EL Cuando Marruecos cerró la frontera el 13 de marzo de 2020, la Delegación del Gobierno de Melilla estudió qué hacer con los trabajadores transfronterizos de la ciudad. Por un lado es una obviedad que si no hay frontera abierta, no hay razón de ser de los transfronterizos. Sin embargo, se corría el riesgo de dejar tirados a las empresas y a los propios empleados marroquíes.
Así que, con buen criterio, la Delegación optó por renovar los permisos de quienes quedaron varados en la ciudad, pernotando aquí por fuerza mayor, pese a que su autorización sólo es de trabajo y no tienen permitido residir en la ciudad.
No obstante, desde Trabajo e Inmigración de la Delegación del Gobierno en Melilla tienen claro que si la frontera se quedara cerrada definitivamente, esos permisos no serían renovados, aunque se comprometen a buscar alternativas para los trabajadores. No hay que olvidar que algunos llevan más de diez años vinculados a empresas u hogares de Melilla ya que el grueso de los transfronterizos son empleadas domésticas.
Yo recuerdo que hace muchos años, el difunto sindicalista Rosendo Quero ya estaba peleando por los derechos de los transfronterizos de Melilla. Pero no ha sido hasta ahora que el cierre de la frontera nos ha demostrado hasta qué punto están privados de determinados derechos laborales. Cotizan a la Seguridad Social, pero no tienen prestación por desempleo y además están obligados a renovar anualmente sus permisos de trabajo. Sólo quien ha tenido que hacer ese papeleo sabe la tortura psicológica que representa tener que estar sometido a renovación constante. Yo juro que hago un esfuerzo por entender a quienes defienden que el trabajo transfronterizo no hace falta en Melilla porque desde que no tenemos mano de obra marroquí, hay más empleo disponible en la ciudad.
Eso es verdad, pero me temo que esas personas no quieren admitir que mientras media España está en obras, reformando las casas por si llega otro confinamiento, aquí tenemos a los albañiles en busca y captura. Este corte radical de la frontera nos cogió sin albañiles o escayolistas formados. No hay y evidentemente no vamos a contratar aprendices pagados a precio de oro para que nos hagan una chapuza de aquella manera.
De hecho, me comentaba una amiga de Melilla que le ofrecieron pintarle el pasillo de un piso pequeño por 100 euros, poniendo ella la pintura y lo rechazó porque le pareció más caro que en la península.
Los empresarios de construcción y panadería han sido los primeros en dar la voz de alarma. Ellos han empezado a notar que hay transfronterizos que están pidiendo asilo en Melilla y que están encontrando la forma de marchar a la península, dejando sus empleos vacantes en la ciudad y a estos sectores a medio gas.
Y como ellos, muchos migrantes varados en Melilla, que han encontrado la grieta del sistema para conseguir un permiso de trabajo en España. Entre todos contribuyen a alargar las colas de la Oficina de Asilo de Beni Enzar.
Mientras más cola haya ahí, más permisos de trabajo se darán por defecto a marroquíes solicitantes de asilo en nuestra ciudad. Exceptuando a quienes en realidad necesitan la protección internacional, la trampa está en que el tiempo máximo para tramitar la solicitud es de seis meses. Pasado ese período, algo normal, en Melilla, como todos sabemos, el migrante ya tiene derecho a trabajar en nuestro país.
¿Dónde va a trabajar? ¿En Melilla? No. La sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, que reconoce el justo derecho a la libre circulación de los solicitantes de asilo, les permite marcharse a la península. Y es esto lo que nos ha hecho entrar en bucle.
En esencia, nuestro papel de ciudad de tránsito no varía. Antes de la sentencia ningún migrante que saltaba la valla o entraba desde Marruecos quería quedarse en Melilla y después de la sentencia, tampoco.
Entiendo que habrá trabajadores jóvenes y con aspiraciones de prosperar en la vida que aprovecharán esta situación para optar por la oportunidad única que les brindan la combinación histórica del colapso de la Oficina de Asilo de Melilla y la sentencia de la libre circulación.
Desde la propia Delegación tienen claro que la solución pasa por reforzar con más personal la Oficina de Asilo no sólo para que se cumplan los tiempos establecidos por ley, sino también para que se pueda distinguir entre los refugiados de libro y quienes sólo buscan la oportunidad para escapar de la pobreza. Vamos, que si nos abren la frontera, se nos lía una gordísima en la Oficina de Asilo. Así que más vale que nos pongamos las pilas y busquemos una solución al problema porque cómo si a Marruecos le da por abrir la frontera, qué vamos a hacer nosotros ¿dejarla cerrada?
Este viernes nos comentaban desde la Federación de Industria, Construcción y Agro de UGT que la espantada de panaderos se debe a los bajos sueldos que ofrece el sector en Melilla, donde el convenio colectivo no se actualiza desde hace doce años.
Estoy segura de que el sueldo influye, pero no estoy tan segura de que la gente que tiene trabajo en Melilla se vaya sólo por sueldo. Todos sabemos que a poco que se pague aquí, en Marruecos representa mucho más.
Revisando los portales de empleo, podemos comprobar que los sueldos de panaderos en la península andan por 1.200-1.300 brutos al mes, de lunes a sábado con un día libre a la semana y horario de 1:00 am a 9:00 am.
Pero las confiterías y panaderías que ponen anuncios porque aseguran tener un gran volumen de negocio no buscan empleados autodidactas, forjados a fuego en panaderías que venden 200 barritas al día. Buscan obradores con al menos tres años de experiencia y conocimientos de masa madre de cultivo y prefermentos; horneado y cocción. Cada oferta tiene entre 50 y 170 candidatos.
Vamos, que no es llegar y besar el santo. Otra cosa es que los transfronterizos también tiren para Alemania.
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