Crece, sí que crece el barrio del ‘Tesorillo’,y mejora su calidad de vida. Hay crisis, sí, pero también hay inversión y cuidado con las instalaciones comunes. Hombre, siempre hay algún guarro que se deja la basura en plena calle pero ¿dónde no si es costumbre popular?; sobre todo en la parcela de su área ‘chica’, es un bombón de barrio. Hay que ver cómo se ha transformado ese conglomeado de calles paralelas y perpendiculares. Dicen los entendidos que el ‘Tesorillo’ nació, como el barrio de la Libertad, atendiendo a la demanda de viviendas de quienes llegaron a Melilla para construir la ciudad y buscar subsistencia y es verdad. Melilla la Vieja se quedó chica para las necesidades de la zona y hubo que echar ladrillo fuera de las murallas.
El barrio de Isaac Peral –que es su aténtico nombre, ese que descubrió el submarino– se llama ‘Tesorillo’ porque resulta que –dicen– se descubrió en el deslome del barrio de la Victoria algún tesoro o cuestión parecida, cinco anillos, alguna pulsera y un collar hecho polvo, seguro. No hay constatación alguna del fenómeno, pero se sigue llamando ‘Tesorillo’. Por algo será. Hay razones como destacar a esta pequeña barriada arterizada por la avenida del General Pintos porque se ha convertido en una zona de desarrollo económico, urbanístico y sostenible de Melilla. ¿Qué por qué?, pues porque se instalan empresas, se mueve la construcción, se mejora el medio ambiente y se vive con mucha tranquilidad; ni un ruido altisonante en horas de descanso, un paraíso.
Manolo Suárez es el ‘alcalde’ del ‘Tesorillo’. No se acuerda de cuántos son los años sentado en la poltrona vecinal de la zona pero son muchos, quiere decirse que los vecinos de la demarcación siguen confiando en el presidente de su Asociación de Vecinos, una sede estrenada no hace mucho, con nuevos servicio de gastronomía, bueno, bonito y barato, que hace las delicias de los seres humanos de aquel rincón melillense que huele a río y a eucaliptos. Y es un barrio resultón. Me explico: tiene tiendas, supermercados, farmacia, estancos, Bomberos, Guardia Civil y amistad, que es lo principal.
Manolo, el presidente de la Asociación de Vecinos ‘El Tesorillo’ disfruta como un camaleón tornado a grana cuando es capaz de “atender a un vecino y colaborar en la solución de cualquier problema”. El trabajo es ‘por la cara’, como suele decirse, desinteresado, “pero cuando lo consigues, la satisfacción moral es tan grande que no tiene precio”. Y tiene el ente vecinal un patio andaluz que quita el sentío, qué bonito. ¿Cómo es posible tanta belleza en el centro urbano de una ciudad como Melilla? Tienen méritos de sobra sus cuidadores.
Don Manuel tiene suerte, aunque él quite hierro al asunto. Es el presidente –alcalde– de un barrio en progresiva evolución, barrio que crece con eficacia y discrección, barrio que evoca la grandeza de aquellos albañiles de los años 10 y 20 del siglo pasado que se encargaron de seguir haciendo crecer a una Melilla abatida por los acontecimientos y la desconfianza de propios y extraños. Hoy, aquel rincón de currantes sin fortuna se ha convertido en bálsamo urbanístico de fortunas con personas con futuro. Se vive allí, perdón por la expresión, de puta madre.
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