Violeta Serrano es escritora de 'Flores en la Basura' y 'Poder Migrante', don ensayos que ha presentado en la ciudad estos días. Elsa Arnaiz preside actualmente Talento para el Futuro. María Caso es directora de El Futuro es Ahora y DemosLab. Las tres se encuentran en la ciudad para participar en el programa de actividades por el 8M, donde han impartido dos conferencias en la Consejería de Cultura y han visitado a los alumnos del IES Virgen de la Victoria.
El confinamiento, la crisis económica de 2008 y otra en la que parece que estamos entrando. ¿Cómo creéis que está afectando esta vorágine a los jóvenes?
Violeta Serrano: Nosotras somos de generaciones distintas. En ‘Flores en la basura’ hablo de lo que le pasó a mi generación en un principio, que creíamos que nos iba a ir bien porque habíamos tenido la suerte de crecer en la estabilidad de España y empezamos a entrar en el mercado laboral cuando todo se empezó a complicar. Creo que mi generación ha tenido que espabilar y ellas están más preparadas y las han podido identificar antes. Esto no quiere decir que sea mejor, sino que (esto es algo que también defiendo en el libro) no se trata de quejarse, sino de protestar y resistir. Yo creo que estamos en una nueva transición y que es responsabilidad nuestra cambiar el mundo para mejor.
María Caso: El otro día veíamos cómo los jóvenes del IES Virgen de la Victoria decían que había dos formas de enfrentarse a estas crisis. Había personas muy jóvenes que nos decían delante de sus profesores que ya viven con ansiedad y otros que ya habían identificado determinadas herramientas. Lo comentamos con ellos, para dejar de sentir esa ansiedad es importante que creemos redes y un futuro distinto. Vivimos en un momento en el que la salud mental es clave y la incertidumbre no va a pasar. Por eso ‘Flores en la basura’ es una herramienta estupenda, porque al final es un diálogo que te permite establecer con alguien que proyecta mucha esperanza.
Elsa Arnaiz: Si que es verdad que somos más resilientes y estamos más adaptados a estas multicrisis, pero también estamos muy hartos y no hay que tensar esa cuerda. Las administraciones y los partidos políticos se tienen que dar cuenta de que nos tienen que ayudar, pero no solo de vista a una campaña electoral sino en acciones. De otra manera, esta vulnerabilidad se va a convertir en una polarización y ahí es donde vienen los problemas reales.
Un comentario muy repetido entre los mayores es que los jóvenes tenemos la piel “muy fina” y que nos quejamos por todo. ¿Pensáis que están en lo cierto o nada más lejos de la realidad?
V.S.: No se puede generalizar porque cada persona es un mundo, pero no se pueden mirar a los ojos con contextos anteriores y viceversa. A mí me hace gracia alguna gente que dice “a mí me gustaría vivir como a mis padres”. Eso es un punto de vista nostálgico y no sirve de nada. No vas a vivir como tus padres porque el contexto es otro y tienes que crear posibilidades diferentes en el momento en el que estás. También se aplica a las generaciones anteriores. No nos pueden decir “os quejáis por vicio” porque tenemos otros problemas y la perspectiva de futuro es distinta.
M.C.: A mí me hace mucha gracia porque normalmente estas afirmaciones de que tenemos la piel muy fina viene de personas que están emitiendo juicios contra las mujeres, las personas LGTBI o las personas migrantes. Somos una generación que no se calla. Hay mucha gente aliada en las personas adultas y muchas veces no se oye. Lo negativo siempre hace más ruido que aquellas alianzas que vemos en las calles en el 8 de marzo, por ejemplo.
E.A.: Yo diría: “Sí, tenemos la piel fina. ¿Y qué?”. ¿Qué problema hay en no querer aguantar esta situación? El mundo avanza. Hemos avanzado en derechos, en igualdad, económicamente… ¿Qué pasa por querer ser más vulnerable y decir que esto no está bien? Puede que dentro de unos años se considere piel fina algo que ahora mismo no es así. Tenemos que quitar estos adjetivos y estas frases que, como decía María, hacen mucho ruido.
La migración climática es una realidad y muchos jóvenes inmigrantes llegan a España por este motivo. ¿Cómo veis su futuro?
V.S.: Es algo curioso. Estamos en un mundo globalizado para todo excepto para la circulación de personas. Hablando desde Europa, somos una sociedad muy envejecida, así que necesitamos la inmigración. Si no se quiere ver por el tema de derechos humanos, hay que mirarlo de forma egoísta: necesitamos personas jóvenes en el mundo laboral.
