Opinión

Un poco de tensión

A FRONTABA el Presidente Rodríguez Zapatero, en 2008, sus segundas elecciones generales, después de haber ganado las primeras en 2004, tras los traumáticos atentados de los trenes de Atocha, cuando una conversación en voz baja con el periodista Iñaki Gabilondo fue interceptada por un micrófono abierto, en las proximidades de donde se encontraban, en un estudio de televisión, tras finalizar una entrevista. En palabras de Zapatero “todo iba razonablemente bien para las elecciones”. Si acaso, convenía que hubiese “un poco de tensión”. Parece una frase pronunciada por un bombero pirómano que precisa que exista el fuego para que se valore su utilidad. Pero era el Presidente del Gobierno en funciones, candidato a renovar su puesto.

Esta pasada semana, hemos escuchado la rueda de prensa ofrecida por Pedro Sánchez a los medios de comunicación en la Isla de la Palma. Un ejercicio de oposición a la oposición, vertiendo toda clase de críticas sobre el Partido Popular por no avenirse a seguir su guion. También ha dirigido sus críticas a los medios de comunicación por preguntar lo que consideran pertinente en relación con una eventual remodelación del Gobierno. Les ha espetado, ni más ni menos, que intoxicar no es informar. Sorprendentemente, ha pedido que se le permita trabajar en la resolución de los problemas cotidianos de los españoles, algo que, precisamente, se ha echado de menos en la tarea de este gobierno, que asumió sus funciones ejecutivas prometiendo una agenda progresista, ecologista, feminista y nunca vista, independientemente de cuales fueran los problemas cotidianos de los españoles. Y así vamos.

Se advierte en sus palabras la obstinación por mantenerse en su peligrosa deriva autoritaria de deslegitimación de todas aquellas instituciones que no sigan sin rechistar lo que determine el ejecutivo. Deriva absolutamente incompatible con un ejercicio democrático del poder. Escuchar a la oposición es muy saludable para no ser algo que no le gusta que le llamen, pero que pone de manifiesto con demasiada frecuencia, un autócrata.

Por su parte, en la misma línea, el Ministro de la Presidencia asegura que el líder de la oposición no es de fiar porque no cumple con los pactos secretos, aparentemente contraídos entre él y el anterior Secretario General del Partido Popular. Lo dice el Ministro de la Presidencia de un Presidente que ha incumplido, uno tras otro, todos los compromisos preelectorales, que, para su desgracia, todos los españoles recuerdan permanentemente. A nadie se le olvida que no podría dormir con Unidas Podemos en el Gobierno. Tampoco que nunca pactaría con EH Bildu: “se lo puedo repetir hasta 20 veces, si quiere. No pactaré con Bildu”.

Y es que todos los males a los que nos está conduciendo este Gobierno vienen motivados por el pecado original del mismo, que no es otro que su política de coaliciones y de apoyos, sin restricción alguna, con el único objetivo de mantener a Pedro Sánchez en la Moncloa. ¿Quién se acuerda ahora de las famosas líneas rojas definidas en el Congreso del PSOE en el que resultó rechazada la postura del candidato Pedro Sánchez a pactar con quien fuera a fin de alcanzar el Gobierno? Parecen haber desaparecido. ¿Quién no es, realmente, de fiar?

En este escenario, se plantean peligrosas y quizás irreversibles reducciones de agentes del CNI en el País Vasco y Cataluña, poniendo en peligro el legado del trabajo elaborado durante décadas por eficaces servidores públicos que han servido con denuedo a nuestra seguridad y nuestra libertad.

Se promueve, al mismo tiempo, la revisión de la Ley de Secretos Oficiales, trasladando al Ministerio de la Presidencia la gestión de la documentación clasificada que hasta ahora venía siendo responsabilidad del Centro Nacional de Inteligencia, encuadrado en el Ministerio de Defensa. Un fraccionamiento del Centro más bien que un cambio de dependencia de todo el Centro en su conjunto.

Finalmente, se vuelve a dar un nuevo impulso a la denominada Ley de Memoria Democrática, que, entre otras cosas, propicia una vuelta a la rememoración de viejos motivos de discordia entre españoles, que nos comprometimos a superar en nuestra tan traída y llevada Transición del 78.

Deberíamos estar a la altura del significativo esfuerzo afrontado por nuestros padres para entregarnos una España que pasó página de los desencuentros protagonizados por nuestros abuelos, de los que nuestros padres fueron víctimas en primera instancia. ¿Estaremos a la altura de entregar a nuestros hijos una España mejor que la que recibimos de nuestros padres?

Se abre ante nosotros un período de algo más de un año repleto de citas electorales en las que el escenario aparentemente más deseado por el Presidente del Gobierno, que ve que las encuestas o los sondeos de opinión de los españoles le vuelven la espalda, es el de la polarización al objeto de hacer caer en la trampa de la confrontación y de la visceralidad a sus adversarios políticos. Es momento de no perder los nervios y precisamente anteponer a toda otra consideración lo que son los problemas cotidianos y reales de los españoles, que no son otros que los de la conservación de su poder adquisitivo, la generación de la riqueza necesaria para promover una saneada actividad laboral y la disposición de unos servicios públicos sostenibles y de calidad.

Todas y cada una de las actuaciones del Gobierno en las últimas fechas, que ya vienen siendo muchas, no parecen perseguir otro objetivo más que el de una permanente huida hacia delante, buscando, para cada contrariedad a la que se enfrenta, un nuevo motivo para la confrontación y el desasosiego, culpando, para ello, de todos los males, a la oposición, a la prensa o a las instituciones que no controla para la satisfacción inmediata de sus intereses.

Con el fin de poder trasladar a nuestros hijos una España mejor que la que recibimos de nuestros padres, es importante contrarrestar todo intento de promover la confrontación entre los españoles, contraponiendo un escenario de concordia y serenidad al aparentemente concebido por el Presidente del Gobierno de volver a sumirnos en un escenario de “un poco de tensión”.

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