El día en el que los niños de todo el mundo se pongan en pie de guerra, los adultos lo vamos a tener bastante complicado porque son mayoría, los tíos enanos. El niño es la primera víctima de las sociedades pobres y de las consumistas, el niño es el producto –casi material porque cada día se le respeta menos– necesario para que la especie humana siga destrozando al mundo. Por eso se echan de menos alegatos pro-infancia, señas de identidad que aboguen por los derechos de la infancia, aunque sólo sea un gesto amable, aunque sólo sea un beso en una mejilla blanca, negra o cobriza.
Dirán ustedes: ‘Éste se ha vuelto loco’. No, es que he pasado por la calle de Antonio Díaz Ruiz, el último alcalde de la II República –asesinado por los asesinos del régimen asqueroso y anterior–, en el lateral del Centro Asistencial ‘La Gota de Leche’ y encontré hermosos grafitis –grafitis de verdad, es decir, obras de arte urbanas– y vi niños. Son niños tan ilusionados con un juguete como solicitantes de ayuda. Todo ello en la mejor clave artística; no son grafitis, son pinturas urbanas, algunas de bello corte. ¿Qué significa ésto?.
No lo sé. Miguel Fernández Bartolomé, director del centro, no es amigo de declaraciones, entrevistas y poses para la prensa. Es decir, habla menos que un mudo debajo de la mar. Bueno, pero sé que los gratifitis de la calle del último alcalde republicano son una reivindicación. Dentro, en ‘La Gota de Leche’, hay un puñado de menores que miran cada día al cielo pidiendo, cada uno en su lengua, futuro, progreso, cariño. Tienen la misma cara de los que han pintado esos grafiteros, tienan cara de cariño, como quienes viven de la esperanza y de la presumible caridad de vida de quienes les observan.
Tengo un amigo argelino allá dentro de la Gota de Leche; se llama Osama. De vez en cuando le visito con unas ‘chuches’ para la merienda. Osama desparrama paz y afecto sólo con su sonrisa, que es tan blanca como sincera. Hablamos de nuestra común amiga, Simi. Le gusta el fútbol con pasión y no lo hace mal el bicho, tiene categoría. Es uno de los niños de ‘La Gota de Leche’, institución a la que adora porque, antes del Centro Asistencial que dirige Miguel Fernández, lo que había era ‘la nada’, un CETI despersonalizado, todo a base de números y estadísticas.
Pero, vaya, yo de lo quería escribir era el plantemiento grafitero. Es muy hermoso, es muy conmovedor y transmite, que de eso es de lo que se trata. El impacto del color de caras y aspectos complementarios es notable. Los ojos de los niños pintados en los muros adláteres de la capilla que regenta don Ramón Buxarrais –obispo emérito de Málaga y Melilla– se han convertido en altavoz para la solidaridad a base de esprais colorantes. Qué bello. Dios –si es que existe– debería pararse a mirar. Los seres humanos –que sí existimos, seguro– no podemos perder de vista a este alegato humanitario plantado en plena calle.
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