Cultura y Tradiciones

Entrevista a Ara Malikian: “Siempre que vuelvo a Melilla me entrego con el cuerpo y el corazón”

Se inició en el violín desde muy temprano con su padre y aprendió a tocar con él. ¿Cómo fue esa experiencia?

A ratos fue maravillosa y a ratos muy dura. No sé si por mala o buena suerte, pero mi padre había decidido por mí que tenía que tocar el violín. Nada más nacer me puso un violín en la barbilla y empezó a trabajar conmigo. A veces se pasaba porque me hacía practicar muchas horas y con ocho o nueve años yo tenía que estar jugando. Pasaba mucho tiempo estudiando y escuchaba a mis amigos jugar. Eso, cuando eres tan pequeño, resulta bastante duro. Pero bueno, hoy le estoy agradecido eternamente por haberme metido en este mundo del cual luego me enamoré.

¿Por qué su padre quiso inculcarle ese afán por el violín?

Mi padre era violinista y un apasionado del violín. Amaba la música. Él empezó tarde y descubrió también el violín a través de su propio padre. Cuando empezó a tocar, se enamoró y desde entonces se obsesionó. Él vivía del violín, aunque tenía que hacer otras cosas para sobrevivir también. Su sueño era ser violinista y lo que hizo fue traspasar su sueño prácticamente.

¿Cómo recuerda su primer concierto?

Fue maravilloso. A los doce años todavía no era consciente de la presión, los nervios y el público. Yo me acuerdo solo de haberlo disfrutado. Desde entonces me metí en este oficio y no he parado.

¿Se imaginó que llegaría a donde está ahora?

No lo pensé. Cuando dejé el Líbano y me fui a Alemania, tocar el violín se convirtió en una manera de sobrevivir el día a día. Era una época bastante difícil. Tenía quince años y me había ido a Alemania sin mis padres y sin conocer a nadie en el país. Lo único que tenía era mi pasión, que era tocar el violín. Me encontré con un nivel en Europa muy alto, así que tenía que trabajar muchísimo. Mi padre siempre me decía que para competir con ese nivel, tenía que practicar diez veces más. Así que nunca paraba de practicar. Gracias a la música siempre he tenido los pies sobre la tierra y no he podido despistarme con el lado más oscuro de la vida. Cuando tienes dieciséis y diecisiete años nadie te controla y puedes hacer lo que quieras. Para mí la música me mantuvo siempre muy centrado.

La música despierta la memoria y es como viajar al pasado. ¿Ocurre también al componer y tocar?

Hombre, sí. La música no solo te hace viajar por el pasado, también te hace viajar por las emociones, por los sentidos, por todos los estados de ánimo y la música creo que sana. La música es una meditación que te hace mejorar tu salud y la mente, como una terapia. Si los que escuchan se emocionan, cuando tocas la emoción es aún más grande. –

¿Y qué siente cada vez que toca el violín?

Yo entro como en un trance. La música me emociona y es parte de mi vida. Siento muchísima felicidad. Necesito tocar el violín prácticamente todos los días. Es una necesidad física y mental. Para mí es muy importante. Aunque no tenga que tocar, muchas veces lo toco porque lo necesito.

¿Diría entonces que es una extensión de sí mismo?

Bueno, eso es un poco cliché, pero sí. A veces me pasa que si no toco el violín durante dos días, me empieza a doler el cuerpo. Eso quiere decir que algo me falta. Así que en ese aspecto sí, es como una extensión de mi cuerpo. –

A lo largo de su trayectoria ha cosechado multitud de premios, colaboraciones y actuaciones alrededor del mundo. A día de hoy, ¿qué es de lo que más se enorgullece?

Bueno, yo creo que el orgullo es una sensación engañosa. Estoy feliz donde estoy porque sé de donde vengo. He tenido que hacer muchos esfuerzos para llegar donde estoy y le estoy muy agradecido a la vida por darme esta oportunidad. Más que un orgullo, estoy agradecido por haber encontrado el amor a la música y gracias a ello soy una persona feliz.

¿Qué ingrediente especial cree que hay en sus piezas para que llegue a los corazones de tanta gente?

Es la música, no soy yo. Yo soy un mero instrumento de la música para transmitir. Creo que todo el mundo se equivoca al decir que soy yo o que el músico es el culpable de todas estas emociones. El músico también transmite, pero lo que verdaderamente transmite es la música. La música es muy grande. Me siento afortunado de tener este oficio tan maravilloso en el cual a través de ella haces feliz a tantas personas.

A la hora de componer suele profundizar en sus raíces armenias y también asimila música de otras culturas. ¿En qué se basa a la hora de componer? ¿Qué diría que es lo que más le mueve?

