Están en Melilla pero sin llegar a estarlo del todo. Sirven el café a los melillenses, limpian en sus casas y cuidan de sus hijos, y trabajan en la mayoría de las obras que se hacen en la ciudad. Pero al llegar la noche, vuelven a dormir a sus hogares, al otro lado de la frontera. Cada día, 4.450 personas vienen de Marruecos a trabajar a Melilla.Hostelería, el sector de empleadas del hogar (prácticamente son mujeres todas) y construcción son las tres áreas mayoritarias en las que se ocupan los trabajadores transfronterizos.
Si desglosamos este dato (de este jueves), 2.028 de estos trabajadores transfronterizos están afiliados al régimen general; 1.554 son empleadas del hogar (prácticamente la totalidad son mujeres) y hay 868 autónomos, según la información facilitada a El Faro por la Delegación del Gobierno en Melilla.
Pero, ¿cuáles son los derechos de estos empleados? Para el secretario general de CCOO Melilla, Francisco López, ha habido un “retroceso” para los transfronterizos en los últimos años. Como ejemplo, pone que se ha reducido la vigencia del permiso de trabajo de los cinco años a uno, y solo tienen derecho a asistencia sanitaria los propios trabajadores, pero no sus familias.
Otra de las cosas más “sangrantes” de sus condiciones laborales es que no tienen derecho a prestación por desempleo a pesar de que cotizan por ello. Si a eso se le suma que, al tener que renovar cada año sus permisos, nunca pueden llegar a ser indefinidos (como establecería la normativa en cualquier otro trabajador que lleve varios años en una empresa, como recuerdan desde CCOO), su situación es especialmente vulnerable.
Y eso a pesar de que tributan un 25% en concepto de impuestos de no residentes. El sindicato destaca que se les retiene el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF) pero no pueden presentar la declaración de la renta por lo que no tienen la opción de que se les devuelva dinero si se les descontó de más en sus nóminas.
El coste de las tasas para la renovación de los permisos es otra de sus quejas, aunque en realidad lo que más critican es lo farragoso que resulta todo el procedimiento burocrático (con la tramitación de documentos tanto en Marruecos como en España), que encima hay que volver a hacer cada año.
Las diferencias en las condiciones laborales de estos trabajadores con las de otros inmigrantes parten de que estos empleados no han sido contemplados en los convenios entre ambos países, debido a que Marruecos no reconoce que Melilla y Ceuta sean españolas. “Pero el Gobierno de España lo permite”, protesta Francisco López.
Esta situación de no regulación hace que se den algunas situaciones curiosas, como en el sector de panaderías, donde el 99% de los trabajadores son transfronterizos. En teoría, estas personas no pueden pernoctar aquí. Sin embargo, el pan se hace de madrugada por lo que los empleados deben estar aquí de noche.
El representante de CCOO recuerda que sindicatos y empresarios se reunieron con el anterior delegado del Gobierno, Abdelmalik El Barkani, para plantear a la administración que se aumente el tiempo de vigencia de los permisos de trabajo.
Los sindicatos no son los únicos que se quejan por los trámites burocráticos. También los empresarios protestan. El presidente de la Asociación de Hosteleros de Melilla, Amaruch Hassan, no ve razonable que haya que renovar el permiso de trabajo cada año.
“Tarda mucho. Casi no da tiempo. Cuando vas a recogerlo, ya tienes que estar preparando los papeles para el siguiente permiso de trabajo”, lamenta. La situación de la frontera también afecta a estos empleados, que llegan a menudo tarde a trabajar cuando hay aglomeraciones.
Acerca de la polémica surgida sobre el anuncio de una posible escolarización de los hijos de transfronterizos, López señala que no obstaculizar los permisos de residencia sería bueno para la economía melillense porque les permitiría instalarse en nuestra ciudad. “Que no puedan pernoctar es perjudical”, asegura.
Ahora, se encuentran en una especie de limbo: “Están en Melilla pero sin estar”, apunta Francisco López.
Los trabajadores transfronterizos se enfrentan a menudo a aglomeraciones y cierres a la hora de cruzar hasta nuestra ciudad. Por ello, UGT Melilla plantea que se habilite una zona para que estos empleados pasen por un lugar específico y no tengan que guardar la cola general.
