Junto a Murcia, Islas Baleares y Cantabria, Melilla se encuentra entre las autonomías que apenas cubren con beca comedor al 5 % de sus menores en situación de pobreza, según el informe "Adiós a la dieta mediterránea: nutrición y hábitos saludables de la infancia en España", de la ONG Save the Children, para la que los comedores escolares son los grandes aliados contra el exceso de peso porque garantizan una comida saludable.
Precisamente Save the Children ha pedido extender las becas a todos los menores que lo precisen, después de que este estudio evidenciara que el aumento del sedentarismo en los menores por el cierre de aulas, comedores escolares y actividades de ocio, y el uso de pantallas durante la pandemia, ha elevado al 28% la obesidad infantil: el 32,5% de los niños de 4 y 16 años en los hogares con rentas más bajas, y el 19% en los que tienen mayores rentas.
A nivel nacional, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística, del 27,4% de menores en situación de pobreza, sólo el 11,2% percibe beca comedor, aunque hay comunidades, como País Vasco, que ofrece cobertura completa por encima de su tasa de pobreza.
A tenor con lo que publica EFE, la ONG ha propuesto aplicar "una fiscalidad más estricta a los alimentos perjudiciales para la salud y una más beneficiosa a la alimentación saludable", regular la figura del dietista y crear equipos multidisciplinares para la lucha contra la obesidad infantil.
"Los niños y niñas de Suecia son los más cercanos a llevar una dieta mediterránea en Europa, cuando precisamente esa dieta nació en los países de la ribera del Mediterráneo que la estamos perdiendo", ha resaltado Andrés Conde, director general de la ONG.
En concreto, la investigación de Save the Children, que incluyó un sondeo a más de dos mil familias en octubre pasado, analiza la incidencia de la pandemia y de la renta de las familias en la salud nutricional de los niños y sus hábitos saludables.
En palabras de Conde, "vivir en un hogar pobre duplica el riesgo de sufrir obesidad o sobrepeso, que en España ya tienen uno de cada tres niños tras la pandemia", una situación que puede agravarse por la subida de precios de alimentos como verduras y frutas.
Durante la pandemia, se ha dado igualmente una reducción del consumo de verduras y, en especial, de fruta: en 2017 el 56% consumía fruta a diario y el pasado mes de octubre, sólo el 40%.
Lógicamente, el estudio refleja que los hogares con más bajos ingresos tienen menos posibilidades de acceder a los alimentos para una dieta equilibrada, de sufragar actividades extraescolares o de ocio no sedentario, o de tratar problemas de salud, como los trastornos de conducta alimentaria o las patologías bucodentales.
"La inflación se ceba con las familias más pobres, porque el encarecimiento de precios en los alimentos esenciales es más duro para las rentas más bajas", ha explicado Conde antes de resaltar que además "los barrios más pobres tienden a concentrar mayor número de restaurantes y establecimientos de comida rápida".
Las cifras son claras en cuanto a la incidencia de la renta: el 18,1% de los menores de familias con menos ingresos consume a diario comida rápida, mientras lo hace el 10% de los de familias acomodadas. En tanto, practican con regularidad actividad física o deportiva el 71% de los de hogares con ingresos altos y desciende al 41% en los de familias de renta baja.
Por otra parte, las diferencias por sexo no se aprecian en la primera infancia (de 4 a 12 años), aunque sí sobresalen en la adolescencia, cuando se produce casi el doble en los chicos (28%) que en las chicas (13%).
El responsable de la entidad de defensa de la infancia ha insistido en que, amén de que la pandemia haya interrumpido la tendencia positiva de descenso de las tasas de obesidad, que antes se situaban en el 27,6% (ahora en un 28%), la situación inflacionista puede elevar todavía más esos porcentajes.
A la vez, el estudio ha demostrado que la pandemia ha sumado media hora más de uso de pantallas y le ha restado a los jóvenes ese mismo tiempo de sueño.
Así, se ha incrementado enormemente la cantidad de niños que dedican más de dos horas al uso de móviles, ordenadores u otras pantallas, que ha ido del 25% al 42%, lo que, en el caso de los adolescentes, suponen casi cuatro horas de uso al día.
Asimismo, el informe llama a no perder de vista que en la obesidad y el sobrepeso infantiles no solo influyen la calidad de la alimentación, la cantidad de actividad física o el número de horas que pasan durmiendo o frente a una pantalla, sino también factores ambientales, culturales y biológicos. Por ejemplo, si sus padres y madres son obesos, tienen más posibilidades de sufrir exceso de peso.
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