l Vecinos de Cabrerizas lamentan el estado de abandono del lugar, donde han cerrado varios negocios l La suciedad, otro de los grandes problemas.
Los más veteranos de Cabrerizas añoran los tiempos en los que los vecinos dejaban abiertas las puertas de sus casas, salían a la calle y pasaban allí el rato tranquilamente, sin temor a que algún intruso se colara en sus hogares.
Han transcurrido muchos años desde aquello. En la calle Colombia, una de las más céntricas del barrio, ahora sólo se reúnen unos pocos vecinos que han de llevarse banquetas de sus casas para sentarse en la calle.
Paco es uno de ellos. “Aquí no hay ni siquiera bancos para que se sienten los mayores”, señala este hombre de mediana edad. Escuchar esta frase es algo habitual en los barrios de la periferia que El Faro ha visitado en las últimas semanas. Un paseo por cualquiera de esas partes de la ciudad muestra que dicen la verdad.
“Si aquí ponen un banco, se lo llevan”, continúa Paco. Aunque la ausencia de lugares donde sentarse es sólo uno más de los problemas del barrio.
Manolo, un antiguo trabajador de la construcción que ahora no tiene empleo, explica que desde que se cerró el mercado del barrio, muchas personas tienen problemas para abastecerse de alimentos básicos.
“Si yo quiero comprar pescado o un kilo de patatas, me tengo que acercar hasta El Rastro. Puedo hacerlo pero ¿qué pasa con las señoras de 70 años? ¿Cómo van a bajar ellas hasta allí?”, se pregunta este vecino.
Frente a la fachada de lo que fue ese mercado, que según Manolo lleva “más de un año cerrado”, se acumulan montañas de basura ante varios contenedores.
“En general vienen a limpiar”, indica este vecino, pero los días festivos acumulados (el domingo y el festivo de ayer), no trabajaron los barrenderos. Sin embargo, no es sólo esa la causa del amontonamiento de desperdicios.
“Algunos vecinos mandan a los niños pequeños a echar la basura al contenedor y, como no llegan tan alto, las dejan en el suelo”, afirma Manolo. Esos vecinos son los que él llama “los barbas”.
El solar de un edificio derribado al que unos vándalos arrancaron la puerta también se ha transformado en un vertedero improvisado. Todo tipo de inmundicias, incluso un colchón roto, se amontonan en el lugar sin que nadie haga nada para impedirlo.
Carmen, otra vecina, afirma que esta zona es “chunga”. Nos han quitado el mercado, el estanco, todo”, lamenta.
Manolo se queja de que no tiene trabajo porque se conceden permisos de trabajo a extranjeros, principalmente marroquíes. No obstante, otro vecino del barrio, de nombre Farid y amigo de los demás que conversaron con El Faro, se ha visto en la situación contaria. “Hace unos días pedí trabajo en una empresa de la península y me rechazaron. ¿Sabes qué razón me dieron? Que tengo un nombre musulmán”.
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