Tras la inolvidable última representación del musical 'Mamma Mía', unos periodistas preguntaban al director, José Juan Imbroda, por sus impresiones y Jotajota dijo que era el último musical. Mintió como un bellaco; sus gentes no le creían porque José Juan parece haber nacido para las artes escénicas pero las artes perfeccionistas. Eso de coordinar a casi 100 personas para que el espectáulo salga redondo parece haberlo apuntalado con pocos años de edad y, perfeccionado, al cabo de los años, a base de no perderse las obras más complejas. No hay ido a facultad alguna de arte pero se lo conoce como la palma de su mano. Digo que mintió como un bellaco porque, en el momento que ha surgido la posibilidad de dirigir escena -'La canción del olvido'- se ha vuelto a poner el mono de trabajo.
Como en tantes representaciones dirigidas por Imbroda, 'La canción del olvido' tuvo su premier en la noche del pasado jueves y resultó redonda porque la obra se representa con un apoyo musical de 35 almas dirigidas por Josep Enric Herman Alapont, la Orquesta Sinfónica de Melilla. Aquí no hay música enlatada o el aporte de un puñado de grandes músicos de Melilla, como en 'Mamma Mia', aquí hay una orquesta de categoría y un coro dirigido por la soprano por excelencia, María del Carmen Gálvez, que deslumbran tanto por la dimensión del montaje como por la calidad del mismo.
Y decía Jotajota que era su postrer trabajo a cargo de la dirección escénica...no se lo creía ni él ni los suyos. En Melilla se ha creado un grupo de aficionados a la música y el teatro de muchísima consideración que viven nerviosos por dos razones: O están preparando la última de sus propuestas, o están descansando pero nerviosos por decidir cuán va a ser la próxima comparecencia y, me consta, que Bombalurina, zarzuelas al margen, está en proceso de reflexión y que baraja nombres de musicales para la historia que verá la luz en el escenario del Kursaal Nacional. Y al frente de los nervios, lo quiera o no, está Jotajota Imbroda.
Claro que es fácil triunfar estando rodeado de personas como María del Carmen Gálvez, Raúl Belmonte, Napo Escobar, Raúl Belmonte, María Jose Ramírez, Antoñito Ferrer, Juan Carlos Ramírez, María del Mar Martínez, Ángeles de la Vega...y tantos otros, injustamente no nombrados, imantados por la llamada del Imbroda y dispuestos al máximo esfuerzo con tal de conseguir la perfección. Y, oigan, no se trata de jóvenes faranduleros que les gusta dar el cante -aunque canten, bailen o interpreten como los mejores-, no. Son trabajadores, padres de familia, parados, enseñantes, vaya, gente normal y corriente enamoradas del arte y comprometidas con su ciudad.
El comentario del respetable tras los sucesivos éxito es el mismo: "No parecen de Melila". Pues sí señor o señora son de Melilla, viven aquí y compran en el mismo mercado que usted. Lo que ocurre es que guardan en un rincón de su alma la vocación interpretativa, la misma que echan a volar en los musicales, en las zarzuelas...en cualquier ocasión que les permita sentirse protagonistas de un sueño, el arte.
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