El presidente de la Fundación Melilla Monumental hace balance de la gestión de esta institución en su décimo aniversario. La limpieza y la seguridad de El Pueblo, las principales tareas diarias.
El presidente de la Fundación Melilla Monumental, José Vallés, resalta cómo ha mejorado la imagen de Melilla La Vieja en los últimos diez años. Este mes se cumple el décimo aniversario de su llegada a la dirección de esta institución. Destaca que hace unos años no se podían imaginar que la recuperación de El Pueblo iba a ser tan espectacular. Entre los retos del futuro está que Melilla sea algún día Ciudad Patrimonio de la Humanidad. Mientras llega este reconocimiento, la Fundación continúa su labor de concienciación social para que los melillenses valoren no sólo las piedras de Melilla La Vieja, sino a sus gentes y sus tradiciones.
–¿Los melillenses son conscientes de la importancia que tiene El Pueblo?
–Hemos ganado en concienciación. Nos tocó poner en marcha la Fundación y desarrollar los estatutos hace diez años. En ese momento, Melilla La Vieja era un sitio muy descuidado, abandonado, en obras. Una generación de melillenses había perdido la perspectiva de El Pueblo. No lo conocían porque el Foso del Hornabeque llevaba quince años con una obra que no avanzaba. Empezamos a poner decente el casco antiguo habitado. En aquel momento también comenzamos a ver el patrimonio que queremos que un día sea reconocido a nivel mundial. El melillense ahora sí es consciente de esta riqueza. No quiero ser soberbio porque se ha conseguido gracias al apoyo de mucha gente, pero hemos colaborado y aportado nuestro granito de arena a que cambie esta imagen. Cuando estamos desmoralizados sacamos las fotografías de entonces y recuperamos las fuerzas para seguir luchando por este barrio.
–Pero no sólo ha cambiado la imagen física a mejor, sino también la idea de Melilla La Vieja en los ciudadanos.
–Hemos trabajado en eso. En concienciar y dar a conocer. Todos los años emprendemos unos programas, ‘Conoce Melilla’, que están enfocados en que los melillenses conozcan lo que miran, pero no ven. Desde el primer año pusimos el acento en fomentar un acercamiento. Se trabaja con las escuelas para que los más pequeños conozcan lo que es esta ciudad y su patrimonio. En el último año han visitado Melilla La Vieja unos 500 niños. Yo pasé por el colegio y el instituto sin que me hablaran de la historia de la ciudad. Jamás se me enseñaron el patrimonio de El Pueblo. Pero actualmente, eso ha cambiado radicalmente.
–¿Ha sido difícil justificar las inversiones que ha realizado la Fundación en Melilla La Vieja?
–Todo lo contrario. Es una institución que goza de la simpatía de los melillenses porque prácticamente todo lo que se presupuesta es gestión directa para el barrio.
–¿Es más complicado ahora con la crisis económica que el dinero público se invierta en el arreglo de ‘unas piedras’ o en temas culturales?
–No creo. Quizás ésta sea la crítica política, pero no la real. Estoy convencido de que entre los que critican ferozmente a la Fundación, la defendieron a capa y espada hace unos años. Es así como se escribe la historia política de algunos partidos. Pero la nuestra no. Va en nuestra campaña y programa electoral la mejora de la ciudad y estamos cumpliendo nuestros objetivos.
–¿Los melillenses que están ‘intramuros’ valoran estas mejoras?
–Han visto el trabajo que se ha realizado en estos últimos diez años en El Pueblo. Esto nadie lo puede negar. Si lo ven los de fuera imagínense los de dentro. Cuando llegué a la Fundación me decían que hacía falta que la gente viniera a Melilla La Vieja. Pero yo insistía en que lo realmente necesario era que la gente del barrio no se marchara. Una vez que consigamos que esta gente no se vaya, ya vendrán los demás. De hecho, lo estamos consiguiendo, pues hay muchas familias que se han mudado a Melilla La Vieja. Los que llegan están contentos de estar aquí. Tenemos conciencia de que es patrimonio histórico y de que es un barrio especial al ser un recinto del siglo XVI. No podemos descuidarlo.
–¿Es más difícil la vida en El Pueblo?
–No. El vecino de Melilla La Vieja está muy identificado con su barrio. Los antiguos del lugar hablan de arriba y abajo. Es curioso. Al principio no lo captaba esta idea y no comprendía qué querían decir con eso de arriba y abajo. Luego me di cuenta de que cuando los vecinos de El Pueblo hablan de alguien de abajo se refieren a la gente que vive fuera de la muralla. Hay una conciencia de pertenencia al barrio muy fuerte.
–¿Esta vinculación se puede potenciar en el futuro con la gente más joven? ¿Se facilitarán más alquileres o se dotará de más recursos a El Pueblo?
–No existen muchos inmuebles de alquiler. En los últimos años sí hay algunos propietarios que han alquilado sus casas y viene gente nueva a vivir. Pero no hay nada previsto de forma inmediata en cuanto a nuevas construcciones. Se ha podido pensar alguna vez, pero no hay un proyecto de construcción de viviendas.
