La ex ministra socialista María Antonia Trujillo ha vuelto a colarse en los titulares reclamando la cesión de los territorios españoles de Melilla y Ceuta a Marruecos.
No hay en su discurso motivos ni argumentos. Lo único que sostiene la pasión promarroquí de Trujillo es que una vez que España ha cambiado su postura respecto al Sáhara, ella entiende que puede hacer lo mismo respecto a las ciudades autónomas.
Pero este razonamiento hace aguas porque obvia un detalle importante: España no ha cambiado su postura respecto al Sáhara. La ha cambiado Pedro Sánchez sin consultar ni a su Gobierno, ni al rey Felipe VI ni al Parlamento.
No es una resolución que haya salido de las Cortes con el aval de una mayoría suficiente, sino del puño y letra del presidente Pedro Sánchez a través de una carta enviada al rey Mohamed VI. Con esa misiva, aireada a los cuatro vientos, el presidente logró, como contrapartida, que se reabrieran las frontera de Melilla y Ceuta, pero manteniendo un cordón sanitario (el sellado de pasaportes) que impide a día de hoy, por un lado, que vuelva el contrabando y por otro, que se produzcan en España avalanchas de solicitantes de asilo.
Y mientras tanto el tránsito de mercancías en ambas direcciones se convierte en una carrera de obstáculos. A día de hoy nadie pone la mano en el fuego para anunciar la fecha en la que se reabrirá la aduana. Hemos pasado de hablar de una reapertura antes de la Reunión de Alto Nivel a que el presidente anuncie en el Congreso que durante la RAN se hablará de las aduanas de Melilla y Ceuta.
Pedro Sánchez y su apoyo al plan de autonomía marroquí sobre el Sáhara no consiguieron convencer a ningún grupo político, así que Trujillo se aleja de la realidad al hablar de un cambio de postura de España. Eso sería algo así como pretender que la palabra del presidente del Gobierno está por encima del Parlamento y de la Jefatura de Estado.
No hay por tanto, un cambio de postura española, sino una maniobra de rectificación mal calculada por el presidente del Gobierno tras la acogida en España de Brahim Ghali, líder del Frente Polisario, para atenderlo de covid en Logroño, pretendiendo hacerlo de manera secreta, delante de las narices de Marruecos. Salió mal; le costó el puesto a la entonces ministra de Exteriores Arancha González Laya; nos costó la crisis de Ceuta y la entrada de miles de migrantes en el conato de Marcha Verde de mayo de 2021 y, por último, el acoso a los barcos españoles o el montaje de una piscifactoría marroquí en las aguas protegidas de las Islas Chafarinas.
Marruecos sabe de la provisionalidad del pretendido apoyo español al plan de autonomía sobre el Sáhara. Sabe que un cambio de Gobierno puede poner fin a sus pretensiones. Por eso necesita propaganda y ahí es donde entra Trujillo.
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