LA consejera de Hacienda, Empleo y Comercio, Dunia Almansouri, está ultimando los detalles para presentar un Plan de Contingencia Económica, que incluirá medidas, ayudas y mecanismos de concesión de subvenciones para las familias y empresarios. Esto no es algo que Melilla esté haciendo por iniciativa propia. Ahora mismo todas las autonomías han presentado o están trabajando en un proyecto similar.
En la península se están priorizando, en primer lugar, las ayudas a los empresarios y las pymes, con apuestas potentes como la de la Junta de Andalucía, que retrasó el cobro de impuestos a las pequeñas y medianas empresas y ha aprobado un paquete de 1.000 millones de euros para mantener a flote el tejido empresarial. Y eso no lo están elaborando ahora. Lo presentaron el 16 de marzo: dos días después de la declaración del estado de alarma. Allí las cosas de Palacio marchan rápido.
Para nadie es un secreto que nuestra solvencia en estos menesteres dista mucho de la andaluza, pero hay autonomías como la madrileña, una de las más golpeadas por el coronavirus, que hace tres días aprobó un paquete de 220 millones de euros para, entre otros, bonificar las cuotas de autónomos de marzo y abril y conceder ayudas directas para que los empresarios no tengan que cerrar sus negocios, con subvenciones directas de 3.200 euros para los afectados por la crisis del Covid.
Otro ejemplo: Cataluña tiene abierta una línea de financiación para autónomos de 7,5 millones de euros desde el 17 de marzo, tres días después de que Pedro Sánchez declarara el estado de alarma que se ha ido prorrogando sucesivamente hasta el próximo día 26 de este mes.
No es por ser sangrantes, pero vamos lentos y se nos hace tarde. De momento tampoco sabemos qué dinero vamos a recibir del fondo de contingencia de 300 millones de euros, movilizado para toda España, por el Ministerio de Derechos Sociales, ni en qué proyectos se invertirá ese dinero. No sabemos qué líneas de las incluidas en el real decreto de las ayudas son las que se van a potenciar en Melilla.
Este lunes el ICO abrió su línea de financiación a través de bancos con el aval del Gobierno y se quedó corta el mismo día. Agotada en cuestión de horas. Sinceramente creo que nadie, ni siquiera el Ejecutivo central, es capaz de hacerse una idea más o menos clara del impacto brutal que ha tenido el coronavirus en nuestra economía. Me da miedo.
Cuando hablamos de trabajadores afectados por los ERTE en nuestra ciudad no queremos que nos den las cifras (si las tienen). Queremos que empaticen con los nombres porque cada una de las personas afectadas tiene por delante un camino de espinas para llegar a fin de mes.
Que a estas alturas en Melilla estamos aún sumando y restando. No es de recibo. Como tampoco lo es que el Gobierno central siga sin aprobar medidas para el rescate de la prensa. En Italia los anunciantes se desgravan el 30% de lo que invierten en información. Aquí estamos todavía entretenidos en justificar por qué no hay mascarillas en las farmacias o por qué se compraron tests barateros para comprobar el estado de salud de los españoles.
El Plan de Contingencia Económica de Melilla no puede ni debe ser pan para hoy y hambre para mañana. Debe ser un plan valiente que apueste por mantener a flote el poco volumen de negocio que queda en nuestra ciudad.
Sé que no es fácil y que la consejera Dunia Almansouri lo tiene muy difícil. Cuando llegó al Gobierno ya se encontró un dramón social en nuestras calles. Eso, por motivos obvios, ha ido a peor con la crisis del coronavirus. Pero nadie la juzgará por la herencia recibida sino por lo que sea capaz de hacer para que en lugar de “herencia” se hable de gestión. Y eso es misión casi imposible en una ciudad donde la pobreza es estructural.
Y si ya estábamos mal, vamos a peor. No quiero ni imaginar cómo ha de estar el CETI hoy después del salto a la valla de 53 personas registrado ayer. Si ya estaba colapsado y en pie de guerra, ahora la situación es sencillamente volcánica.
Esos inmigrantes recién llegados han tenido infinitamente más suerte que las 39 personas desaparecidas este fin de semana tras zarpar desde la ciudad marroquí de Tan Tan. He recibido, con mucha tristeza, el mensaje de un joven de Camerún que vive en Madrid y que entrevisté hace unos años cuando saltó la valla de Melilla. Se llama Bernard y me contó con un nudo en la garganta que su primo viajaba en el barco que naufragó y del que yo no he visto noticia alguna en los telediarios. Mientras estamos confinados y haciendo pasteles y bizcochos en casa, la gente que busca un futuro mejor, sigue muriendo allá afuera. Hasta para nacer, hay que tener suerte.
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