Martín Herrera (Comodoro Rivadavia, Argentina, 1979) llegó a Melilla por amor. No hace falta compartir demasiados cafés con él como para darse cuenta que es un sentimiento al que da toda la importancia que la vehemencia argentina siempre hace aparentar. El amor que le trajo a Melilla tiene nombre de mujer, pero el que va a mantenerlo aquí (o al menos, eso espera) tiene nombre de género musical y se mueve al son de Carlos Gardel o Astor Piazzola.
Herrera es profesor de tango desde el año 2005 y ha dado clases desde entonces en academias de la Patagonia argentina y Buenos Aires, además de España e Italia. Ahora, vive en Melilla y, en este mes de octubre, va a dar comienzo a un proyecto que él mismo ha denominado ‘Melitango’. Más de uno ya habrá deducido el juego de palabras. Para los que necesiten más pistas, el tango, como promete el titular, ha llegado a la ciudad autónoma.
Concretamente, a Fusión Sport Centers, un gimnasio local sito en la calle Querol en el que Herrera, de aquí en adelante, impartirá clases de iniciación al popular baile argentino en cuatro sesiones semanales. Todas tendrán una duración de hora y media, desde las 18:00 hasta las 19:30 horas, de lunes a jueves. Las clases, de igual modo, se estructurarán en base a dos grupos. El primero acudirá lunes y miércoles y el segundo, por tanto, martes y jueves. En definitiva, tres a la hora la semana (o doce al mes) de baile y pasión con acento porteño.
Su currículo
Aunque no da una respuesta clara cuando se le cuestiona qué tiene de diferente respecto al resto de profesores de tango de nuestros días, Herrera, que ya ha trabajado en otras ciudades españolas como Málaga o Granada, se aferra a su pasado en general y su currículo en particular para defender su propuesta. “No es que yo venga de un nivel inicial o esté empezando, es mi profesión. Llevo con el tango casi 20 años. En realidad, es parte de mí desde que nací. Mi abuelo tocaba el bandoneón cuando yo era chiquito y ya me ponía a bailar”, confiesa.
Mezcla de pueblos
El profesor habla del tango como una mezcla de pueblos y culturas que bien podría recordar a cualquiera a la Ciudad Autónoma de Melilla, en una especie de adaptación extrapolada al mundo de la danza. “La cultura no tiene color, no tiene sabor, no tiene olor. La cultura es invisible, está dentro. Cada uno aloja en ella lo que necesita”, sentencia Martín Herrera, quien asegura que, cuando una persona baila un tango, deja de ser hombre o mujer para convertirse en un ente en movimiento que él denomina “biotipo”.
En estrecha relación con lo anterior, el profesor asegura que se ha demostrado que este tipo de baile mejora las habilidades sociales (empatía y respeto, fundamentalmente) del que lo practica, al tiempo que potencia una serie de atributos físicos como el equilibro, la fuerza, la coordinación e incluso las capacidades respiratoria y cardiovascular. En este sentido, respetar a la pareja, escuchar su cuerpo y moverse de forma orgánica, son algunas de las cualidades que el argentino enumera al referirse al buen bailarín de tango.
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