El Parlamento Árabe ha sorprendido al mundo occidental dando este sábado señales confusas de vida. El organismo, al que pertenece una veintena de países miembros de la fallida Liga Árabe, ha calificado a Melilla y Ceuta como ciudades marroquíes y ha desenterrado su fantasiosa lucha anticolonialista, para referirse a los dos enclaves españoles del norte de África como “reliquias de la era colonial”.
Teniendo en cuenta que estamos ante la resolución de una organización que ha incorporado recientemente a Somalia, el segundo país más violento de África, considerado durante años como un estado fallido, nos podemos hacer una idea más o menos clara del charco en el que chapotean los miembros de la Liga Árabe.
Lo que nos queda claro, si es que algo puede quedarnos claro en estos momentos, es que Marruecos corta hoy el bacalao en la Liga Árabe pese a que no es Estado fundador. Por eso ha dirigido sus dardos Lucifer contra Europa y ha deslizado una amenaza velada hacia los países receptores de emigrantes.
La Liga Árabe, defensora del nacionalismo islámico, tiene entre sus creadores a naciones que no conocen la democracia ni les suena de lejos: Arabia Saudí (dictadura), Yemen (uno de los países más pobres del mundo, sumido desde hace años en una guerra civil); Siria (en guerra civil), Transjordania (país desaparecido), Irak (desde la guerra de 2003 está supervisada por una fuerza multinacional, de la que EE.UU. dijo que se retirará próximamente) y Líbano (país pobre, en bancarrota, al borde del colapso).
Para que se entienda, lo que diga el Parlamento Árabe, no vale ni para limpiar cristales. No es que no lleven razón, es que han tenido la osadía de ir contra una resolución europea que llama la atención sobre el uso de niños y civiles en una invasión migratoria a una ciudad reconocida como frontera sur de Europa.
Sigo pensando que la resolución europea del 10 de junio no tiene desperdicio. En ella, la UE le recuerda a Marruecos el acuerdo de asociación firmado en 2000 y el de readmisión que no han conseguido firmar todavía. También le dice (y esto suena a advertencia) que es el tercer país receptor de fondos europeos.
Rabat, obcecado en su torpeza, creyó que tras conseguir en 2008 el Estatuto Avanzado de relaciones bilaterales con la Unión Europea no tiene obligaciones sino larga vida para disfrutar de privilegios. Ignora que puede perderlos si insiste en exhibir su irrespeto a los derechos humanos, a las fronteras internacionales y a la buena vecindad.
Porque Europa no es sólo una unión de países que comparten moneda y el interés común de comerciar de manera ventajosa. Europa es también una fortaleza en la que el respeto de los derechos humanos resiste. Ojo, no niego que tenemos problemas que resolver. El éxodo masivo de ciudadanos sirios ha puesto contra las cuerdas la figura del asilo y las devoluciones colectivas. Pero hay voluntad de mejorar. Hay formas de denunciar y de llevar esos delitos al Tribunal de Estrasburgo.
Lejos de atacar a España como supuesta potencia colonialista, lo que tienen que hacer los miembros de la Liga Árabe es plantearle a Arabia Saudí que acoja a los miles y miles de niños y adultos marroquíes que cada año intentan llegar a Europa. ¿Dónde van a estar mejor que en un país rico, con tanta variedad de chilabas y burkas?
Pero no debe ser tan bueno cuando ni se les pasa por la cabeza tirar desierto a través y prefieren el frío de Bélgica, la rumba catalana, los invernaderos de Almería o los viñedos murcianos. Ese paraíso no debe ser tan perfecto cuando ni los refugiados sirios tiran para allá. Así que lecciones, pocas.
El caso es que esta apelación de Marruecos al respaldo del Parlamento Árabe le aleja de su reconciliación con Israel por aquello de que los amigos de mis enemigos (Palestina) también son mis enemigos.
Al final, el tablero se va redistribuyendo y nos quedamos por un lado españoles e israelíes; por otro Marruecos, EE.UU. y la Liga Árabe y finalmente Rusia, Argelia y los saharauis. Quien crea que esto es solo diversidad cultural se equivoca.
Vamos que me da a mí que Biden no sabe dónde se está metiendo. No somos nosotros los que tenemos que cambiar de grupo. Ahora mismo el Parlamento Árabe ha lanzado una advertencia a Europa. Han tensado la cuerda y sinceramente sabemos que les sobran motivos para hacerlo.
La pandemia nos ha empobrecido a los países ricos, pero a los pobres va camino de reventarlos. Ven que el dinero está a punto de fluir en territorio Schengen; ven que se han relajado los márgenes de endeudamiento y que a ellos no les llegan ni los buenos días. Todos sabemos que la pobreza extrema, cuando la ponen contra la pared, termina desencadenando en guerras y estados totalitarios.
Vienen tiempos difíciles y esta crisis nos pilla con un gobierno débil e irresponsable. Crucemos los dedos para que haya elecciones anticipadas. Hay mucha gente con los ojos puestos en las ciudades autónomas, pero ninguna trabaja para ni por España.
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