El hecho de que nuestra ciudad se encuentre en una de las rutas principales de paso de las aves migratorias hace que tengamos la oportunidad de observar a lo largo del año infinidad de especies de aves que pertenecen a ecosistemas diferentes. Aves cuyo hábitat es el bosque o la sabana, o las lagunas, o el mar, pasan obligatoriamente por el estrecho para migrar hacia África en otoño o hacia Europa en primavera, lo que convierte a Melilla en un observatorio privilegiado de estas especies, que en sus lugares de destino ocuparán nichos ecológicos diferentes y por tanto será muy difícil verlas juntas en un mismo espacio.
En anteriores artículos hemos hablado de muchas de estas aves y de sus peculiaridades, y en la mayoría de los casos destacábamos su llamativo plumaje u otras características que llamaban nuestra atención. El ave que hoy nos ocupa, el torcecuello (Jynx torquilla), también hace escala en los espacios naturales e incluso en las zonas ajardinadas de la ciudad, pero es famosa precisamente por no llamar la atención en absoluto, ya que es una verdadera experta del camuflaje, una de las aves más miméticas de nuestra fauna. El torcecuello es un ave realmente curioso, pariente cercano de los pájaros carpinteros, y, cómo éstos, de fuerte vocación forestal. De hecho, su aspecto es el de un tronco o rama de árbol, y en sus lugares de origen suele encontrarse siempre en las copas de los árboles, poniendo a prueba la pericia del buen observador, ya que además refuerza su mimetismo adoptando posturas que lo asemejan a una rama o a parte del tronco del árbol que lo cobija. Además, para reforzar su mimetismo es capaz de permanecer inmóvil el tiempo que haga falta para que descubrirla sea prácticamente imposible para sus enemigos.
A pesar de su parentesco con los pájaros carpinteros, el torcecuello no tiene la capacidad de éstos para agujerear los troncos de los árboles. Tampoco lo precisa, ya que se alimenta básicamente de hormigas, a las que atrapa gracias a su larga lengua. Es todo un ejemplo de convergencia evolutiva, ya que la característica principal de los mamíferos especializados en cazar hormigas, tales como osos hormigueros o pangolines, es su larga lengua prensil. Es muy curioso que un animal tan diferente como un ave haya terminado compartiendo esta cualidad; maravillas de la evolución.
El torcecuello es una especie protegida, debido al descenso vertiginoso de su población en nuestro país. La causa es la misma que ha provocado que otras muchas aves sean cada vez más escasas, el uso indiscriminado de plaguicidas que en las últimas décadas se está produciendo en las zonas agrícolas de España. Estos plaguicidas están acabando también con las hormigas de las que se alimenta el torcecuello, y que hacen también una labor primordial para el equilibrio de los ecosistemas.
Melilla es un lugar ideal para observar al torcecuello, pues al descansar del viaje en las zonas ajardinadas y parques de la ciudad, donde la densidad vegetal es menor que en las zonas boscosas donde habita normalmente, es más fácil descubrirlo entre los arbustos. Además, el cansancio del viaje le hace abandonar su proverbial timidez, aunque aun así no será fácil descubrirlo.
Es fundamental que nuestra ciudad siga reuniendo las condiciones idóneas para que estas aves sigan descansando aquí; es un motivo más para cuidar nuestros cada vez más escasos y castigados espacios naturales.
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