M.C.: Las migraciones se producen porque estamos en un sistema conectado, que además requiere recursos de una parte del mundo y las personas que tienen menos recursos son las más afectadas. El sistema en el que vivimos, que permite que estemos sentados aquí en este hotel, es porque en otra parte del mundo se están exfoliando. La causa de la inmigración es el propio sistema injusto y en el ámbito climático más de lo mismo. Pero creo que la juventud lo tiene más claro que otras generaciones y tengo que decir que Melilla en ese sentido es un ejemplo: es multiculturalidad, es integración, es humanidad y es convivencia.
E.A.: En particular con las migraciones climáticas creo que hay algo muy interesante y es que todos podemos ser inmigrantes en cualquier momento, ya sea el rico que se va de un país a otro de Europa o el que emigra porque tiene una situación precaria. Es que nosotros en España vamos a tener que acabar emigrando. Muchos inmigrantes climáticos son inmigrantes por una guerra que hay en su país debido a la emergencia climática que, como bien decía María, hemos creado nosotros. Tenemos que empezar a hacer examen de conciencia porque pronto nos va a tocar ser los que tengamos que emigrar por una crisis climática a la cual no estamos poniendo ningún tipo de freno. Y nosotros sí tenemos las herramientas, ellos no.
Los jóvenes nos estamos encontrando con más avances en derechos, como el caso de la recién aprobada 'ley trans', pero hay otras cosas que tenemos mucho más difíciles que nuestros padres, como poder comprarnos una casa. ¿Cómo se plantea el futuro? ¿Hacia dónde vamos?
V.S.: Creo que deberíamos pensar de una manera nueva. A mí siempre me han dicho que tenía que ir a una gran capital para ser una buena profesional, como Madrid, Barcelona o Buenos Aires –donde estuve viviendo–, y la verdad es que estamos en un momento en el que no deberíamos aglutinarnos en las grandes capitales. En España tenemos unas infraestructuras estupendas donde hay muchísimos terrenos muy baratos en zonas que están muy descolgadas. ¿Por qué los jóvenes no empezamos a pensar en un futuro que no tenga que ver con las grandes ciudades? Quizás deberíamos pensar en otra calidad de vida en otros lugares. Así como nuestros antepasados se fueron de zonas rurales porque necesitaban más confort, como es lógico, ahora nosotros deberíamos pensar si en las grandes ciudades estamos viviendo o sobreviviendo y qué alternativas tenemos.
M.C.: Yo quiero recordar que las leyes que se han conseguido están en peligro siempre y no hay que dar por hecho todo lo conquistado. No existen cuestiones de los jóvenes; hay problemas ante los que nos vemos más afectados, pero son derechos para todos. O caminamos hacia una transición en la que los jóvenes estén dentro de todas las leyes o nos veremos abocados a seguir en un sistema que está colapsando y que puede que no sea el adecuado.
E.A.: El problema de la vivienda desgraciadamente no es algo solo de los jóvenes. Hay personas mayores de 75 años que tienen que irse a compartir piso después de toda una vida trabajando: bien porque están solos o porque no les llega la pensión. Si nos está pasando a los más jóvenes y a los más mayores está claro que es un problema estructural político polarizado. No son problemas de jóvenes, son de todos. Si la juventud de ahora es precaria no va a conseguir trabajo de calidad y no va a poder sostener las pensiones.
Con todo lo que estamos sufriendo actualmente, ¿creéis que somos la generación de la desilusión?
V.S.: Yo creo que hay mucha desilusión y nosotras intentamos cambiar ese discurso todo el rato para volver a ilusionar a las personas como nosotros. Para cambiar las cosas estaría bien que lo hiciéramos con consensos, porque sino las frustraciones y las desilusiones pueden acabar en discursos facilistas como los de la extrema derecha.
M.C.: En palabras de Francisco Vera, un activista colombiano de 13 años que reside aquí, diría que somos la generación de la eco esperanza. Evidentemente venimos de una desilusión, pero la sociedad continuará –espero– con la ilusión de pensar que podemos cambiar las cosas. Si no vemos un horizonte es imposible cambiarlo.
E.A.: Pienso que es fundamental cambiar el relato y hacerlo de una forma masiva. Es cuestión de que todos nos pongamos a ello. No puede ser que los jóvenes estemos tirando del carro. Hay que darse cuenta de que si nosotros estamos desilusionados no afecta solo a la juventud, sino a toda la sociedad. Ahí juegan un papel fundamental los medios de comunicación y los partidos políticos como ejes de cambio. Pero también hay herramientas pequeñitas; se puede empezar desde lo pequeño y causar un impacto más grande de lo que crees.