Sociedad

Sanitarios, primera línea contra el virus

En primera linea. Han visto cara a cara al virus. Han luchado por sus pacientes y sacrificado, como muchos compañeros, su vida personal por hacer su trabajo con profesionalidad y pasión

Isabel Pérez Facultativa, de Medicina Interna

Fue una ventaja para Melilla que el coronavirus no llegara hasta mitad de marzo. Así lo asegura Isabel Pérez, que es facultativa del área de Medicina Interna del Hospital Comarcal. Explica que ya contaban aquí con la experiencia de sus compañeros de Madrid y de Andalucía en cuanto a los tratamientos que estaban funcionando y los que no. “Ya sabíamos lo que le había ido mal a ellos. Nosotros podíamos dar otro paso hacia adelante, pero lo que ocurre es que el Ministerio aún no había dado esas instrucciones, no por nada, sino porque no daba tiempo a ello. No había manera de ir al ritmo del coronavirus. De esta forma, nosotros empezamos a aplicar protocolos de tratamiento que aún no están aprobados y que no estaba tampoco del todo claro su beneficio. Pero es que sabíamos que si aplicamos los primeros que se utilizaron, los pacientes iban a estar mal y se nos iban a morir. Yo creo que los peores momentos fue poner los primeros tratamientos más fuertes sin saber que era lo que iba a pasar con los pacientes. Para mí eso fueron los momentos más duros. Y también el estrés de saber que los pacientes se podían morir porque tenían neumonías bilaterales y no sabíamos si van a responder o no a un tratamiento que no había puesto en la vida porque se utilizaba para otro tipo de enfermedades y no para infecciones. Nos la estábamos jugando, pero a nosotros no nos ha ido tan mal como en otros sitios y finalmente ha merecido la pena. Aunque tenemos la desgracia de esos dos pacientes que fallecieron”, afirma. Pérez comenta que hubo que cambiar la forma de trabajar en menos de una semana. Normalmente ellos ven a pacientes de consultas, hospitalizados o de cirugía que tienen pluripatologías y precisan de una atención integral. Pero al llegar la pandemia, se cerró Medicina Interna para los pacientes con COVID-19 y se suspendieron todas las cirugías no urgentes; se cambió el circuito de ingreso de Urgencias y hubo que ponerse los EPI. Afirma que todo el personal colaboró desde un inicio y adoptó las normas. Además, hubo que trabajar de forma acelerada porque los protocolos de sanidad cambiaban cada día y, después de trabajar de día, por las tardes los leían para aplicarlos por la noche. Y todos esos cambios deben permanecer por si vuelve el virus, asevera e indica que lo más importante es que no se desborde el hospital. También remarca que en Medicina Interna han trabajado todos como un solo equipo y agradeció a sus compañeros ese esfuerzo. Pero también dio las gracias a los que pasaron consultas telemáticas porque facilitó que en su área se pudiera trabajar tranquilamente y dedicarse a lo importante.

María Guerrero, Enfermera Supervisora Urgencias

Cuando ve a gente sin respetar la distancia social o sin mascarilla, piensa en todo lo que han sacrificado los compañeros del hospital para atender a los pacientes de la COVID-19. A esos que se saltan las normas les dice que ella, madre de cinco niños, tuvo que dejar al pequeño de 4 años con los abuelos y no le vio en 52 días para protegerlo porque estaba en la primera fila luchando contra el virus. “Ahora, cuando veo a la gente que sale sin mascarilla, que ya hay 20 personas reunidas en un sitio sin medidas de seguridad, me gustaría que recapacitaran y que vieran lo que mucha gente ha sacrificado y no solo yo, sino todos mis compañeros. Muchos han estado sin visitar a sus padres o sin ver a sus hijos. Me gustaría que pensaran en todo ese personal sanitario que ha estado trabajando en esta crisis sanitaria y en lo que han tenido que sacrificar”. Éstas son las palabras de María Guerrero, enfermera supervisora de Urgencias en el Hospital Comarcal de Melilla, que destaca que la vida de todos ha cambiado y va a tener que seguir cambiando porque el problema de esta enfermedad es la gente asintomática. Afirma que los momentos más duros no han sido de trabajo físicos, sino cuando sabían que un paciente en la planta estaba cada vez más grave o que ingresaba en la UCI. Eso era un aviso de que la COVID-19 estaba aquí y era palpable. Si hay algo bueno de esta experiencia, según Guerrero, es que “éste hospital pequeño con recursos muy limitados sido capaz de ampliar una UCI que no existía y ha sido capaz de sacar camas de hospitalización que tampoco existían. El personal ha hecho un esfuerzo sobrehumano para todo. Era una situación nueva y todos se han enfrentado a ella, no puedo decir de maravilla, porque siempre hay alguien que no puede o no da la talla, pero la generalidad ha sido increíble. El personal de enfermería tiene un 10. Que no haya ningún paciente con coronavirus ahora es gracias al trabajo y a la labor de mucha gente en todas las escalas porque, aunque digan que los jefes no trabajan, no es cierto. Mis superiores han trabajado como nadie para que esto saliera adelante y para que pudiéramos dar la talla con el límite de recursos que nosotros tenemos. Nosotros somos un hospital pequeño que nos faltan muchas cosas y hemos dado la talla para todos”. Por ello, cree que si hay un repunte, en invierno o cuando se recuperen las conexiones con la península, ya van a tener la experiencia de cómo hacer las cosas. Guerrero explica que se nota que el personal se ha enfrentado a una pandemia por el estrés que sufrieron. No había miedo a enfermar y tenían los EPI para prevenir, sino que el temor era llevar el virus a casa, a sus familias. Ésa era la inquietud de todos. Reconoce que ha sido una experiencia muy dura y que ha supuesto muchísimas horas de trabajo para inventar sitios que se necesitaban y no existían, pero subraya que han contado con la colaboración de todos los sectores del hospital para lograr esto.

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