El dermatólogo, catedrático, profesor e investigador Salvador González aseguró ayer en su discurso tras recibir la Medalla de Oro de la ciudad que se la debía a sus profesores y a su familia. Destacó el papel de los maestros don Enrique y don Adriano de las escuelas San Juan Bosco y Cervantes y de los profesores del IES Leopoldo Queipo. Asimismo, subrayó el papel de sus padres Paco y Antonia de los que adquirió “la disciplina, la curiosidad por el conocimiento y el afán de superación. Me hicieron aprender valores que siempre me han acompañado y que, hoy con mucha humildad, me llevan a esta altísima distinción”.
González explicó que era un honor y un gran privilegio recibir este reconocimiento. Aseveró que le producía “sentimientos y sensaciones difíciles de expresar”. Además, apuntó que le alegraba especialmente recibir esta Medalla de Oro junto a Málaga, ciudad en la que se inició su carrera.
Este dermatólogo aseveró que sus reconocimientos en el mundo de la Dermatología los compartía ayer con orgullo y gratitud con su ciudad. “Algunos sabéis que el año pasado recibí el Presidential Citation Award de la Academia Americana. Este año, he tenido el honor de ser galardonado con un gran reconocimiento de la Liga Internacional de Sociedades Dermatológicas por mis contribuciones e impacto en la clínica. Puedo aseguraros que cuando vaya a recoger este premio en Washington, que será en Marzo de 2019, esta medalla me acompañará”, afirmó.
González comentó que ya sentía “una deuda de gratitud infinita” al ser nombrado hijo predilecto de Melilla. Por ello, remarcó que ahora esa deuda “será impagable”. Añadió que espera ser merecedor de esta alta distinción que le entregaba la ciudad.
Este galardonado también dedicó parte de su discurso a su familia. En este sentido, remarcó que les quería expresar su cariño y amor “incondicional” a todos, aunque especialmente dio las gracias a su hijo Marlon y a su ahijado Daniel. Aseveró ambos le habían permitido que su trabajo les robara tiempo de estar juntos.
Asimismo, dedicó un especial agradecimiento a su pareja, a su madre (“que con frecuencia está en un mundo paralelo”) y a su padre, que murió antes de que él iniciara su viaje a Estados Unidos, donde llegó a estar en Harvard más de doce años como investigador y profesor. Indicó que sus padres fueron melillenses de corazón, como él.
Este dermatólogo terminó su discurso con unos versos de Miguel Fernández: “Descubrimos que el corazón es libre en la paz, que el amor nos hace radiantes, sencillos como el agua”.
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