No tengo la menor duda de que hay gente –por ejemplo la multipropiedad de la Casa de los Cristales– que pasa de la conservación de sus inmuebles, o aquellos propietarios que dejan cerrados sus bajos a la espera que se aparezca la Virgen de Fátima, pongamos por caso, y alguien decida gastarse unos cuantos millones, los reparen o modifiquen y, así poderles cobrar más pelas de la cuenta.
Dice un amigo que a esta gente la Ciudad Autónoma debería apremiarles, darles un plazo –corto– de tiempo e imponerles una escala de sanciones progresivas porque el centro se está llenando de locales bajos no utilizados. Sí, no es una mala idea. También dice mi amigo que pedir por un local de 140 metros cuadrados 4.500 euros es una locura. También, amigo, así no hay quien viva.
Por el contrario, hay edificios históricos que sobreviven gracias al interés de sus dueños o inquilinos. Éstos se han mostrado sensibles a la belleza arquitectónica de los inmuebles y han decidido que tienen que sobrevivir cueste lo que cueste porque el patrimonio urbanístico y arquitectónico no está reñido, ni mucho menos, con la conservación del bien inmueble. Todo lo contrario, una cosa bella se cotiza al alza cuanto mejor esté mantenida. Esto es como lo de la Mona Lisa. Si hay que ponerle un escaparate o una vidriera, se le pone y, además, no hay dinero para pagarla, por eso vale tanto.
En la calle de Millán Astray hay un edficio ajado por el tiempo que ha vuelto a nacer tanto por sus reformas exteriores como las interiores. La propiedad se ha echado el asunto a sus espaldas y hoy luce, frente a la Plaza de Toros, como un auténtico cisne, está hermoso. La remodelación ha costado... bueno, el dueño del inmueble no me permite decir cuánto ha costado, pero queda de maravilla. Un poco más allá, en la calle de Querol, llegó una inmobiliaria –Global–, localizó unos espacios para su actividad empresarial, pero vio que el edificio estaba un tanto ‘para allá’ y ha conseguido, poniéndose manos a la obra, el remozado local que comunica Querol con la plaza de Velázquez. Admirable trabajo con pintura en tonos grises, qué balconadas.
Y luego están quienes compran el solar y construyen. Son los padres del neomodernismo porque, siguiendo las normas básicas de Enrique Nieto, innovan. Siguen disciplinas en cuanto a las alturas y a las estancias, siempre amplias, restan belleza a las estructuras haciendo pocos guiños al art decó, prefieren ser prácticos, lineales y sacrifican el adorno por mor de luminosidad y estructuras lineales. Es otra versión que, bien mantenida, bien conservada, da para bastante tiempo y no por ello es menos rentable que los inmuebles con historia en sus muros.
En cualquier caso, volviendo al principio, es necesario mucho más cariño, por parte de los propietarios, hacia sus propiedades. Hay casas –caras y modestas– que se caen de puro abandono. Den una vuelta por las inmediaciones de Isla de Talleres: un auténtico espanto. A lo mejor, lo conveniente sería cederlas a la Ciudad Autónoma para que actúe en consecuencia: derribándolas o recuperándolas. Ustedes mismos.
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