entonces, todos estos cambios sociales afectan a los chistes que crean.
–Cambia mucho la forma de hacer los chistes. Hay que gente que se molesta por todo, pero sobre todo con los humoristas. Un político puede despotricar todo lo que quiera que nadie se molesta, pero si lo hace un humorista, sí se molesta el público. De cualquier forma, si tenemos que hacer un chiste sobre homosexualidad, por ejemplo, lo hacemos lo más finamente posible para que nadie se sienta ofendido. Claro que condicionan todos los cambios sociales.
–¿Hay diferencias entre el humor que hacen para los jóvenes o para los mayores?
–Hay muchas diferencias. La gente joven no conoce quién es Paco Arévalo, quienes son los Hermanos Calatraba... Es más difícil llegar a este público. La gente joven es más de monólogo. Conoce a Dani Rovira o a Quique San Francisco. Pero, un monologuista no es un humorista. Un monologuista puede ser cualquier persona. Te dan un texto que esté bien escrito y si tienes un poquito de salero, ya puede ser monologuista. De hecho hay por todos lados. En muchos casos los vas a ver y no te termina de gustar porque es más malo que mandado a hacer. Y un humorista no puede hacer esto. Un humorista tiene que hacer humor, debe saber interpretar chistes, hacer escenas cómicas, tiene que saber bailar y cantar, vaya debe saber hacer de todo para crear un buen espectáculo. Un monologuista llega empieza con un monólogo y termina con otro y ya está.
–¿Nunca le ha pasado que una actuación no haya tenido gracia y la gente se haya quedado mirándole sin más?
–No porque antes de interpretar cualquier cosa lo probamos aunque sea con nuestros amigos. Todo se ensaya mucho y se experimenta mucho. También lo que he hecho es utilizar un chiste en mitad de un espectáculo que ya está rodado para probar qué tal sienta en el público. Pero lo que no puedes hacer es subir a un escenario del tirón a ver cómo queda. Todo lo que hacemos lleva mucho trabajo detrás.
–Y de ese trabajo surgen frases como ‘la plaza estaba abarrotá’ o ‘22, 22, 22’. Imagino que es un orgullo que el público acabe utilizando este tipo de frases en sus conversaciones normales.
–La verdad es que con el Dúo Sacapuntas tuve la suerte de que creamos unos ‘latiguillos’ que funcionaron durante años e incluso los jóvenes de ahora los utilizan sin que nos hayan visto en las actuaciones del ‘1,2,3’.
–Es una forma de dejar huella.
–Es un orgullo para nosotros. Hubo un año en el que llegamos a tener 25 millones de espectadores, cuando sólo había dos cadenas de televisión y a partir de ahí, salieron esas frases y nos han hecho sentir muy orgullosos.
–Y volviendo a ‘1 más 1 no son dos’, ¿la intención de la obra es hacer reír o también da qué pensar?
–La intención de la obra es que la gente esté concentrada en reírse y que no piense en nada. No queremos hacer pensar a la gente. Hablamos de cosas actuales con sarcasmo, pero el público ya tiene muchas cosas en las que pensar como para que tu le cuentes otro cuento y que tenga que darle vueltas a la cabeza. Nosotros hablamos de política y de sociedad en clave de humor para que lo disfruten ‘in situ’, nada de que luego lleguen a casa y se acuerden de un chiste y lo entiendan horas más tarde. Yo quiero que caiga y se ría en el teatro. De hecho se ríen antes de que salgamos al escenario, porque ponemos una grabación, como si Justo y yo estuviéramos subiendo las escaleras del piso. Es un minuto, pero ya se está tronchando de la risa. Al final del espectáculo continúan riéndose.
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