Ayer fue un día histórico por muchos motivos. El Nazareno, la antiquísima talla de la Cofradía de la no menos histórica Iglesia de la Purísima Concepción, salió en procesión con motivo de sus más de 300 años de estaciones de penitencia en Melilla y 350 aniversario a su vez de la fundación de la Hermandad que lo porta siempre en Semana Santa por las calles de la ciudad.
Al menos así estaba previsto antes de empezar este artículo, en medio de la esperanza de que la amenaza de lluvia no llevara al traste la celebración de tan emblemático aniversario, porque cuando se repite el tópico de que con la Cofradía del Nazareno la historia de Melilla sale a la calle, no se incurre en ninguna frase manida sino en una alusión acertada a una realidad incuestionable.
El Nazareno, como la Dolorosa de la misma Cofradía, imágenes en ambos casos del prestigioso Pedro de Mena, están imbricados en el devenir de nuestra ciudad no sólo por la larga historia que les acompaña sino por el simbolismo que da carácter y vigencia a la Hermandad de la que son titulares.
La Real Cofradía del Dulce Nombre de Nuestro Padre Jesús Nazareno y María Santísima de los Dolores en su Soledad, es heredera de la tradición semanasantera de Melilla. De hecho, posee el patrimonio histórico de mayor valor de cuantas cofradías existen en nuestra tierra y tiene su sede parroquial en la no menos histórica Iglesia de la Purísima Concepción, en ‘El Pueblo’, ‘Melilla la Vieja’.
Las imágenes titulares siempre procesionan en Miércoles y Viernes Santo y hace tres años obraron el milagro de hacer de la pluralidad y eclecticismo de la sociedad melillense una expresión práctica que salvó a la Virgen de las Lágrimas –otra talla de la misma hermandad, en esta ocasión procedente de la Iglesia de Alhucemas- de no salir en procesión por falta de portadores.
Los dos últimos años, y como reacción a aquella incidencia, de tintes positivos en su conclusión pero negativos también en su ilustración de la peor amenaza que padecen algunas de nuestras hermandades, lo sucedido provocó que el movimiento cofrade local se reinventara y a través del joven Álvaro Guzmán se introdujera en Melilla el paso sevillano del costalero, oculto bajo los mantones del paso, que exige de un menor número de hombres de trono y contribuye a salvar por tanto la falta del mayor grupo de portadores que requiere el tradicional estilo melillense con los pasos llevados a hombros.
Nunca hasta ayer, al menos en la etapa más contemporánea de nuestra Semana Santa, el Nazareno y la Sole de ‘El Pueblo’ han salido juntos en procesión por las calles de la ciudad.
La de ayer fue por tanto una procesión histórica que, sin embargo, en mi opinión, no se ha publicitado como se debiera teniendo en cuenta la importancia del hecho y el extremo simbolismo histórico que la revestía y dotaba de mayor valor.
Aún así, la iniciativa, junto al conjunto de actividades que servirá para celebrar el aniversario de la fundación de la hermandad, es todo un acierto que en fechas próximas nos permitirá saber más de nuestra propia historia local y religiosa a través de expertos tan versados como el que fuera también hermano mayor de la misma hermandad, Carlos Castañeda.
Y de vueltas al principio, como digo, el de ayer fue un día histórico también porque la presencia de la Copa del Mundo de Fútbol en Melilla se recibió con alegría y con un simbolismo también innegable, al asimilarnos más al resto del país al que pertenecemos.
En una ciudad como la nuestra, donde estamos acostumbrados a que se nos excluya de sorteos y ventas por catálogo o de promociones diversas de los más importantes periódicos nacionales –por no aludir a otras cuestiones de tipo político e incluso institucional-, sólo nos hubiera faltado que el trofeo traído a España por ‘La Roja’ no cruzara el Estrecho para darnos también a nosotros la alegría de poder tocarlo e inmortalizarnos con él en una fotografía para la posteridad.
Acudí por obligación pero también por devoción a ese primer acto de la Copa del Mundo entre los melillenses y me llevé para siempre una fotografía con mi sobrino Adán, que sólo tiene seis años. El ya es un forofo del Fútbol. Como nosotros, muchos melillenses no se perdieron tampoco este recuerdo que terminará siendo un fetiche en nuestro álbum familiar.
Los melillenses disfrutamos al compás del resto de España de la fiesta in crescendo que nos regaló ‘La Roja’ durante el mes de junio y primeros de julio de este pasado verano. Lo compartimos además con nuestros vecinos marroquíes con esa armonía que nos distingue, muy a pesar de los conflictos fronterizos que comenzarían a sucederse poco después.
Que la Copa, la ansiada Copa del Mundo que ese equipo de fueras de serie ha traído por primera vez a España, ahora esté entre nosotros, es un orgullo y una alegría colectiva que nos invade de nuevo de la ilusión como pueblo, de ese espíritu de unión que tanto necesitamos para sacar esta ciudad y este país adelante. Disfrútenla también y acudan a verla, desde hoy, a las once de la mañana, en la Fundación Gaselec.