Tulipanes silvestres y cultivados
Solemos asociar los tulipanes con los países del norte de Europa y más concretamente con los Países Bajos, pero el tulipán silvestre (Tulipa sylvestris) es una especie autóctona en Melilla, y además es una planta especialmente adaptada a los rigores de nuestro clima.
Fueron otras especies de tulipanes, también del género Tulipa, como el nuestro, y procedentes de las regiones asiáticas más próximas al Mediterráneo y cultivadas desde antiguo, las que llegaron a los Países Bajos hace siglos a través de los jardines de Al-Andalus.
Los bulbos de estas variedades de tulipanes son una de las razones de que se haya hecho tan popular su cultivo, pues se transportan con facilidad de un lugar a otro, se conservan fuera de la tierra durante mucho tiempo y solo necesitan un poco de agua para germinar. Se han convertido en el símbolo de los Países Bajos, pero también lo son de países como Turquía o Irán, las regiones de origen de las variedades cultivables.
Bulbos para sobrevivir
El tulipán silvestre pertenece a la extensa familia de las Liliáceas, por lo que está emparentado con ajos, cebollas y otras muchas plantas bulbosas. Precisamente esta es también, como hemos comentado, una de las características más conocidas de los tulipanes, su raíz bulbosa, que es la parte de la planta que se suele cultivar en jardinería.
El bulbo de los tulipanes es un ensanchamiento de la base de sus hojas que actúa como reserva de nutrientes; es una solución evolutiva que le permite sobrevivir cuando su parte aérea sucumbe después de haber completado su ciclo reproductivo.
El bulbo permanece enterrado durante todo el invierno hasta que las primeras lluvias primaverales hacen que de él surjan las hojas y poco después las flores que después, una vez fecundadas, originarán las cápsulas repletas de semillas que asegurarán la descendencia de la planta.
Este ciclo es relativamente corto. Así el tulipán aprovecha la corta primavera, la estación más propicia para las plantas, para desarrollar todo su esplendor y permanecer en estado latente bajo tierra en las estaciones más duras.
Esta estrategia vital del tulipán es tan exitosa que, como otras muchas liliáceas, le permite colonizar suelos pedregosos y muy pobres, donde pocas plantas son capaces de crecer. En muchas ocasiones, en las zonas donde crece el tulipán, es la única especie presente, y en otras sólo compite con otra planta especializada como él en vivir en suelos pobres, el gamón o varita de San José (Asphodelus sbsp.)
La especie en Melilla
La distribución original del tulipán silvestre es básicamente circunmediterránea, estando presente en la península ibérica, norte de África y los países del Mediterráneo oriental, aunque al parecer ha sido introducido en el continente americano.
En Melilla, aunque pueden aparecer algunos ejemplares dispersos en el barranco del Nano y el del Quemadero, sólo hay una mancha importante donde el número de individuos es significativo.
Esta población se encuentra cerca de la antigua granja de la Legión, fuera de los límites del espacio protegido del barranco del Nano. Durante las escasas semanas que dura su floración, forma un tapiz de todos amarillos y anaranjados de una belleza singular y efímera.
Es una pequeña área que ha permanecido hasta ahora bien conservada por el uso militar que ha tenido este espacio hasta hace relativamente poco tiempo. Una población tan restringida hace que sea más complicada su conservación, máxime cuando estas especies no gozan aún de la atención debida por parte de la administración local.
Evitar que esta y otras especies tan escasas en nuestra ciudad desaparezcan requiere de un censo serio del número de ejemplares y la correcta localización de sus poblaciones para tomar las medidas pertinentes.
Micro-reservas para la preservación
En muchas localidades españolas se han creado micro-reservas para preservar especies localmente escasas y evitar su extinción, una medida que está dando buenos resultados hasta ahora.
Teniendo en cuenta el reducido espacio protegido de la ciudad, crear estas pequeñas reservas, aunque no sea una solución definitiva, puede ser la última oportunidad para que estas especies no se extingan y, si es posible, aumenten su población.
Los tulipanes silvestres deben seguir cumpliendo su cita primaveral con los pedregales melillenses en el futuro.