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La ruta migratoria del Mediterráneo, la segunda más peligrosa del mundo

La ruta mediterránea es la segunda más peligrosa del mundo. Cuando esta ruta pasa por España se ha mantenido en cifras similares (15.893 personas de enero a noviembre), con una tendencia al alza de la que une las costas argelinas con las Islas Baleares. Sigue estable también el paso, por tierra o mar, a las ciudades españolas de Ceuta y Melilla, emplazadas en el norte de África, adonde llegaron 2.345 personas en los once primeros meses.

Aunque este último número no tiene en cuenta el anómalo episodio vivido en mayo, cuando alrededor de 10.000 personas atravesaron la frontera de Ceuta ante la pasividad de las autoridades marroquíes, una acción encuadrada en un conflicto diplomático entre Marruecos y España en vías de resolución.

La vía tradicional de migración desde Marruecos a España, cruzando el Mediterráneo, volvió a quedar en 2021 en segundo lugar como la más peligrosa del mundo por vía marítima tras la que une las costas marroquíes -y en menor medida mauritanas, senegalesas y gambianas- con las Canarias a través del Atlántico.

Son un mínimo de 100 kilómetros desde el punto más próximo de Marruecos y más de 1.000 desde otros de Senegal o Gambia y experimentó un repunte espectacular en 2020. Ese año 23.023 personas llegaron en patera a las islas españolas (ocho veces más que en 2019).

En 2021, las cifras se mantienen (19.865 personas hasta el 30 de noviembre, igual que en el mismo periodo de 2020), pero la ruta se ha vuelto más mortífera. Según la OIM, en el intento de llegar a costas españolas fallecieron al menos 785 personas de enero a octubre, el doble que en esos meses de 2020.

Quizás ese cambio se deba a que más migrantes viajan sin conocimientos naúticos ni GPS, o a que han aumentado las barcas neumáticas, más frágiles y que se hunden fácilmente. Muchas acaban siendo engullidas por el Atlántico o recalan, semanas después, cargadas de cadáveres, en lugares remotos como Cabo Verde o incluso el Caribe.

La nueva ruta al este de la UE se sumó al drama migratorio en Mediterráneo

La inmigración irregular hacia la Unión Europea adquirió en 2021 matices de desestabilización política con los intentos de cruzar su frontera este en Bielorrusia, aunque el Mediterráneo continúa siendo el mayor cementerio para los migrantes que también tratan de llegar al continente a través del Atlántico.

Los más de 1.300 muertos en el Mediterráneo, según la Organización Internacional de Migraciones (OIM) consolidan a este mar en un dramático primer puesto mundial, pero la ruta atlántica hacia las Islas Canarias se cobró este año casi 800 vidas, el doble que en el año anterior.

Miles de personas llegaron a Italia desde la costa norteafricana. En abril, más de un centenar murieron en un naufragio, a pesar de que las autoridades de los países vecinos fueron alertadas dos días antes.

El fenómeno se intensifica: hasta el 29 de noviembre desembarcaron 62.941 inmigrantes, el doble que en el mismo periodo del año anterior y seis veces más que en 2019, según datos oficiales.

Consecuencia de la pandemia y la crisis económica e institucional

Las razones tienen mucho que ver con la pandemia. El virus ha acentuado la crisis económica en Túnez, golpeando al sector turístico, y el flujo migratorio ya no parte sólo de la violenta Libia, sino también de su país vecino.

Así, un cuarto de quienes desembarcan en Italia (15.055) son tunecinos que huyen de una dura coyuntura económica e institucional, explica a Efe Matteo Villa, del Instituto para los Estudios de Política Internacional.

Pero hay otros motivos. El tercer grupo en llegar son bangladesíes que abandonan el sector petrolero libio y además, apunta el experto, los traficantes norteafricanos se han hecho con una "floreciente" industria naval, ofreciendo viajes más seguros y animando a zarpar.

Este es uno de los temas prioritarios para el Gobierno de Mario Draghi quien, por mucho que reclame más solidaridad a la Unión Europea, no logra su principal objetivo: modificar el Tratado de Dublín.

El pacto, que regula el derecho al asilo en Europa, estipula que sea el primer país al que llega un inmigrante el que se encargue de estudiar su acogida o rechazo, e Italia como puerta sur del continente es lo que aspira a cambiar, sin demasiado éxito, mientras su ultraderecha sigue al calor de las proclamas antiinmigración.

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