Una mesa debe tener como mínimo tres patas para poder sostenerse. Imaginemos por ejemplo esas mesitas redondas, las cuales con tres patas consiguen una estabilidad firme y segura, claro está, siempre y cuando dichas patas estén colocadas en el ángulo correcto y con la debida distancia entre ellas para hallar así un equilibrio y estabilidad perfecta.
Bien, políticamente hablando también se podría decir que un partido político está sustentado sobre tres patas, tres pilares fundamentales para definirlo y especialmente dirigirlo hacia un lado u otro, es decir hacia la victoria o la derrota; liderazgo, programación (programa electoral) y lista electoral. Estos tres ingredientes existentes en cualquier formación deben ser lo suficientemente potentes como para poder impulsar a dicha formación e impactar de forma positiva en el electorado.
Liderazgo. Evidentemente sobra decir que puede llegar a ser este el punto clave sobre el cual giren los otros dos. Un líder fuerte y seguro de sí mismo, arropado por sus bases evidentemente, proyecta una imagen de fortaleza, de dirigir un partido estable y seguro, palabras muy necesarias en estos momentos de tanta incertidumbre general. La imagen del líder por lo tanto es muy importante y no debe descuidar ningún detalle, algunos ya van con la propia personalidad de éste y otros habrá que quizás pulirlos un poco. Experiencia y resolutividad son características también muy necesarias, la madurez mental del líder juega un papel crucial y si bien la juventud no tiene por que ser un hándicap, puesto que hay juventud muy bien preparada y asentada mentalmente, no olvidemos el dicho que dice que “la experiencia es un grado” o el que asevera que “sabe más el diablo por viejo (experimentado) que por diablo”. Estos podrían ser solo algunos aspectos a tener en cuenta, por supuesto que debe haber mucho más detrás de dicha figura, humildad, talante conciliador, etc.
Programa electoral. Indiscutiblemente es esto lo que realmente le interesa al ciudadano. Qué ‘mercancía’ es la que se vende, ya que el objetivo es que nos la compren. El programa electoral debe ser real, fácilmente creíble por su simpleza y lógica y sobre todo por la posibilidad real de hacerlo cumplir. La simpleza en este caso es sinónimo de conexión, conectar con la gente real, con sus problemas cotidianos del día a día. Los proyectos faraónicos o macro proyectos que suponen un esfuerzo muy grande en cuanto a tiempo y dinero, si bien nada hay en contra de ellos, conectan muchísimo menos con la realidad de la gente. El programa electoral debe contemplar en la medida de lo posible, la solución a la mayoría de las problemáticas existentes de la mayor representatividad de la sociedad, abarcando cuantos más sectores y estratos sociales posibles. En definitiva, soluciones tangibles, prácticas y sobre todo posibles y necesarias. Permítanme aquí a colación de esto, hacer referencia a unas líneas del libro: ‘Inteligencia aplicada’ del Dr. Lair Ribeiro. Pag. 62, cito textualmente: “Complicar es fácil, lo difícil es simplificar”.
Un editor, conversando con un autor, dice:
–Me gusta bastante su nuevo libro, aunque no me agrada el final.
–Pero ¿qué es lo que está mal del final? –pregunta el autor.
–Debería estar más cerca del principio... –responde el editor.
Más, no necesariamente significa mejor. La profundidad de la sabiduría es la simplicidad. En pocas palabras, programa electoral en un idioma entendible para todos y con unas metas alcanzables.
Lista electoral. Cierto es que hay productos que por sí solo se venden, pero no olvidemos que hasta llegar a ese momento ha tenido que haber antes un arduo trabajo, en especial de marketing, para llegar a introducir en la sociedad de consumo el mensaje de que dicho artículo es lo más y que por ello ya no hace falta ni molestarse en hablar de él, por sí solo ya se vende. Pues bien, ese trabajo es hecho por un equipo de personas las cuales en cuerpo y alma deben entregarse a dicha misión y sí, finalmente únicamente los mejores lo consiguen, normalmente. Queremos entonces que nuestro producto, en este caso una formación política y su programa, sea un producto estrella, pues bien, para ello se necesitará el mejor equipo que para tal misión se pueda reunir. Una lista electoral debe tener varios puntos a tener en cuenta. Debe llegar igualmente tanto a la gente joven como al ya jubilado, por ello es necesario que exista un modelo que les sirva de reflejo. Hombres y mujeres por igual. Distintos sectores sociales y económicos y esto debería abarcar tanto gente del mundo empresarial, pasando también por trabajadores, como profesionales de los distintos ramos que conforman la sociedad. Etnias, culturas y religiones distintas también debieran sentirse representadas. En definitiva, que cualquier persona sea como fuere o colectivo, se vieran representados de alguna manera por dicha lista. La lista debe conectar con la ciudadanía, indiscutiblemente. Aunque habría que hacer una ligera distinción con respecto al lugar, ya que no es lo mismo un individuo que forme parte de dicha lista en Madrid que en Melilla, por poner el ejemplo que nos toca. ¿Cuál es esa diferencia? Sencillo, en un lugar pequeño todo toma un sentido más personal, más cercano y los "personajes" en cuestión toman protagonismo según esta particularidad. El individuo en cuestión, resulta ser siempre más conocido, más cercano y debido a ello, para bien o para todo lo contrario, eso puede sumar o restar en el cómputo final. En resumidas cuentas, que una lista debe conformarse con mucha estrategia y teniendo en cuenta la sensibilidad y necesidad de representación de la sociedad hacia la cual queremos dirigirla. ¡Tarea no siempre fácil!
Por ello y siendo realistas, no deberíamos perder de vista que existen muchos tipos de votantes. Están los que votan con el corazón, o como podríamos llamarlos, los que lo hacen movidos por ideales. Los que votan con el cerebro, que a pesar de sentir cierta inclinación quizás hacia un lado más que hacía el otro, vote pensando que puede convenirle más, trabajo y bienestar social en general es lo que busca este votante. Luego están los que votan con las vísceras, algo menos previsible ya que lo hacen por algún tipo de malestar, y finalmente está el decepcionado, que normalmente se traduce en abstención, algo poco recomendable también. Tenemos un derecho ganado a través de mucho esfuerzo y sacrificio como lo es el derecho a votar, por ello es una obligación moral y sobre todo lógica el ejercer dicho derecho si es que en algo me importa la sociedad a la cual pertenezco.
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