Mi carrera ha sido muy larga y diferente. Empecé con mi formación básica, que era clásica, pero para sobrevivir he tenido que tocar todo tipo de música, desde los folclóricos de muchos países y muchos estilos, como el rock, el jazz o el flamenco. No solo era porque me interesaban, sino porque era también una necesidad para sobrevivir. He tenido que trabajar y he pasado por muchas circunstancias. Gracias a esto he aprendido muchísimo durante todos estos años y todo lo que he aprendido lo he reflejado en mi música. Cuando compongo y toco mi música no pretendo hacer una fusión ni mezclar. Lo único que me interesa es usar lo aprendido y utilizarlo con mi propia personalidad, a mi manera, como si fueran recursos. Todo lo aprendido en mis viajes lo utilizo para componer.

De entre todas tus piezas musicales, ¿tiene alguna favorita? ¿Por qué?

Soy muy malo para escoger algo favorito. Cambio de cosas que me gustan cada día. Un día me gusta una cosa y al día siguiente, otra. Mis preferencias cambian todo el rato.

Su nuevo disco ‘Ara’ está dedicado a su hijo Kairo y a la infancia. Es un trabajo muy emotivo. ¿Cómo fue su proceso de creación? ¿Alguna traba en el camino?

Surgió durante el confinamiento. Antes de la pandemia tenía un ritmo de vida de 120 conciertos al año. Me pasaba los días en aeropuertos, aviones y carreteras. Un día al volver a casa me di cuenta que echaba mucho de menos a mi hijo, su crecimiento, ser parte de su mundo, ese mundo fantástico de los niños. Por eso para mí los meses del confinamiento fueron muy inspiradores. Me di cuenta que echaba mucho de menos la niñez que yo no tuve, primero por la guerra del Líbano y después a los quince años porque tenía que ganarme la vida. Con mi hijo traté de recuperar todos esos años que me perdí y vivir ese momento.

La edición especial de ‘Ara’ incluye un vinilo de chocolate. ¿Por qué ese detalle? ¿Cree que todos seguimos siendo niños sin importar el tiempo que pase?

Yo tengo la suerte de que no tengo una multinacional detrás porque no quiero. Lo bueno de eso es que uno puede hacer lo que quiere, como quiere y cuando quiere. Cada vez más los discos físicos se están perdiendo, pero yo creo que todavía hay personas románticas que les gusta tener un objeto con valor emocional. Siempre que hago un disco le damos mucha importancia a las portadas, el embalaje, y por eso también quisimos hacer un vinilo de chocolate como regalo a nuestros seguidores.

Ahora que ya parece que hemos salido de la pandemia, ¿ha vuelto a esa vida repleta de conciertos o intenta equilibrar la balanza con su familia?

Sí, hemos vuelto a los conciertos, pero la verdad es que ahora es otro ritmo diferente al que teníamos antes. Me di cuenta que también hay que disfrutar de la vida y de los seres queridos que tienes alrededor. –

En otras ocasiones se ha considerado un “nómada del mundo” y ha vivido en países como Alemania, Inglaterra o Francia. ¿Qué le hizo decantarse por España para asentarse?

Fue más por casualidad. Por diferentes circunstancias tenía que dejar Inglaterra y Alemania. Vine a España para hacer algunas giras y no tenía ningún proyecto ni nada en concreto, pero me gustaba este país y decidí quedarme por un tiempo. Llegué un verano pensando que me iba a quedar unos meses y ahora llevo ya más de veinte años. –

El concierto en Melilla del próximo 2 de julio forma parte del ‘Ara Malikian World Tour’. Viajará también a Londres, Nueva York e Italia. ¿Cómo es volver a reencontrarse con el público ahora que estamos volviendo a la normalidad?

Muy emocionante. Es una alegría volver a ver al público junto, poder ver sus sonrisas y darles abrazos. Podemos disfrutar sin medidas de seguridad. La verdad es que lo echábamos de menos.

Ya había dado un concierto en Melilla antes. ¿Qué le pareció la ciudad autónoma?

La verdad es que he tenido la suerte de ir varias veces a Melilla en los últimos quince años y me siento muy afortunado porque se ha creado un cariño mutuo con el público, que es algo muy bonito y que siempre que regreso vuelvo a disfrutar de ello. La gente siempre responde con pasión, es muy especial, y eso para un artista siempre es un auténtico lujo y una motivación. Siempre que vuelvo a Melilla me empeño en entregarme con el cuerpo y el corazón, entregar lo mejor de mí. Esta relación que se ha creado después de tantos años sigue intacta por las dos partes.

¿Cómo definiría al público de Ara Malikian?

Yo a mi público lo venero. Yo vivo y soy feliz gracias a ellos. Para mí son los que mandan. Puedo tocar solo en casa y hacer música, pero soy mil veces más feliz cuando estoy con ellos. Cada día que subo al escenario agradezco a todas aquellas personas que hacen el grandísimo esfuerzo de dejar las cosas que tienen que hacer para comprar una entrada y dedicar su tiempo para escucharme. Para un artista es una responsabilidad muy grande devolver esa confianza al público.

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