“Los que mandan lo tienen muy claro. Te ponen al borde del precipicio y te dicen: no te voy a tirar, pero tampoco te voy a dar otra opción. Al final te acabas agarrando como puedes a ese filo, hasta que te caes, o te tiras”.
Estas palabras provienen del melillense de 47 años Ibrahim Ahmed, y reflejan la desesperación y el desconsuelo de uno de los cientos de afectados por la medida tomada de excluir a los trabajadores del Plan de Empleo de la Ciudad Autónoma sin un título académico mínimo o que sean incapaces de homologar sus estudios, hagan el trabajo que hagan.
Hace apenas un mes, Ibrahim fue rechazado por tercera vez por los Planes de Empleo después de haber sido llamado para trabajar. Cuenta que la primera vez que demandaron su presencia para después denegársela fue en enero de 2015, cuando dijo ser el único de los empleados del Plan al que le echaron para atrás por el requisito del título educativo.
Alega que no entiende la arbitrariedad de su exclusión, ya que “otros pudieron trabajar sin este documento, quizás porque estaban mejor relacionados que yo”.
Tres meses después volvió a sufrir una “humillación” similar. Fue requerido para un empleo en una obra, pero volvieron a solicitarle el documento que ya sabían que no tenía. Ahmed habló con todas las personas posibles, y nadie fue capaz de enmendar esta “injusta situación”.
La gota que colmó el vaso de la paciencia de este parado melillense cayó apenas veinte días después de su último repudio laboral, cuando volvió a ser llamado para trabajar en la Plaza de Toros.
Cuando ya tenía todo listo, y con mil ilusiones al respecto, volvió a ser notificado un día antes de su incapacidad para el puesto debido a que no tiene el certificado escolar exigido para trabajar en un Plan de Empleo.
Asistencia social
Cuando acudió a la oficina que gestiona los Planes de Empleo a exigir explicaciones sobre “este choteo”, la administrativa le dijo que su documentación había llegado a manos de la directora del centro, que le conminó a sacarlo de la lista. “Me dijo que se podía buscar una ruina con la señora si me incluía en el listado, y que siempre me quedaría la asistencia social. Ahí reventé. La ruina me la iba a buscar yo. Llevo muchos años partiéndome el lomo por esta ciudad, evitando delinquir como otros para poder llegar a fin de mes, y ahora me empujan a la mendicidad. No, por ahí no paso”.
Alega que prefiere verse en la cárcel, “que le dan comida, cama, una ducha y sale con su paro” que tener que acudir a mendigar una ayuda social. Siente que no se merece esta desconsideración por parte de una entidad para la que ha trabajado tantísimos años.
Este parado de larga duración, pese a su juventud, tiene tres hijos y un nieto, y el único sueldo que entra en su casa son los 450 euros que recibe del subsidio por desempleo. “Eso no es dinero. Mi hijo de 19 años no aguanta esta situación. Me ha pedido que le deje irse a Alemania a trabajar, de lo que sea, para ayudarnos. A mí se me cae el mundo al suelo”, admite sin poder dejar de ocultar la emoción en sus ojos.
Después de trabajar durante tantos años para la Ciudad, este vecino del barrio del Monte María Cristina se ha visto relegado al ostracismo por la controvertida decisión de apartar de los Planes de Empleo a los trabajadores sin cualificación académica. Para Ibrahim, esta decisión “es absurda e injusta, y denota una falta de sensibilidad muy grande”.
Durante la entrevista concedida a El Faro, Ibrahim mostró una docena de documentos que atestiguan sus capacidades profesionales, incluyendo un título en carpintería expedido por el Ministerio de Trabajo: “Tengo diplomas por todas partes, acreditaciones de empleos realizados y hasta cursos de adaptación y prevención de riesgos laborales, que ni cuento como títulos. Poseo además un certificado de escolaridad emitido en Marruecos no reconocido. Todo esto para ser carpintero, y aún así no me dejan. No lo entiendo”.
Más casos
Cuenta que tiene otros compañeros y amigos que sufren la misma problemática. “Uno de mis compañeros tiene siete hijos que alimentar y también lo han excluido por idéntica razón, sin haberse preocupado jamás por lo que tiene en casa, ni por la profesionalidad con la que ha prestado sus servicios todos estos años”.
Tal es el “absurdo” de la norma, según Ibrahim, cuenta que para realizar trabajos de la más baja categoría laboral, personas que han estudiado en la Residencia de Jóvenes Marroquíes, aquí en Melilla, han sido también vetados por la falta de homologación.
Relata con amargura que llevan “meses mareándolo”. Le hacen ir del Cargadero al Ministerio de Educación, de ahí a Delegación, y en todos sitios “se pasan la bola” y alegan que sin ese papel, “insignificante entre la montaña que tiene”, no puede darle de comer a sus hijos.
Este trabajador, con 15 o 16 años de cotización a sus espaldas, no comprende para qué necesita un diploma para pintar una pared. “Esto no es trabajar en una fábrica especializada, en la que haya un riesgo específico de dañar la maquinaria, esto es hacer tres o cuatro chapuzas como ya hice en muchos sitios de Melilla”.
Reconoce que aún no ha perdido la esperanza ni la paciencia, pero ha estado cerca. Denuncia la falta de empatía y previsión de la administración, y hay veces que ha llegado a pensar en tirar por el camino más fácil: “Lleva uno toda su vida trabajando, pagando todo lo que tengo que pagar, haciéndolo todo por lo legal y de frente, para que ahora el fruto de mi esfuerzo no tenga ninguna recompensa”, comentó.
Ibrahim reitera que “no quiere que le regalen nada”. Tan sólo desea tener la oportunidad de aferrarse a un trabajo temporal que le ayude a pagar las facturas. No considera que pida mucho, pues entiende que la decisión de apartarle de los Planes de Empleo le ha retirado de pleno del mercado laboral, ya que “nadie quiere contratar a nadie de su edad”.
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