Las gasolineras de Melilla empezaron a aplicar este viernes, sin mayores sobresaltos, el descuento de 0,20 euros, que nos hace el Gobierno de Pedro Sánchez y que, sin dudas, es una ayuda necesaria en vísperas de las vacaciones de Semana Santa.
Hay algo en la aplicación de esta medida que a mí, como a media España, no me gusta y es que los empresarios se vean en la obligación de adelantar el dinero a la Administración.
Todos sabemos que el pago está asegurado, pero el problema es cuándo se abonará porque muchas empresas están exhaustas y esto puede convertirse, con la mejor de las intenciones, en la gota que colme el vaso.
Un debate similar a éste lo tuvimos hace unos años, durante el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, cuando se aprobó la Ley de Dependencia, que era y sigue siendo necesaria. Pero la letra pequeña decía que le tocaba a las comunidades autónomas asumir el gasto. Luego se llegó al acuerdo de compartirlo al 50%, pero hubo que pelearlo. Ahora se repite una versión más light del yo invito, pero pagas tú.
En lo que llevamos de año, las gasolineras de la ciudad han registrado un descenso de las ventas del 30% por motivos más que obvios. Si sube el precio del combustible, la gente apura a la hora de repostar. Y si a eso le sumas el consejo que nos llega de la Unión Europea de reducir el consumo de gas y del uso del coche, entonces puedes hacerte una idea de que vienen nubarrones en camino.
Algo parecido al temporal que ha espantado de Melilla el crucero con turistas americanos que tenía pensado atracar en nuestro puerto el próximo lunes. La vicepresidenta Gloria Rojas se enteró en directo, en la rueda de prensa que dio a primerísima hora de la mañana, cuando los periodistas que son padres y madres de niños pequeños y no pagan el suplemento del servicio de Aula Despertador, aún no han dejado a sus peques en el colegio. Es cierto que la socialista tenía la agenda cargadísima, pero debemos pensar en la conciliación.
El caso es que la vicepresidenta tenía previsto dar la rueda de prensa para anunciar que estaba todo preparado para recibir el crucero, pero en su lugar tuvo que hablar de la cancelación del barco y ese es el bombazo que nadie querría soltar. Es lo que tienen las prisas, son malas consejeras.
No obstante, tengo que reconocer que estuvo muy bien Gloria Rojas intentando apagar el debate sobre la rivalidad en el seno del Gobierno, tal y como hizo con bastante elegancia también el cepemista Hassan Mohatar, después de enterarse de que los responsables de Medio Ambiente del PSOE soltaron a bocajarro en una rueda de prensa que si estuvieran en su lugar harían las cosas de manera diferente.
Seguramente las harían de otra forma, es lo normal entre formaciones de distinto color político, pero el comentario es desafortunado. Son cosas que en política se piensan, pero no se dicen cuando gobiernas en coalición porque dejarse llevar por los demonios hace daño al Gobierno y da consistencia a las críticas de quienes piensan que sin mayorías absolutas el Ejecutivo se paraliza por un motivo de peso: no puede gestionar en medio de la desunión. Divide y vencerás.
Y eso es algo que el ciudadano no quiere. Los votantes quieren unidad y necesitan saber que no han tirado el voto a la basura porque cuando se convencen de lo contrario acuden al voto útil.
Hay entre los políticos de Melilla una sensación de ansiedad por ver quién sale más en la prensa. Mucho cuidado con la sobreexposición. No entiendo a qué vienen las prisas cuando estamos oficialmente a un año de las elecciones. Un año, en política, es una eternidad.
Sin embargo, reconozco que es una ansiedad justificada porque necesitan enseñarnos en un año lo que han estado planeando en los últimos tres. En fin, nos están agobiando con ruedas de prensa a las que los periodistas somos convocados sin que el Departamento de Comunicación de la Ciudad atine a decir de qué va a ir la cosa. Se me ocurren algunas razones: los consejeros los ignoran y no les quieren adelantar el tema de las ruedas de prensa para evitar que se las revienten; están parasitados por la ineficiencia o lo hacen para molestar a los medios.
El caso es que nos encontramos a diario convocatorias a las que asistimos sin poder decidir si nos interesa o no cubrirlas. Vamos a ciegas. Esta forma de manejar la comunicación me recuerda al año 2008 cuando mandamos a Chiquilicuatre a Eurovisión. A la gente le hacía gracia, pero nadie creyó que se podía ganar con él.
El tripartito ha subestimado la comunicación. De nada sirve que te mates a trabajar y a proponer proyectos si eso no llega a la ciudadanía porque tienes un tapón en tu propia casa que no deja que fluya la información por el motivo que sea. Da lo mismo que sea por incapacidad, mala fe u afición al enigma. El problema es grave y fácil de entender: sin comunicación no se comunica.