En la última jornada del Mercado Medieval de Melilla que hoy cierra sus puertas hasta el año que viene, los melillenses han tenido la oportunidad de viajar a la Edad Media y también aprender algunos oficios ancestrales como son los talleres de fabricación de trillos, utilizados en la agricultura, y la extracción de la resina del pino, una industria recientemente extinguida en España.
No obstante, Melilla La Vieja ofrece un escenario sin parangón para trasladarse al medievo de la mano de zancudos, pasacalles y saltimbanquis así como los personajes que ya se vieron en la cabalgata inaugural del viernes. Toda esta animación está presente para divertir y sorprender a los melillenses.
Pero lo más impactante es el colorido que la ciudadela presenta, en especial, en la plaza de Armas, donde se ha instalado el campamento medieval, en el que los melillenses pueden poner a prueba sus habilidades en el campo de tiro con arco gracias a la colaboración del club deportivo, de reciente creación en la ciudad.
A medida que uno se adentra en las callejuelas del mercado percibirá inmediatamente una multitud de olores. Proceden de los puestos de embutidos, ibéricos en su mayor parte y traídos de todas las regiones españolas. Otros vendedores ofrecen una amplia variedad de quesos, entre los que podemos encontrar el popular queso de tetilla, cabrales, de oveja, curados y semicurados.
Los dulces son una alternativa para los más golosos tanto niños como mayores, ya que el puesto de las golosinas de múltiples sabores y formas llaman la atención de todos. Aunque también podremos encontrar tartas, bizcochos y rosquillas para un buen desayuno o merienda.
La visita a Melilla La Vieja se completa, en la plaza Santa Ana, con la exposición de aves rapaces y búhos en la caseta de Cetrería y los más pequeños pueden disfrutar de un paseo en el tiovivo medieval.
De vuelta a casa, qué mejor manera de terminar la jornada que con una torta con chocolate en la Crepería en la plaza Pedro de Estopiñán para decir adiós a la octava edición del Mercado Medieval.
La materia prima: la cuerda
En este puesto ubicado en la plaza de Pedro de Estopiñán trabajan el arte de la cuerda. Las pulseras y collares realizados con este material, de múltiples colores y con nudos entrelazados supone un accesorio original que, para los más atrevidos, pueden combinarlo con un tatuaje de henna. No hay que preocuparse, el catálogo de tatuajes darán una idea del diseño a elegir y, tranquilidad, no es permanente.
Las rebajas llegan al mercado
Los melillenses que se den una vuelta por la calle San Miguel encontrarán la mayor parte de los puestos comerciales de este mercado. Así podrán comprar algunos ‘trapitos’ para este verano ambientados en la moda hippie con gran diversidad de estampados tanto en camisetas, pantalones, faldas y complementos como bolsos o sandalias. Y es que del Mercado Medieval los melillenses pueden salir con el estómago contento y vestidos de pies a cabeza.
El puesto más moderno: Tricky’s
Para los que gusten de abalorios de diversa índole, el puesto de Tricky’s personaliza al detalle cualquier producto al gusto del consumidor.
Es uno de los puestos más modernos del Mercado Medieval pues con juga la Edad Media con la era 2.0.
Así, los clientes pueden realizar sus encargos a través de una página web (www.manualidadesmelilla.com) y hacer sus encargos y regalos personalizados para bodas, bautizos y comuniones. Pisapapeles, marcapáginas, marcos para fotografías, alfileres y broches de fieltro son algunos de los productos que los melillenses podrán encontrar en Tricky’s y hacer que se lo personalicen en el momento. Como muestra la imagen es uno de los puestos que más atrae la atención de los ciudadanos.
Una labor ancestral: ‘Hugues’
Una de las múltiples novedades y curiosidades de este mercado es el taller de extracción de la resina de pino. Todas las partes de este árbol eran muy apreciadas en la antigüedad. Con la raíz resinosa, con agradable olor, se hacían ‘teas’ para alumbrar las casas. La corteza se molía y usaba como aislante en paredes y suelos; el tronco para la fabricación de tablas, muebles y vigas y las ramas se usaban como combustible de estufas y hornos.
La técnica utilizada para extraer la resina del pino se denomina ‘Hugues’ consistente en la utilización de una azuela y una garrancha con la que se sabana unas finas láminas de madera. Este método requería de un gran aprendizaje y habilidad especial así como de fuerza física.
La campaña de la resina duraba nueve meses, comenzaba en abril hasta el mes de mayo que se recogían los botes de miera, nombre de esta resina. Cada pino producía alrededor de cuatro kilos de resina al año, por lo que, cada resinero obtenía de su ‘mata’ de 4.000 pinos unos 16.000 kilos de resina.
Con el paso de los años los pinos terminaban por secarse y la madera ya no podía aprovecharse más que como leña, ya que para ebanistería el material perdía calidad. Uno de los principales usos de la resina era la obtención del aguarrás. La resina llega a la planta de destilación llena de impurezas por lo que se calienta y se filtra varias veces. Una vez limpia se denomina ‘trementina’ y se vuelve a calentar a 170 grados. Ésta se evapora y el resultado es una mezcla de agua y aguarrás de fácil separación pues este último tiene menor densidad y flota.
Primero, segundo y postre
Como entrantes, el Mercado Medieval ofrece un buen surtido de quesos, cecina y jamón. Siguiendo la calle San Miguel encontraremos las delicias de tierras gallegas como el pulpo, las costillas y chorizos criollos. Además, la taberna vikinga ofrece también cochinillos a la brasa y jamón asado.
Para los que gusten de la comida exótica también podrán encontrar los populares pinchitos morunos así como carne de kebap preparada con la salsa que más guste.
Si a pesar de todo esto aún queda hambre que saciar, en la plaza de Pedro de Estopiñán podrán saborear las crepes o también optar por un bizcocho o magdalenas rellenas de chocolate.