La incomprensión y los prejuicios sociales son las batallas que combaten las personas que viven en el albergue.
No es una casa habitual. Tiene tres plantas y una entrada típica de un patio andaluz. Podría ser una comunidad de vecinos de cualquier barrio de Melilla, pero no lo es. Se trata de un edificio que acoge entre sus paredes a personas que no tienen otro cobijo. El albergue de San Vicente de Paúl acoge a unas 30 personas que, en estos días de lluvia y frío, encuentran un techo bajo el que guarecerse no sólo de las inclemencias del tiempo, sino también de los prejuicios y la incomprensión de la sociedad. En este ‘pequeño hotelito’ se combate a la soledad con el cariño de los voluntarios y los trabajadores del albergue.
El responsable de esta ‘casa de acogida’, Francisco Ruiz Ripol, aseguró a El Faro que estos días, con la llegada del frío, ha provocado la llegada de más personas a esta institución. Afirmó que detrás de cada persona que cruza el umbral de este edificio hay una historia que debe ser escuchada. Pero sólo eso. En este edificio no se dedican a juzgar a los huéspedes, sino a acompañarles en esta etapa de su vida en la que se ven sin recursos y sin nadie que les eche una mano.
Ruiz Ripol destacó que muchos entran nada más que con lo puesto. Aseguró que lo más difícil no es no tener dinero, sino estar solo en este mundo.
“No se pueden imaginar la cantidad de gente que vive con la amargura de la soledad. Ésta es muy mala. Hay muchas personas en Melilla que no tienen a nadie que les haga caso e incluso, hay personas que sufren el maltrato de otras”, explicó. No se trata de violencia física, pero sí de indiferencia y de un trato incorrecto hacia otro ser humano, que aunque vaya vestido con harapos, sigue siendo un hombre o una mujer.
San Vicente de Paúl tiene entre sus principales objetivos acompañar a las personas que se encuentren solas en la vida. Ofrecerles un techo, una habitación donde dormir, ropa y comida son cosas que, de alguna forma, pueden proporcionar otras entidades, pero el cariño y la comprensión a estas personas sin hogar sólo se les da en este albergue.
Ruiz Ripol explicó que muchas personas, cuando piensan en este tipo de instituciones, se las imaginan como un lugar de paso, sin calor de hogar. Sin embargo, aseguró que cuando los huéspedes pasan más de una semana en este edificio, lo sienten como su propia casa y se sienten acogidos y queridos. Afirmó que muchos no desean irse nunca de este lugar.
Historias que marcan tu vida
El responsable del albergue de San Vicente de Paúl indicó que son muchas las personas que han pasado por esta institución y, por lo tanto, otras tantas historias que le han llegado a encoger el corazón.
Recordó cómo un usuario que llevaba cinco años en esta institución murió de improviso y cuando subieron al cementerio de la Purísima para despedirse de él, vieron como había unos 20 familiares que durante todos esos años no habían echado de menos a esa persona. No le ayudaron en vida, pero le lloraron una vez muerto. Indicó que este tipo de historias llegan a ser incomprensibles.
Otra, que suele ocurrir con cierta frecuencia, es la de familias enteras que pierden su casa y deben hospedarse en este albergue. Como los padres no desean separarse de los hijos, acaban en una habitación que deben habilitar para que puedan dormir todos juntos.
Otras personas acaban en el albergue porque las drogas o el alcohol hacen que pierdan incluso a sus familiares más cercanos. Por ello, Ruiz Ripol insistió en que nunca se debe juzgar a quien entra por la puerta de este edificio, pues todos, en algún momento de nuestra vida, podemos llegar a quedarnos sin nada.
También contó a El Faro la historia de los televisores. Explicó que muchas veces regalan estos aparatos a personas que viven solas. Aseguró que mucha gente verá a ‘la caja tonta’ como un lujo y no comprenderá lo importante que puede llegar a significar para una persona este electrodoméstico. Ruiz Ripol destacó que para muchos melillenses la televisión es su única ventana al mundo exterior y por ello, llega a ser una necesidad más que un lujo.
San Vicente de Paúl no sólo acompaña a las personas que están en el albergue, sino que también visitan a muchos enfermos que están solos en el Hospital Comarcal. Éste es el caso de una señora de más de 90 años que está en fase terminal y que a penas recibe visitas. Ruiz Ripol indicó que cuando aparecen por la habitación pueden ver cómo sonríe al sentirse querida y acompañada. La soledad sale por la ventana cuando estos melillenses de San Vicente de Paúl entran por la puerta de cualquier institución.
Muchas más historias llenas de lágrimas se guardan en este albergue, pero para combatir la tristeza y ayudar a estas personas se creó esta institución, que continuará luchando por ellas.
Ayudas para cualquier necesidad
Francisco Ruiz Ripol aseguró que el número de personas que residen en este albergue es igual al de otros años. Destacó que hay gentes de todos los lugares del mundo, desde Canadá a países casi desconocidos de África y que no es fácil hacer un perfil de usuarios de este servicio, ya que tanto hombres como mujeres pueden necesitar de esta institución. No obstante, indicó que donde sí han notado un incremento de peticiones de ayudas es en el Banco de Alimentos. De momento, dan comida a 90 familias, pero son muchas más las que les piden dinero para pagar la luz, las medicinas o el material escolar. Por ello, destacó las donaciones que reciben y que les permiten atender todas estas demandas.
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