Llevo tiempo queriendo escribir de las playas de Melilla. Iba a hacerlo el mismo día que Marruecos inició la marcha sobre Ceuta y aparqué el tema porque urgía analizar el conflicto hispano-marroquí.
Luego vi que desde la Ciudad habían metido prisas para apañar lo que se podía apañar y así, de paso, callarle la boca a la gente. Reconozco que lo de dejé correr. Lo fui dejando hasta este jueves, que leo una frase lapidaria del diputado Manuel Ángel Quevedo, diciendo que las playas de Melilla están peor que nunca.
Quevedo nos puede caer bien, mal o regular, pero de él nunca se podrá decir que tiene inclinación al tremendismo, que es exagerado o que peca de manipulador. Si el ex consejero de Medio Ambiente que tuvo las playas a su cargo en el Gobierno de Imbroda dice que “están en la peor situación en décadas”, yo le creo.
Según nos explica, a 1 de julio siguen cerradas Galápagos, Aguadú y Horcas Coloradas y por otro lado desde la Ciudad nos dicen que tenemos listas el 97% de nuestras playas. Me encantan las matemáticas, pero aquí no me salen las cuentas.
No es de recibo que tengamos cerrada la playa más espectacular de Melilla. No es posible que nos haya pillado el verano con obras en la Alcazaba. Eso es inadmisible.
Muchas veces creo que en esto pesa mucho el interés personal. Si a usted le gusta la playa, para usted es prioritario tenerlas a punto. Pero si usted no pasa por la playa ni por casualidad, qué más le da. Espero que no sea éste el caso.
Hay un sentimiento de dejadez muy grande en esta ciudad. Tenemos tres playas cerradas y nadie protesta. Nadie se indigna. Pero viene un alto cargo de Vox y ahí salen manifestantes hasta de debajo de las piedras. Esto tiene que cambiar y no lo hará hasta que asumamos que nuestras playas y nuestras calles tienen que estar a punto no porque lo diga la prensa sino porque pagamos con el dinero de todos para que lo estén.
No puede ser que tengamos la ciudad comida de mierda por todas partes y a nadie le preocupe. Nuestras calles están sucias y seguimos sin molestarnos por ello. Los trabajadores de la empresa de la limpieza viaria se dejan la vida y por más que dan escoba, esto sigue que da asco. Y no puede ser. Porque eso pasa en Melilla y no pasa en Málaga o en Granada.
Aquí vive gente que sale todos los fines de semana a la península y prefiere tragarse un chicle antes de tirarlo a la calle, porque como te pille la Policía Local, pagas el chicle como si fuera una pepita de oro.
Sin embargo, esos mismos que cuidan la limpieza fuera de Melilla, aquí se relajan y si tienen que tirar un papel al suelo, lo tiran. Total, como ya está sucio, llueve sobre mojado. Así es como nos hemos convertido en una ciudad mugrienta en la que conviven edificios modernistas preciosos con unos cables horrorosos en sus fachadas; en la que las bolsas de plástico vuelan a nada que se levanta un poco de viento.
Y eso no es nuevo. Todo lleva años así. Y yo no veo que la gente se indigne por ello. No veo que exijan responsabilidades a los políticos; no veo que la oposición los atice con estos temas. No, aquí todos nos ponemos en modo avión y esto ni lo notamos porque como no es nuevo ya nos hemos acostumbrado.
Recuerdo que la primera vez que pisé una playa de Melilla, me pareció que era pasto de la dejadez como las de La Habana. Vengo de Murcia, donde la arena la dejan a diario como los chorros de oro. A nadie se le ocurre tirar colillas ni romper botellas y enterrarlas para que no se vean. Mucho menos abrir un hueco en la arena para que los niños hagan pis. Y eso, señores, yo lo he visto en La Hípica y en San Lorenzo, como dicen por aquí, “asín de veces”.
¿Cómo le decimos luego a esos niños, que de mayores eso no se hace? Estamos creando monstruos y somos los únicos responsables.
Concluyendo, no hay justificación alguna para que lleguemos al verano después de una pandemia terrible que nos ha tenido secuestrados en nuestras casas, con tres playas cerradas en Melilla. Eso nos obliga a concentrarnos todos en el mismo sitio y en estos momentos eso no es recomendable y mucho menos admisible.
La Ciudad se tiene que poner las pilas. En mi opinión, urge más arreglar las zonas de baño y abrirlas para la temporada de verano que poner rótulos en tamazight. Pero se ve que aquí cada quién tiene sus prioridades. Oye, que me parece bien que promocionemos la lengua que habla el 60% de la población; pero mejor me parece que arreglemos las playas que usan el 100% de los melillenses.
Pónganse las pilas o nosotros se las pondremos. Los problemas se pueden negar, minimizar o discutir, pero no dejan de ser problemas y están ahí. Nosotros pagamos sueldos muy generosos a nuestros políticos y por eso les exigimos que trabajen. ¡Qué menos!
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