–Quizás el miedo sea que en unos años no haya gente joven viviendo en Melilla La Vieja y se quede vacío el barrio.
–Si pasa esto, sería una gran pérdida porque lo que le da una gran riqueza al patrimonio es que esté habitado. Pero esto ha pasado en muchos cascos antiguos. Las nuevas expectativas de los jóvenes hacen inviable que puedan hacer su vida en un piso sin ascensor, que no tenga garaje o en una casa que no sea unifamilar. Esos casos históricos se han abandonado y se han ocupado por personas que no dan lustre al barrio. Pero no es el caso de Melilla La Vieja. Los 350 vecinos, aproximadamente, que tenemos son mayores y jóvenes.
–¿Qué tradiciones son las que mantiene este rincón de Melilla?
–Tenemos la procesión de la Patrona, aunque la más arraigada es la de la Divina Pastora. Desde el principio de la Fundación, los vecinos nos pidieron ayuda para que la procesión cogiera el auge de otros años. En la medida de lo posible se ha colaborado de forma modesta con ellos. Recuperar las tradiciones del barrio forma parte de la misión de la Fundación.
–¿Hay alguna de estas fiestas que se haya perdido?
–Que yo recuerde no. Porque otra de las más tradicionales de El Pueblo es el via crucis del Cristo del Socorro y también se hace.
–¿No había verbenas hace unos años que se deseen recuperar?
–Seguramente (Risas). Antiguamente cada barrio tenía su feria y su verbena y quizás, hace varias décadas también se organizara alguna fiesta popular aquí, pero no lo sé con seguridad.
–¿Cuáles son las principales peticiones de los vecinos?
–La seguridad. Se trata de una sensación subjetiva. No es que tengamos oleadas de robos ni haya un número alto de denuncias por delitos contra la propiedad. Eso no ocurre. Pero es cierto que en muchas ocasiones, por la cercanía que tiene el barrio con el puerto, nos hemos encontrado con una población de menores y extranjeros en situación irregular que causaban cierta alarma entre los vecinos. De hecho, hemos tenido reuniones a tres bandas con los vecinos y la Policía. Se han hecho operaciones para recoger a los menores de la calle, como la última de hace unos meses. Todo esto surge de las conversaciones que se tiene con los vecinos. La seguridad es la principal demanda, pero no es continuada. En diez años quizás se hayan realizado tres o cuatro reuniones al respecto. Es una petición puntual, pero la hacen con toda la razón del mundo porque se veía demasiada población irregular en la zona. Aunque no redundaba en delitos ni nada de eso, lo cierto es que las personas mayores y los padres de familia se sentían inseguros con esta población descontrolada.
–¿Un acceso más fácil a El Pueblo no es otra reclamación?
–La principal dificultad que tiene una fortificación, y Melilla La Vieja no deja de ser una, es que está ideada para todo lo contrario, que no sea accesible. No obstante, hace unos meses celebramos el centenario de la apertura del vial de la Florentina. Un camino que se diseñó para que pudieran subir vehículos de tracción animal y motor. Hasta aquel momento, los heridos llegaban a pie de la muralla y los subían en brazos al hospital. El plan de organización urbana de la ciudad planificó una ‘ciudad vieja’ más accesible. Pero los vecinos no se quejan. No obstante, trabajamos para que no sea tan complicado para los mayores del barrio bajar al centro. En este sentido, el ascensor hace más un servicio social que turístico. Cuando no funcionó durante unos meses se puso una línea de autobús gratuita que hacía una ruta hasta el centro. Lo utilizaron los mayores que aún guardan la costumbre de ir al mercado a comprar.
–¿Cómo es la vida en este barrio?
–Es una vida muy tranquila. Es una vida como la que se hacía antiguamente en los barrios. En el último Mercado Medieval estuve viendo el montaje y sobre las nueve de la tarde fue curioso ver a las vecinas sentadas en la puerta de sus casas de tertulia. Era una costumbre de los vecinos de Melilla, pero lo había vuelto a ver desde hace años. Los melillenses salían al fresco por la tarde y conversaban. Esto aún se hace aquí.
–¿Cuáles son los aspectos más difíciles de su trabajo?
–El trabajo es la lucha constante por la limpieza. No logramos concienciar todo lo que quisiéramos. Es una batalla que no hay que darla por vencida. Alguien dijo que Melilla es una ciudad muy ensuciada, pero a la vez es muy limpiada, si me permite la expresión. Todos los días perseveramos en la idea de que esto tiene que estar limpio. No existe permisividad con las pintadas en las fachadas, por ejemplo. Nuestra filosofía es que si pintan hoy en menos de tres días desaparece. Así logramos el aspecto que tiene Melilla La Vieja. La limpieza es diaria. Este sito es especial y debe estar especialmente limpio. Es nuestro recibidor. El mejor lugar que se tenía una casa era el recibidor y éste es el nuestro. Si está en mal estado, la imagen que damos de la ciudad no es buena.
–¿Cuáles son los retos a los que se enfrenta tras estos diez años?
