Vecinos de Monte María Cristina afirman que “no se puede esperar nada” al buscar empleo si se procede de este barrio. Denuncian que el poco trabajo que hay se da a gente de fuera.
Vivir en Monte María Cristina curte el semblante. Al menos ésa es la impresión que uno se lleva al observar a varios vecinos del barrio. Muchos no llegan a los 30 años, pero el paso del tiempo parece haberles hecho más mella de la habitual a esa edad.
Hakim se encuentra sentado en el escalón de acceso a una vivienda. No se ve mucha más gente por la calle. “Están durmiendo”, aclara este joven. “Cuando se lleva mucho tiempo en el paro, no tienes otra cosa que hacer por las mañanas”.
Él mismo se encuentra sin ocupación. O, mejor expresado, con un empleo a todas luces precario. “Llevo tres años trabajando de barrendero con un contrato de sólo un día por semana”. Esa tarea le reporta 100 euros al mes por trabajar cada sábado.
“Con eso no puedo casarme, ni hacer mi vida ni hacer nada”. Hakim sostiene que no es el único del barrio que trabaja en esas condiciones. “Aquí hay otros tres o cuatro en la misma situación y llevan así más tiempo que yo”. Y denuncia: “¿Cómo se puede vivir con 1.200 euros al año?”.
Hakim considera que ser de Monte María Cristina es algo que te estigmatiza en esta ciudad. “Si me llego a empadronar en otro barrio, igual me hubiese ido mejor en la vida”, opina, y asegura tener “comprobado” que si en el DNI se muestra que vives en una calle de esta zona, “no se puede esperar nada” a la hora de buscar un trabajo digno.
“Aquí lo único que tenemos es lo malo. El vertedero, la cárcel...”. Sobre la prisión habla Sami, otro vecino. “Un niño crece en este barrio viendo la cárcel como algo normal”. Y en esa ‘normalidad’, según relata, es habitual ver algunas ‘transacciones comerciales’ junto al centro penitenciario. “Hay gente que tira droga por encima de la valla”, explica.
Sami es de los afortunados del barrio, si es que puede llamarse así a tener un empleo en el que no hay un sueldo, sino cobros por comisión. Y el trabajo (instala fibra óptica para una empresa de telefonía) no abunda.
“Este mes es la ruina, no creo que llegue a los 300 euros”, lamenta. Y añade algo descorazonador: “Tengo 22 años y siempre estoy en el mismo escalón.¿Estaré igual cuando tenga 40 años?”.
En ciertas zonas del barrio se advierte la suciedad y el abandono. “Hablan de La Cañada”, prosigue Sami, “pero ahí tienen su campo de fútbol y su parque. Aquí no hay nada”.
Ahora se está construyendo un parque cerca de la prisión y Karim, parado, con mujer y tres hijos y sólo un subsidio de 426 euros para llegar a fin de mes, intentó conseguir trabajo en la obras. En vano. “La mayoría de los obreros no son de Melilla”, afirma, y Hakim interviene reclamando que ahí debería trabajar “gente del barrio”. Mientras, los niños han de conformarse con jugar en la calle.
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