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Subraya que las féminas con alguna discapacidad intelectual sufren una doble discriminación
En Melilla conviven unas 9.500 personas con algún tipo de discapacidad intelectual. De ellas, cerca del 65% son mujeres. En la pasada semana, en la que las féminas han adquirido protagonismo para reivindicar la igualdad real, Aspanies Plena Inclusión ha querido denunciar la doble discriminación que sufren las mujeres con discapacidad. Según señala el presidente de la asociación en Melilla, Carlos Esteban, queda mucho trabajo por hacer para que se promueva su integración en la sociedad y en el ámbito laboral. Para ello, incide, es necesario que se limite la “sobreprotección” que a veces reciben por parte de los familiares y que no se las perciba como a niñas, sino como lo que realmente son: mujeres.
–¿Cuáles son las barreras más comunes que encuentran las mujeres con alguna discapacidad intelectual?
–Al margen de las dificultades que sufren por la falta de apoyo y por la discapacidad que tienen, se encuentran muchas veces con que no se promueve su inclusión en los centros o en los servicios de la comunidad, al contrario de lo que ocurre con hombres con discapacidad. Al final, cuando ellas terminan la educación escolar, a los 16 años, dejan de estudiar y se quedan en casa. Por el contrario, se entiende que los hombres con discapacidad accedan al entorno laboral o participen en la vida comunitaria. En el caso de las mujeres, a veces se quedan en casa porque tienen una sobreprotección por parte de las familias y, en otras ocasiones, prestan una labor de apoyo en las tareas del hogar.
–¿Desde que ámbitos se debe actuar para que esto cambie?
–Lo cierto es que resulta muy difícil incidir en estas mujeres, puesto que en muchos casos es la propia familia o los servicios sociales los que tienen que empujarlas a que acudan a los recursos que hay para ellas. Se debería trabajar en comunidad, por ejemplo, en el ámbito escolar, para que obtengan una formación idéntica a la de los niños con discapacidad y para que tengan acceso a los mismos apoyos. Es importante que se promueva que continúen la formación después de la escuela o que intervengan en los recursos que la ciudad ofrece. Es cierto que en los recursos de ocio, a veces, ni se contempla la participación de las mujeres.
–¿Por qué tienen más trabas en el ámbito laboral que los hombres con discapacidad?
–Lo cierto es que hay muchos más temores en contratar a una mujer con discapacidad que a un hombre. Hay más leyenda en torno a ellas, tienen la imagen de que hay que protegerlas o de que pueden sufrir alguna situación en la que corren riesgo. No se las contrata porque así no se corre ese riesgo, aunque no deje de ser un mito. Es cierto que, en muchas ocasiones, son las propias familias las que creen que es difícil que ellas se puedan integrar en el ámbito laboral. Existe más miedo a que salgan de la protección para insertarse en el ámbito laboral y eso al final tiene su repercusión.
–¿Esta doble discriminación de mujeres con discapacidad también es frecuente en Melilla?
–Es una situación que se da en todos los lados. Aquí también se encuentran con estas trabas, aunque no en mayor medida que en otros territorios. Es importante que se adquiera conciencia para que poco a poco, estas barreras vayan desapareciendo y siga fomentándose la plena inclusión.
–También habéis denunciado algo con lo que estáis muy en contra: que se esterilice a las mujeres con discapacidad sin su consentimiento.
–Desde Plena Inclusión y desde el Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad (Cermi) queremos visibilizar la discriminación que se produce cuando se autoriza la esterilización de mujeres con discapacidad. A veces se lleva a cabo esta práctica sin tener en cuenta los derechos que ellas tienen como personas, tengan o no discapacidad. Son seres humanos y tienen el mismo derecho a decidir que el resto de personas. La esterilización no se puede justificar desde la sobreprotección o como un tema de seguridad porque va en contra de todos los derechos de la mujer. Hoy en día, parece que se tienen en cuenta los derechos de todos los seres vivos, pero no los de ellas.
–¿Están invisibilizadas las mujeres con discapacidad?
–Completamente. Da igual que tengan 40 años porque la sociedad no las percibe como a mujeres, sino como a niñas. Este es un error que es muy común. Ellas son mujeres y, aunque tengan discapacidad intelectual, no son distintas al resto. Las mujeres con discapacidad tienen sus características y necesidades de apoyo, pero siguen siendo mujeres. No se las puede reducir a niñas porque eso es dejar de verlas como lo que realmente son.
–La pasada semana también cobraron protagonismo las mujeres que cuidan a sus familiares con discapacidad.
–Sí, en esta semana también hemos querido hacer hincapié en el papel que tienen las mujeres en el cuidado de los familiares con discapacidad intelectual. Es verdad que cada vez se involucran más los hombres, pero en la mayoría de los casos, la responsabilidad del cuidado de los hijos, hermanos e incluso padres con discapacidad recae sobre ellas. Esto produce que se enfrenten a mayores dificultades para conciliar la vida familiar con los cuidados que tienen que proporcionar. Esta situación no se contempla desde el punto de vista laboral y social. Yo creo que habría que educar para que el cuidado de estas personas recaiga en toda la sociedad, no solamente en las familias. Hay muchas ocasiones en las que no pueden conciliar la vida laboral, familiar y de cuidados y tienen que recurrir a servicios residenciales.
Es cierto que, desde hace tiempo, cada vez se ve más cómo los hombres se involucran en el cuidado de sus familiares. Se les puede ver, por ejemplo, llevándolos a los centros de actividades, etc. Aún así, las mujeres son las que siguen soportando la mayor carga para proporcionar las necesidades básicas de sus familiares con discapacidad. Es un hecho.