–Llega el momento en el que reto es la lucha cotidiana en la mejora de Melilla La Vieja y su conservación. Muchas veces el gran éxito de una medida es la lucha que se hace a diario. Me gustaría que esta ciudad en general tuviera un reconocimiento patrimonial. Ésta es otra de las batallas. Esto sería un objetivo y un colofón con el que me quedaría tranquilo. Aunque otro de los retos que hay a corto plazo es la recuperación del IV recinto fortificado. Parece mentira pues hace diez años ni la parte habitada de Melilla La Vieja estaba bien. Ahora ya estamos trabajando en el IV recinto y en la red de galerías subterráneas. Ésta es una mina de oro porque tiene unas posibilidades turísticas impresionantes.
–¿Ha tenido la oportunidad de verlas?
–Las vi cuando no sabía ni lo que eran. Con doce años era el juego de todos los niños de Melilla, entrar en las minas. Cogíamos una vela y jugábamos al escondite. Aunque hace un año di una vuelta por ‘la mina real’. Es una obra de ingeniería brillante, que estaba sólo al alcance de los ingenieros del imperio español de la época.
–¿Se sumará a las visitas de Melilla La Vieja?
–Los siete kilómetros o miles de varas castellanas, que era la medida de entonces, no se podrá visitar. Pero se hará algo parecido a como se visitan las catacumbas romanas. Se hará un recorrido de unos diez minutos para que la gente tenga una idea sobre qué era esta red de comunicación que unía el corazón de Melilla La Vieja, porque parte de la Capilla de Santiago, con los cuatro recintos de forma subterránea. Esto permitía hacer la movilidad del personal, la evacuación de heridos y el refuerzo de tropas sin que el enemigo lo pudiera ver.
–¿Ayudará a conseguir el sueño de que Melilla sea Patrimonio de la Humanidad?
–Todo ayuda. Es un valor más.
–Siempre que hay alguna visita de una institución o persona relevante a nivel político o cultural se le pide que apoye la candidatura de Melilla para ser ciudad Patrimonio de la Humanidad. ¿Esto suma puntos?
–Es otro sí. Es bueno que lleguemos a nivel internacional con el apoyo de catedráticos, embajadores o profesores de prestigio que dicen que esta ciudad tiene el mérito suficiente para conseguir este título.
–¿La vinculación de los melillenses con su patrimonio se notó más cuando un grupo de vándalos cortaron el brazo a la estatua de Pedro de Estopiñán?
–Se vio la indignación de todos los melillenses. Todos sentimos lo mismo. Fue un acto vandálico de unos desalmados que no merecen nada más que el desprecio de los melillenses.
–¿Se dañó el orgullo de la ciudad?
–Fastidió. Como melillense me sentó mal. Pero también dije en aquel momento que hacía falta cortar muchos brazos para que a los melillenses nos puedan postrar o herir de forma real. Estamos desde hace muchos años aquí y porque los habitantes de la ciudad quisieron si nos remontamos a la historia de los alguaciles de Melilla. La adhesión de la ciudad a España no fue un acto bélico, sino un intercambio de tierras. Está demostrado científicamente.
–¿Se realizará algún acto especial cuando se coloque de nuevo la estatua?
–Ahora estamos centrados en su restauración. La relevancia política no depende de la Fundación.
–¿Qué opina de que se quiera devolver el brazo robado de la estatua de Estopiñán?
–Hablar de eso es dar pábulo a unos que no merecen ni un segundo de nuestro tiempo.
–Entonces, cambiando de tercio, ¿cuál es su rincón favorito de Melilla La vieja?
–El foso del Hornabeque. Es de una belleza única. Es una fortificación de su época de vanguardia de la escuela holandesa y la restauración es magnífica. Cuando entras desde la plaza de las Culturas por el túnel llegas a otro mundo. Has entrado en el siglo XVII o XVIII. Pasas de la modernidad a dos siglos atrás.
–¿El Pueblo alberga muchas más sorpresas?
–Las últimas nos las encontramos en la restauración de unas casas con un aspecto exterior pobrísimo. Al picar las fachadas aparecieron unas casas que pueden ser del XVIII, incluso se sospecha que una de ellas pueda ser del XVI. La teoría es que no quedó ninguna casa antigua tras los asedios del XVIII y que posteriormente, en la época de hambruna la madera de los edificios se utilizó para hacer los ranchos de la guarnición. Estamos estudiando estos dos ejemplos, aunque no es menos cierto que apareció la capilla de la Enramada, que estaba escondida en le museo de arte. Puede ser que aparezca algo más.
–¿Cómo definiría Melilla La Vieja?
–Es el origen de Melilla. El lugar de donde parte toda su historia.
–¿Es su tesoro?
–Hay más tesoros en la ciudad. No sólo las piedras lo son, sino también la ciudad extramuros del siglo XIX. El otro tesoro que tenemos son los melillenses. Ahora estamos en Ramadán, luego serán las fiestas de la comunidad hindú y más tarde las de la comunidad sefardita. Si las piedras son importantes, más lo son las personas que las habitan y que conviven en ellas.
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