Editorial

Último intento para tender puentes

  • EL desencuentro absoluto existente entre el Gobierno de España y la Generalitat de Cataluña quedó plasmado en la violenta y caótica jornada que se vivió en esa comunidad autónoma durante la celebración del referéndum ilegal de autodeterminación convocado por el ‘Govern’ catalán.

Esa consulta independentista había sido declarada ilegal por el Tribunal Constitucional y, por lo tanto, las votaciones efectuadas carecen de la menor validez.

La Guardia Civil y la Policía Nacional tenían orden de requisar las urnas dispuestas en los edificios habilitados como colegios electorales. Tras ello, en distintos lugares de Cataluña se produjeron cargas policiales ante la protesta de manifestantes pro independencia.

El presidente Rajoy culpó de esas cargas a quienes “han promovido la ruptura de la legalidad y la convivencia”. Ahora bien, el jefe del Gobierno central tiene que ser consciente de que la situación de fractura social en Cataluña a causa de esta consulta independentista ha llegado a un punto en el que las actuaciones policiales han de dejar paso al diálogo.

No cabe duda de que el referéndum por las bravas convocado por la Generalitat carecía de legalidad, al violar la Constitución y haber sido impulsado de forma unilateral, sin el menor pacto con la Administración estatal. Pero también es cierto que el número de favorables a la independencia en Cataluña está creciendo y seguirá haciéndolo si se vuelven a vivir jornadas como la de ayer.

Tampoco han ayudado en absoluto algunas concentraciones celebradas en distintos puntos de la geografía nacional, en algunas de las cuales se vieron banderas preconstitucionales y hubo cánticos con frases tan desafortunadas como ‘a por ellos’. Esas palabras, en un ambiente tan caldeado como el que se está viviendo en Cataluña, sólo pueden ser interpretadas desde allí como si los catalanes fueran un rival al que derrotar.

Estamos ante la última oportunidad para tender puentes en este desencuentro. Y los puentes se construyen cuando las dos partes están dispuestas a escuchar lo que no les gustaría escuchar. Y a partir de ahí, buscar lo que nos une y no lo que nos separa. La imagen que acompaña este artículo, captada ayer en Melilla, es una forma de apostar por mantener unido lo que no merece ser separado.

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