Así lo explica a El Faro Miguel Aparicio, técnico de migraciones de UGT Melilla, que ayer habló de trabajo fronterizo en una mesa redonda organizada por el sindicato sobre inmigración y trabajo.
El sindicalista explica que tener que renovar los permisos cada año es uno de los principales problemas de este sector. “Es una barbaridad”, lamenta.
Aparicio explica que las nóminas de los transfronterizos están reguladas en el convenio de cada sector, por lo que no debe haber diferencias con las del resto de empleados. Sin embargo, recordó que UGT tuvo que presentar en el año 2011 una demanda colectiva (que ganaron) porque se les estaba pagando a estos empleados en una empresa de construcción un 25% menos de lo estipulado.
UGT recuerda que el sindicato ha reivindicado la mejora de las condiciones de estos empleados con los sucesivos gobiernos. “España se beneficia del trabajo de estas personas”, recalca. El reporte es mutuo ya que estos ciudadanos obtienen aquí unas nóminas más altas de las que podrían conseguir en Marruecos.
Mimon (nombre ficticio) tiene 54 años. Desde los 16, lleva trabajando en Melilla. Viene de una localidad que está a ocho minutos de Farhana y es trabajador fronterizo, como lo fueron sus padres y sus abuelos. “He pasado por la construcción, la hostelería, el comercio. Donde había trabajo”, señala a El Faro. “Hemos contribuido a esta ciudad en gran medida. Somos de esta tierra, nos sentimos de aquí”, afirma sin dudas.
A lo largo de este tiempo ha pasado por todas las situaciones posibles y también ha ido viendo como han empeorado sus derechos en los últimos años. “Renovar el permiso de trabajo es un calvario”, apunta, todavía más si ya “se tiene una edad”, como le ocurre a él. Se ha pasado de tener que hacer de nuevo todo el papeleo cada cinco años a uno.
“No tenemos derecho a desempleo a pesar de que cotizamos por ello. Nuestras familias no tienen atención sanitaria. Tributamos más que otros trabajadores. Es una gran injusticia”, denuncia. Dice que muchos de sus compañeros se preguntan a veces: “¿Pero estamos en España o no?”. “Estamos perjudicados por los dos países”, añade.
También recuerda que la legislación obliga a hacer indefinido a un trabajador que lleva un tiempo en una empresa. “Nosotros no tenemos ese derecho porque hay que renovar los permisos anualmente”, denuncia.
El hombre, que insiste en que en la mayor parte de las obras que se han hecho en la ciudad ha habido transfronterizos, hace hincapié en que hay gente que lleva trabajando en Melilla durante años y asegura que hay muchos a los que les interesaría obtener la residencia. A su juicio, esto beneficiaría a Melilla porque consumirían más aquí y contribuirían a la economía local.
Mimon también se acuerda de las empleadas de hogar. “Ellas están aún peor. Igual están dadas de alta cuatro horas pero trabajan más del doble”, lamenta, añadiendo que eso es en el mejor de los casos porque otras ni siquiera están dadas de alta. “Algunas están casi en la esclavitud”, critica, al tiempo que destaca el gran papel que desempeñan en la ciudad, posibilitando que muchas familias puedan irse a trabajar dejando a sus hijos a su cuidado.
Mohamed (nombre ficticio) también se ha buscado siempre la vida en Melilla. Vive en Beni Enzar pero desde 2002 trabaja en nuestra ciudad en el sector de la hostelería. No obstante, no fue hasta hace seis años cuando un restaurante, en el que aún sigue, le dio de alta.
Todos los días, pierde como mínimo dos horas para cruzar la frontera. “Si entro a las doce a trabajar, salgo a las diez para asegurarme de que voy a llegar. No me fío de cómo pueda estar la frontera”, explica. Habitualmente entra por Beni Enzar pero cuando hay aglomeraciones o está cerrada, tiene que irse a otros pasos fronterizos. Por ello, cree que los transfronterizos deberían pasar por una cola especial.
Tiene mujer y tres hijos pero solo él tiene derecho a la atención sanitaria. A la pregunta de si le gustaría vivir en Melilla, contesta que “por qué no”. Pero sabe que obtener la residencia es complicado.
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