Los mentideros políticos están al rojo vivo en Melilla. Por distintas vías nos llegan noticias de una reanudación e intensificación de las conversaciones entre Coalición por Melilla y el Partido Socialista para intentar alcanzar un acuerdo que permita hacer cambios en el tripartito.
Por una parte, CpM tiene la sensación de que Presidencia se ha convertido en un elemento ralentizador de decisiones y por, otro, el PSOE necesita consolidar el liderazgo de Gloria Rojas, que se convertiría en la primera presidenta de la Ciudad durante el tiempo que los cepemistas le permitan gobernar.
De esta forma, la socialista ‘mata’ cuatro pájaros de un tiro. Hace realidad su sueño de presidir Melilla; se quita a Eduardo de Castro de en medio; trunca las aspiraciones de Mohand Mohamed Mohamed de desbancarla en el PSOE y neutraliza el margen de maniobra de la siempre inquieta Sabrina Moh.
Aberchán, por su parte, mantiene las filas prietas porque la Presidencia recaerá en otro partido, de manera que entre los suyos nadie se podrá venir arriba durante el tiempo en que él permanecerá inhabilitado para ocupar cargo público alguno. Tampoco podrá hacerlo Rojas porque sabe que si consigue gobernar es porque CpM se lo permite. Conclusiones: si quiere ser presidenta de verdad, tendrá que entrar por el aro.
Por supuesto, en esto juega un papel importante el diputado no adscrito a ningún grupo de la Asamblea, Jesús Delgado Aboy, con el que CpM se ha mostrado muy generoso en esta legislatura. El único problema para reformar el Gobierno siempre ha sido el Pacto Antitransfuguismo del PSOE.
Pero, en estos momentos, ese es el menor de los problemas que tienen los socialistas. Sánchez pasó de no poder dormir tranquilo con Podemos a abrazarse con Pablo Iglesias; de recurrir la Ley de Seguridad Ciudadana ante el Constitucional a defender y ganar la legitimación de las devoluciones en caliente en Estrasburgo y, por supuesto, lo que más escuece entre las bases es el levantamiento del cordón sanitario a ERC y Bildu para sacar adelante los presupuestos. El mensaje es claro: no nos pongamos tiquismiquis.
Por tanto, nadie se llevaría las manos a la cabeza en Madrid si a Gloria Rojas le da por pactar con un ex diputado de Vox, que todo hay que decirlo, nunca ha sido de extrema derecha y que, por voluntad propia, ha emprendido el camino hacia la centralidad del tablero político. Se puede vender bien y se venderá. Ese no es el problema.
Dicen los que están al tanto de las conversaciones entre cepemistas y socialistas que hay “discusiones aceleradas” y “reuniones” continuas para cerrar cuanto antes el cambio en el tripartito. De ahí que desde el fin de semana estemos viendo una cadena de mensajes vía WhatsApp que cuestionan al equipo de De Castro. Van a por el presidente.
No es la primera vez que huele a moción de censura en Melilla. Tampoco es la primera vez que se habla de conversaciones para apartar a De Castro. Y yo creo que estirar el chicle no es la solución. Entre este conciliábulo y el que supuestamente mantuvo Mohand con el PP para montar un Gobierno del PSOE con Imbroda, se nos han ido dos años de legislatura. En todo este tiempo, la medida estrella ha sido la retirada de la estatua de Franco, que compite, cuerpo a cuerpo con el encarecimiento de los billetes del barco; el recorte de rotaciones de los buques; el cierre de la aduana y de la frontera; el fin del comercio atípico y el hundimiento del puerto. No hay tablas por ninguna parte.
El tripartito no lo ha tenido fácil. No sólo porque las coaliciones entre formaciones políticas distintas no son llevaderas, sino porque los hemos puesto a prueba durante la crisis del coronavirus y el listón ha estado muy alto sobre todo para políticos que no estaban preparados ni para ser militantes de base y, de la noche a la mañana, se han visto con nóminas escandalosas ingresadas en sus cuentas.
A esto hay que añadir el descontento del empresariado melillense que está viendo cómo se desangran sus negocios sin que desde el tripartito hayamos visto reacciones inmediatas. Es cierto que veníamos mal, pero también lo es que ahora estamos peor.
Por menos, la Plataforma de Empresarios le hizo una manifestación a Imbroda. Con el cierre de la frontera y el fin del comercio atípico llegó la ruina de los comerciantes de los negocios de venta al por mayor en la zona de Beni Enzar. Curiosamente ninguno ha salido a la calle a demandar ayudas o a reclamar medidas urgentes. De un plumazo se quedaron sin voz.
Que esos empresarios no reclamen sus derechos no significa que el problema no exista. Sigue ahí, latente y la Ciudad y la Delegación del Gobierno tienen que mojarse. Los políticos no pueden estar solo para pedirnos sacrificios a los ciudadanos.
Negocios que llevan funcionando varias generaciones en Melilla están al borde de la quiebra. El tripartito ha tenido dos años para hacer algún tipo de propuesta. ¿La han escuchado ustedes? Ellos sólo piensan en cambiar de ‘pareja’ cuando lo que hace falta es cambiar de mentalidad.
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