La hermana Mercedes coge el teléfono y al otro lado se escucha una voz suave y alegre. Le dice que va a regalar su cama a una familia porque la necesitan más que ella. Asegura que puede dormir en el suelo sobre unas mantas hasta que consigan otro colchón, pero que el suyo se lo da a estos melillenses porque no puede consentir que lo pasen tan mal. La hermana Mercedes, sorprendida, le asegura que van a buscar una solución para esta familia. Le impide que regale su cama porque ella ya es mayor y necesita descansar bien. No puede dormir en el suelo como si fuera una jovencita. Tiene más de 70 años. En un mundo donde las personas miran por su propio interés, nadie da nada gratis y sólo se buscan beneficios, la hermana Eucaristía quería dar su cama a unos melillenses que no tenían recursos. ¿Dormirían en el suelo para que otra persona pudiera descansar en su colchón? Ella estaba dispuesta. No le importaba renunciar a esta comodidad que en aquel momento le resulto totalmente prescindible.
Esta anécdota que narró a El Faro la directora del centro de María Inmaculada en Melilla, la hermana Mercedes, es una muestra de cómo era Eucaristía. De su generosidad y de la humildad con la que vivió. Esta mujer falleció el 16 de febrero dejando a muchos ‘huérfanos’ en la ciudad, no en vano todo el mundo la conocía y guarda los mejores recuerdos de esta religiosa bajita y revoltosa, pues no podía parar quieta ni un segundo.
Ayer la Asamblea de Melilla decidió cambiar el nombre de la calle en la que está el centro de María Inmaculada, Río Llobregat, por el de Hermana Eucaristía. Esto fue gracias a decenas de personas que, desde que falleció esta religiosa, no han parado de recoger firmas de los ciudadanos para que se le rindiera este pequeño homenaje.
La hermana Mercedes asegura que si Eucaristía viviera se llevaría las manos a la cabeza. Se ofendería. Creería que todo el mundo se había vuelto loco porque no reconocería que se merece este gesto de los melillenses por sus muchos años de trabajo dedicado a los más desfavorecidos. Afirmaría que todo lo que ha hecho en su vida era lo que debía y que no era necesario ningún homenaje.
La directora de este centro afirmó que están muy orgullosas de que la calle cambie de nombre y resaltó el esfuerzo de muchas personas que adoraban a Eucaristía y que lo han conseguido.
Energía por su fe
Quien conoció a esta religiosa sabe que fue una mujer vital, decidida, trabajadora de forma incansable. Sus compañeras le preguntaban de dónde sacaba la energía para ser la primera en levantarse y atender a todo el mundo con una sonrisa y palabras amables. También era la última en irse a dormir porque le gustaba orar a Dios en la capilla hasta entrada la noche. La hermana Mercedes cree que era su fe la que le daba esa fuerza interior que le permitía llevarse todo por delante.
Nunca tuvo una mala contestación con nadie. Jamás se le oyó hablar de una persona de forma despectiva, ni quejarse por nada de lo que le mandaban. Es más, si sonaba el timbre de la puerta y estaban comiendo se apresuraba a atender antes que sus compañeras a esta visita. Nada le importunaba. Todo lo hacía de buen grado y sin pedir ni siquiera las gracias.
Siempre estuvo en un segundo plano. Tanto es así que casi no hay fotos de ella. Prefería quedarse atrás, por si hacía falta salir corriendo para atender la puerta o hacer un café a la visita. Era una persona que estaba disposición de quien la demandara.
Pero además de su humildad y su talante alegre, tenía más virtudes. Era de esas personas que recordaban a todo el mundo. Preguntaba por un familiar enfermo, por un hijo que estaba fuera estudiando y por cómo estaba la situación en la casa tras perder el empleo. Conocía a todo el barrio del Monte de María Cristina, donde está la sede de estas religiosas.
La memoria de un barrio
La hermana Mercedes destaca que fue su mayor apoyo cuando llegó hace tres años a Melilla. Ella sabía los problemas de las personas que a diario visitaban este centro pidiendo ayuda. Conocía a los miembros de toda la familia, desde los abuelos a los nietos y con todos tenía trato.
Su memoria era mucho más que una cuestión de almacenar información. Su sensibilidad con las personas a las que atendía era impagable. Sin su cercanía y su buen hacer no hubiera conseguido tocar el corazón de las centenares de personas que pasaron por su vida. Era un ángel que repartía consuelo, amor, alegría y sonrisas.
La hermana Mercedes explica que era agradable incluso con un niño que se dedicó a insultarla. No le guardó rencor y consiguió llevarle a su terreno y conquistarle.
Se le echa mucho de menos en este centro. También en las casas que visitaba para comprobar las condiciones de vida de las familias más necesitadas del Monte María Cristina.
La hermana Mercedes señala que le quedó la satisfacción de morir en Melilla. Fue repentino y sin aviso. Pero esto evitó que la congregación, en un par de años, la enviara a un centro para retirarse tras más de 35 años de trabajo en la ciudad. Afirma que esta despedida le hubiera roto el corazón. Ahora descansa en esta tierra y vive gracias al recuerdo que ha dejado en centenares de melillenses. Incluso, al poner su nombre a esta calle, generaciones futuras conocerán la historia de Eucaristía, de su bondad, sencillez y amor profundo por el prójimo.
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